| 03 enero, 2024
MONUMENTO NORMATIVO
Es el título de un artículo de Santiago González publicado en “La Prensa” del 31 de
diciembre de 2023, con referencia a dos documentos enviados por el presidente Milei al
Congreso. El primero relativo a la reconstrucción de la economía; el segundo titulado “Bases y
puntos de partida para la libertad de los argentinos”.Señala el autor que ambos proyectos “
son tan multitudinarios y abigarrados que hacen posible introducir de contrabando cualquier cosa”.
Existe acumulación de normas, incoherencias y disposiciones contrarias al interés nacional.
Por otra parte, el gobernador de la Rioja, con el patrocinio del funcionario vaticano,
Eugenio Zaffaroni, pidió a la Corte Suprema se declare el decreto inconstitucional y le atribuye
“una malignidad para hacer crujir los fundamentos del Estado”.
Concluye el artículo tratando de poner en el contexto a Milei, señalando que “Todo
¡Viva la libertad! debe estar envuelto, contenido en un ¡Viva la patria! porque es ella la que
asegura el espacio, donde la libertad es posible”.
En los proyectos aparecen cosas de buen sentido, pero también estupideces y
elementos corrosivos.Como ejemplo de estupideces tenemos el cambio de la indumentaria
de los jueces, cosa absurda, que incluso enfrenta los usos sociales, cuyas normas solo exigen
que se vistan con decoro. Pero también aparecen postuladas normas injustas como una que
se enrola en una larga trayectoria destructiva del matrimonio, base de la familia. Y a esto
queremos referirnos.
Aquí el camino comenzó con la ley 17.711, que, sin consagrar el divorcio, sin romper el
vínculo, adoptó el divorcio consensual. Este cambio fue muy criticado, con toda razón por un
gran jurista, Jorge Joaquín Llambías (Estudio de la reforma del Código Civil, Jurisprudencia
Argentina, 1969) y muchos otros civilistas.
Después vino la patria potestad compartida, que transformó en ley la maldición
antigua: “ojalá tengas un igual en tu casa” que destruye a la familia como un todo de orden,
jerárquico y servicial.
El tercer paso fue el divorcio vincular; nuestra lucha por impedirlo, en compañía de
algunos obispos, está documentada en el libro “Familia y nación histórica”, Cruzamante, 1986).
El último escalón fue la reforma del Código Civil y Comercial, en el cual según
Lorenzetti el malo, se consagra “la libertad de los cónyuges en la construcción, vida y ruptura
matrimonial”, libertad que no existe para quienes quieren unirse para toda la vida.
La reforma acoge distintos tipos de “pareja” en una sociedad pluralista; bien lo aclara
el magistrado-codificador: “El matrimonio tradicional, el matrimonio igualitario, la gente que
vive emparejada, pero no se quiere casar… el proyecto busca mantener el sentido de la familia
en distintas opciones”. En un trabajo crítico (Proyecto de reforma del Código Civil y Comercial,
del Alcázar, 2012) le señalamos al tímido Lorenzetti otras posibilidades: el “poliamor”, la
poligamia, la poliandria, la familia comunitaria, las uniones swingers, la comunidad geriátrica.
Para mostrar el equívoco del término “pareja” veamos un ejemplo: un antiguo ministro de la
Corte Suprema, Belluscio, partidario del divorcio, pero buen jurista, se encontró un día con
Zaffaroni, quien le dijo: doctor, le quiero presentar a mi “pareja”. La respuesta es contundente:
Mucho gusto señor Pareja.
Pero ahora,en el proyecto libertario encontramos algo todavía peor: un nuevo divorcio
sin intervención de jueces ni abogados, algo de interés público, privatizado
Como está interesado Milei en el judaísmo le aconsejamos que se entere de lo que
hizo Moisés cuando instauró el “libelo de repudio», como una forma de intervención pública
para seguridad de las mujeres en el divorcio, después rectificado por Cristo que restaura el
matrimonio indisoluble querido por Dios.
Es hora que los cristianos digamos ¡basta! en este camino hacia la bestialidad.
Recordemos el final trágico del libro de Ionesco “El rinoceronte”, en el cual el protagonista
muere afirmando que la humanidad es superior a la animalidad. Hagamos nosotros lo mismo.
Buenos Aires, enero 3 de 2024.
Bernardino Montejano
Milei carece de la única virtud que Aristóteles daba al político: PRUDENCIA.
Entendida como la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles, que aplica los principios morales generales a los casos concretos.
Tiene toda la razón, por eso le falta discernimiento y mezcla todo. Así van juntos lo razonable con lo absurdo.