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LA CARRERA DE IGNOMINIA E IMPUNIDAD DEL CARDENAL HONDUREÑO OSCAR RODRÍGUEZ MARADIAGA

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PRIMERA ENTREGA

PARA QUE LA HISTORIA NO LO OLVIDE: LA CARRERA DE IGNOMINIA E IMPUNIDAD DEL CARDENAL HONDUREÑO OSCAR RODRÍGUEZ MARADIAGA

Los casos en que se ha visto involucrado el cardenal Maradiaga serían suficientes para que cualquier cargo superior a él lo hubiera destituido de inmediato, pero recordemos que estamos en el pontificado del Papa Jesuita Francisco, y en este pontificado las cosas no son tan claras como deberíamos esperar que sean en una institución tan milenaria como lo es la Iglesia Católica Universal.
Este pontificado es el pontificado del silencio, del no diremos nada, del nosotros somos la jerarquía y no le debemos explicaciones a nadie. Si esto realmente es así, entonces el eslogan que debiera caracterizar este pontificado es “todo puede ser descubierto, pero no diremos nada”. Situación lamentable que solo nos lo podemos explicar a través de las famosas reformas encargadas por Francisco a su C9, las que sin lugar a dudas incluirán como precepto el ocultamiento de la verdad.
Pero mientras eso suceda, debemos ir registrando esos hechos históricos y verdaderos que servirán un día para el restablecimiento de la imagen de la iglesia católica y la recuperación del principio supremo del cristianismo como lo es “La Verdad”.

La Masacre en el Río Sumpul

La verdadera personalidad del cardenal Maradiaga se ve revelada desde principios de los años ’80 cuando era obispo de la Diócesis de Copan-Honduras:
A finales de enero de 1982, el sacerdote hondureño Fausto Milla se vio obligado a abandonar el país, “casi como un asilado”, luego de recibir numerosas amenazas de muerte, así como de ser víctima de un intento de secuestro y desaparición.
Milla llevaba a cabo una labor de defensa de derechos humanos en la diócesis de Copán, fronteriza con El Salvador.
Entre acciones que molestaron a los militares, Milla destacó la denuncia de la masacre del Río Sumpul del 14 de mayo de 1980, cuando contingentes militares salvadoreños dieron muerte deliberadamente a un número no inferior a 300 (trescientas) personas no combatientes, inclusive mujeres y niños, que intentaban cruzar el Río Sumpul para huir hacia Honduras. La masacre se hizo posible como consecuencia de la cooperación de las Fuerzas Armadas hondureñas, que impidieron el paso de los pobladores salvadoreños.

Milla también denunció la complicidad, con el ejército, del actual cardenal Rodríguez Madariaga, que por entonces era obispo de la Diócesis de Copán: fue “cómplice de todo lo que los militares nos hacen”, afirmó.
El sacerdote exiliado acusó a Rodríguez Maradiaga de haber desmantelado toda la estructura de apoyo pastoral a los pobres y de lucha contra la represión que había favorecido su predecesor en el cargo, monseñor Jose Carranza. “Mi obispo más parece un coronel sin charretera, que un pastor”, sentenció, para luego concluir con una dura acusación: “Lo que uno no se explica es que nuestros jerarcas superiores, que firmaron documentos como el de Puebla, vengan a ponerse al lado de quienes ese documento de la iglesia condena por ser los interesados en mantener el régimen de la seguridad nacional que significa inseguridad para toda la población y solo seguridad para los dineros que ellos acumulan” arguyo. El cardenal Rodriguez Maradiaga nunca respondió a las acusaciones que le hacíere en su momento el Padre Milla.

Encubriendo a un cura costarisence, acusado de violar a un niño

La historia del encubrimiento por parte de Maradiaga, al sacerdote costarricense Don Enrique Vásquez, entre los años 2002 y 2003 se revela claramente en el libro «Lujuria» del periodista y escritor italiano Emiliano Fittipaldi. Don Enrique fue imputado por la policía de Costa Rica y buscado sin éxito por la Policía Internacional (INTERPOL), por abusos sexuales a un monaguillo de escasos 10 años de edad. Los hechos fueron revelados cuando el menor comenzó a tener insomnio y depresión suicida, y su madre recogió valor para denunciar al cura pedofilo que había abusado de su hijo. Don Enrique Vásquez al verse denunciado ante la fiscalía costarricense y gracias a un soplo, pudo abandonar el país y comenzar una carrera de huida que lo llevaría a diversos países de norte y centro america, haciendo su última parada en Honduras.
Don Enrique obtuvo refugio hasta principios de 2004, en el reino del cardenal Maradiaga, como sacerdote en la parroquia de la pequeña aldea de Guinope perteneciente al arquidiócesis de Tegucigalpa, en el departamento de El Paraíso al oriente de Honduras, y a petición de las autoridades eclesiásticas costarricenses, dijo en su momento el Padre Ovidio Rodriguez.
Maradiaga fue acusado de haber encubierto a un cura violador de menores, y perseguido por la justicia costarricense, pero al día de hoy no ha respondido a las preguntas que se le han formulado sobre el caso.

Apoyo al golpe de estado perpetrado por los militares y grupos de poder (la crisis política de 2009)

Maradiaga muestra nuevamente su verdadera identidad en el año 2009, cuando su natal Honduras atravesaba la situación política más grave en la historia moderna.
En una comparecencia ante todos los medios de comunicación nacionales e internacionales, Maradiaga hace un llamado al depuesto Presidente Manuel (Mel) Zelaya Rosales, para que cese de su intención de regresar al país y retomar el poder presidencial, del cual había sido depuesto por la fuerza, por parte de los militares y los grupos de poder que operan en Honduras.
En una clara manifestación de apoyo a los militares y grupos de poder, Maradiaga aclara a Zelaya que su insistencia y el deseo de retornar al país, solo traerá un baño de sangre en Honduras. Dejando de esta manera que los «golpistas» se quedaran con el mando Presidencial.
Fue masiva la decepción que le causó a todo el pueblo hondureño, incluyendo a su cada vez más pequeña feligresía católica. Este último hecho marcaría para siempre a Maradiaga como el cardenal de las élites ricas, famosas y poderosas de su país.

Los escándalos y Las relaciones homosexuales en Villa Iris

Otro hecho seguido en la cada vez más decadente carrera de Maradiaga, fue cuando en el año de 2011, se revela públicamente una carta enviada al cardenal Maradiaga por parte del Padre José de Jesús Mora ex vicario de los medios de comunicación de la Iglesia Católica de Honduras.
Mora, que vivía en la residencia del Cardenal Maradiaga, hacia del conocimiento a su jefe de las múltiples irregularidades y prácticas homosexuales entre el obispo auxiliar Juan José Pineda Fasquelle y un mexicano de nombre Erick Cravioto, mas conocido como el «padre Erick», el cual nunca ha asistido a un seminario religioso y mucho menos ha sido ordenado sacerdote. Los hechos que Mora informará, fueron cometidos en la propia residencia del cardenal Maradiaga, más conocida como Villa Iris. Para suerte de Maradiaga y Pineda la noticia solo tuvo trascendencia y captó la atención de la sociedad hondureña por algunos días. La gente era escéptica ante las declaraciones del «bonachón» Padre Mora, ya que Maradiaga hizo caso omiso a la misiva.
Mientras Maradiaga buscaba el olvido colectivo del asunto, Mora burlado, ofendido y traicionado por su propio jefe, optó por su retiro de la vida religiosa y hoy lleva una vida como laico.
Para sorpresa del cardenal Maradiaga y su auxiliar Pineda, a finales de ese mismo año 2011, el famoso y mediático Padre Alberto Cutie revela a la luz pública su libro «Dilema», en el que narra entre otras cosas, su vida como clérigo de la Iglesia Católica, Apostolica y Romana, pero en el capítulo 6 expone con lujos de detalles toda la situación que afrontó el Padre Mora y su separación de la Iglesia misma, por denunciar los actos inmorales en la residencia del cardenal Maradiaga la famosa Villa Iris. «……fue simplemente otro sacerdote más que no pudo vivir dentro de un sistema tan disfuncional, deshonesto e hipócrita…» Declara Cutie en su libro.
El público hondureño buscó sin éxito la compra del libro de Cutie, pero el mismo había sido censurado y no se volvió a hablar más del caso.

El crimen de su conductor personal

Otra de las dudas que Maradiaga va dejando como “cabos sueltos” en su carrera de misterios y desprestigios, fue la enigmatica muerte de su conductor personal.
El hecho se cubrió de un manto de misterio cuando el día viernes 11 de enero del año 2013, se reportó a través de los medios de comunicación, la muerte misteriosa del conductor del cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga. La víctima respondía al nombre de Nelson Cárcamo de 41 años de edad, quien siendo empleado de la Universidad Católica de Honduras fue trasladado al Arzobispado de Tegucigalpa, por el propio obispo auxiliar Juan José Pineda. Carcamo tenía más de 10 años de trabajar con el jerarca de la Iglesia Católica Cardenal Rodriguez Maradiaga. La noticia cobro notoriedad al escucharse varias versiones de lo ocurrido, sin embargo, la versión oficial de la Arquidiosesis, aunque difícil de creer, fue que el hecho se produjo cuando el cura párroco de la colonia Lomas de San Ignacio de Tegucigalpa, de nombre Orlando Muyshondt y de origen belga, quiso amedrentar a una serpiente disparándole con su arma de fuego, lo que provocó que la bala se incrustara en el cuerpo de Cárcamo. El hecho tipificado como homicidio involuntario no tuvo más trascendencia y el Padre Muyshondt no pagó su pena. Dias después se supo que Muyshondt abandonó el país para no retornar mas. Hoy se sabe que el caso se encuentra abierto en el Ministerio Público de Honduras, pero por tratarse de un caso que involucra al cardenal Maradiaga, nadie se atreve a hacer más preguntas ni investigaciones.

Corrupción en la Universidad Católica de Honduras

El 14 de julio del año 2016, los medios de comunicación social en Honduras: Radio Globo y Confidencialhn, a tempranas horas del día transmitían un explosivo reportaje producto de su propia investigación y contando con la colaboración de personas muy ligadas a la Iglesia Católica de Tegucigalapa. El documento recogía las experiencias y los conocimientos que tenían de la situación sacerdotes, clérigos, feligreses comprometidos, empleados y ex empleados, y estudiantes de la Universidad Católica de Honduras, entre otros. En dicho documento acusaban a el Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga de apropiación ilícita de caudales de la Iglesia, abuso de poder, maltrato a sacerdotes y religiosos de la Arquidiosesis de Tegucigalpa, como también haber sido expulsado como presidente de la conferencia episcopal de Honduras, depués de que monseñor Ángel Garachana, obispo de la Diosesis de San Pedro Sula en Honduras y actual presidente de la misma conferencia episcopal, lo reprendiera por sus malas prácticas al frente de la iglesia local.
Los hechos se narraban desde las acciones deliberadas y ejecutadas desde los comienzos y al interior de la Universidad Católica de Honduras, lideradas por el propio Rodriguez Maradiaga y materializadas por su principal encubridor el Rector Elio David Alvarenga, con el objetivo de mantener la propiedad y control de todos los centros de estudios universitarios diseminados en todas las Diócesis del país, y asi poder manejar a su antojo los capitales de dicha institución. Se hablaba de la red de corrupción que operaba y se encargaba de drenar fondos de la universidad para lujos del cardenal Maradiaga y su obispo auxiliar Pineda, de relaciones homosexuales del obispo Pineda, de corrupcion sistemática al interior de la Universidad, de la mala gestión administrativa de dicha institución por parte de Alvarenga y su familion, de privación de derechos a los empleados en una institución de la iglesia católica que no hace méritos a sus valores de justicia y verdad.
Pero el hecho que sobresalía, entre todos, era el pago que durante más de 10 años había recibido el Cardenal Rodríguez Maradiaga que ascendía a una cantidad mayor a los Lps. 130,000,000.00 (ciento treinta millones de lempiras), como una especie de sueldo como Gran Canciller y por su asistencia a tres reuniones al año con los ejecutivos de dicha universidad. Esta noticia conmocionó a la sociedad de uno de los países más pobres del mundo, preguntándose tristemente la población: ¿para qué quiere tanto dinero el Cardenal?

Espere nuestra segunda entrega, por:

Laicos de Honduras

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