La guerra y la paz, los privilegios del Papa Francisco, los alemanes y los católicos polacos, el derecho a la muerte, la ‘gente de la Cruz’.

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No es tema de nuestro Blog, pero inevitablemente vemos muchas noticias sobre lo que está sucediendo en Ucrania, que inevitablemente tiene ramificaciones religiosas. El General Piero Laporta, que de esto sabe, ofrece una reflexión que debemos leer entre líneas. Todo parte de la petición de ayuno y  oración,  para evitar la guerra, o la operación de paz, que en estos tiempos de confusión todo es posible.  «Pedimos a Nuestro Señor que:  ‘se haga Tu voluntad, en la Tierra como en el Cielo’ . En la Tierra, ¿dónde? Ciertamente en las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, así en Washington como en Bruselas, en Berlín como en Jerusalén, en todas partes, en el Cielo, en la Tierra y en todos los lugares. Lo importante no es la paz, sino el cumplimiento de la voluntad de Dios». «No es seguro que la paz sea el bien supremo y de ninguna manera es seguro que la guerra sea el peor de los males». Son tiempos para ser muy prudentes y no podemos olvidar que la información forma parte de la guerra. «Si Satanás te promete paz, adopta una espera vigilante».

Hay  rumores, urbi et orbi, de que el Papa Francisco tiene la intención de emitir más decretos ‘restrictivos’ contra el uso del antiguo rito de la Santa Misa, en un futuro próximo, posiblemente poco antes o el Miércoles de Ceniza, la próxima semana. Los dos últimos encuentros del Papa Francisco con ‘San Pío X’  y con la fraternidad de San Pedro, han dejado perplejos a muchos observadores sobre sus verdaderas intenciones. Estos días hemos mencionado el relato dle encuentro de la fraternidad de San Pedro, hoy es  Pagliarani, de San Pío X, el que rechaza la «reserva india» en términos muy claros: «Hay una última cosa que la Fraternidad debe proporcionar. Y es capital. Esta Misa no la queremos solo para nosotros, sino que la queremos para la Iglesia universal. No queremos un altar lateral. No queremos el derecho de entrar a un anfiteatro donde todo está permitido con nuestra pancarta. ¡No! Quiero que tengamos esta Misa para nosotros y para todos. No queremos un privilegio. Es un derecho para nosotros y para todas las almas, sin distinción. Por eso la Fraternidad San Pío X sigue y seguirá siendo obra de la Iglesia. Porque tiene en vista el bien de la Iglesia; no apunta a un privilegio particular. Dios elegirá el momento, la modalidad, la gradualidad, las circunstancias. Pero en cuanto depende de nosotros, queremos esta Misa ya, sin condiciones y para todos».

El caso Zanchetta sigue en las noticias a raíz de la última audiencia del 22 de febrero de 2022, ya hemos hecho mención de lo que ha trascendido. Es muy triste constatar que un caso tan local y que se mueve en el ámbito de una lejana diócesis, incluso para argentina, se ha elevado a caso universal, por la decidida protección del Papa Francisco a su principal protagonista, el acusado y no sus víctimas o los denunciantes.

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Seguimos con muchos artículos sobre la carta de los obispos polacos a sus, por ahora,  hermanos, alemanes. No hay respuesta, salvo el silencio, un vicario ha aparecido despreciando a sus hermanos polacos considerándolos un poco retrasados y perdonándoles la vida, por ahora. Las noticias de casa día son un termómetro, sabemos que son pasajeras, pero en estos momentos tenemos la impresión de las cosas van muy deprisa, la partida puede terminar y se apuran los últimos órdagos, o ahora o nunca.  Una de las tentaciones de la Iglesia hoy, escribe el presidente de la Conferencia Episcopal Polaca, es «comparar constantemente las enseñanzas de Jesús con los avances actuales en psicología y ciencias sociales». Las posiciones actuales sobre la homosexualidad son, por lo tanto, comparables a las posiciones científicas sobre el racismo y la eugenesia que se mantuvieron a principios del siglo XX. El cambio de actitud hacia la sexualidad es atribuible a «delirios ideológicos».  “La Iglesia católica en Alemania es importante en el mapa de Europa y soy consciente de que irradiará su fe o su incredulidad en todo el continente”.

Volvemos a  Italia, y lo traemos aquí porque está,  o estará,  presente en otros muchos países, el debate sobre el llamado «suicidio médicamente asistido». Hemos tenido sentencia sobre un caso que se ha hecho popular y la ley se pretende vender como un intento de dar seguimiento legislativo a una sentencia del Tribunal Constitucional. La realidad es que a la sombra de la sentencia la distorsiona, yendo mucho más allá. No puede aceptarse en modo alguno porque anula  lo que es un delito: favorecer la muerte de una persona extremadamente frágil, vulnerable, como es un enfermo en estado de profundo sufrimiento, y por tanto necesitado de asistencia.  Ayudar intencionadamente a conseguir la muerte prematura de alguien es siempre una acción moral y jurídicamente inadmisible. Las terapias del dolor y otros cuidados paliativos también son un derecho del paciente incurable, hay ley, pero sigue inaplicada por falta de una financiación adecuada y de una organización social y sanitaria generalizada. Estamos en el terreno resbaladizo de la «autodeterminación» del paciente, creando un inexistente «derecho a la muerte» que conlleva  inevitablemente, el deber de quien le asiste de ayudarle al suicidio.

San Juan Pablo II en Evangelium vitae:  “la cuestión de la vida y su defensa y promoción no es prerrogativa exclusiva de los cristianos. Aunque recibe de la fe una luz y una fuerza extraordinarias, pertenece a toda conciencia humana que aspira a la verdad y está atenta y pesa sobre la suerte de la humanidad. Ciertamente, hay un valor sagrado y religioso en la vida, pero de ninguna manera interpela solo a los creyentes: es, de hecho, un valor que todo ser humano puede captar también a la luz de la razón y que, por lo tanto, concierne necesariamente a todos». «La vida se ama y se sirve, no se quita ni se ayuda a quitarla».

Dio la vuelta al mundo el martirio de veintiún cristianos que fueron decapitados como «gente de la cruz» por musulmanes del Estado Islámico  a mediados de febrero de 2015, veinte coptos de Egipto y un compañero de Ghana. Pocas semanas después de la masacre, el «papa» copto Tawadros II los canonizó como mártires. Tenemos libro de  Martin Mosebach, que reconstruye su historia:  «Viaje a la tierra de los mártires coptos», con presentación de Sarah.  Antes de ser decapitados, en boca de los veintiuno hubo un murmullo de «¡Jarap Jesoa!», invocaciones al Señor Jesús, como en las actas de los mártires de los primeros siglos. Casi todos son del Alto Egipto, en El-Or, el presidente egipcio Al-Sisi financió la construcción de una gran iglesia en honor a los mártires, con sus reliquias.

La publicación cuenta el renacimiento asombroso de la vitalidad de la Iglesia Copta, con sus monasterios en el desierto, cada uno con cientos de monjes, muchos de ellos jóvenes. En los cuarenta y un días de prisión antes de la ejecución, los veintiuno no solo no abrazaron el Islam, sino que convirtieron a uno de sus carceleros a la fe cristiana. Los cristianos coptos, fortalecidos por siglos ininterrumpidos de martirio, encienden la esperanza para nuestras Iglesias debilitadas de Occidente. Ciertamente, tiene muy poco que ver todo esto con el tormentoso camino alemán, claramente nuestro sitio está con los mártires, esta es nuestra fe.

«De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

Buena lectura.

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