Muchos de nuestros lectores son sacerdotes, hoy es un día en el que merecen que nos acordemos de ellos de una forma muy especial y los tengamos muy presentes en nuestras oraciones.
En la misa crismal: “Vos autem, fílii dilectíssimi, pro presbyteris vestris oráte, ut Dóminus super eos bona sua abundánter efffundat, quátenus fidéles minístri Christi, Summi Sacerdótis, vos ad eum perdúcant, qui fons est salútis”.
Recordamos la oración de Pío XII por los sacerdotes:
«Oh Jesús, Eterno Pontífice, Buen Pastor, Fuente de vida, que por la singular munificencia de tu dulcísimo Corazón nos has dado a nuestros Sacerdotes para cumplir en nosotros los designios de santificación que tu gracia inspira en nuestros corazones, a Ti te rogamos : ven en su ayuda con tu misericordia de ayuda.
Sé en ellos, oh Jesús, que la Fe viva en las obras, la Esperanza inquebrantable en las pruebas, la Caridad ardiente en las resoluciones. Que tu palabra, rayo de eterna Sabiduría, se convierta, a través de la meditación continua, en el alimento perenne de su vida interior; que los ejemplos de tu vida y de tu Pasión se renueven en su conducta y en sus sufrimientos para nuestra erudición, para luz y consuelo en nuestras penas.
Concede, oh Señor, que nuestros Sacerdotes, desprendidos de todo interés mundano y únicamente solícitos de tu gloria, persistan fieles a su deber con una conciencia pura hasta el anhelo extremo. Y cuando con la muerte de la carne vuelvan a poner en tus manos la entrega bien cumplida, tengan en ti, Señor Jesús, que fuiste su Maestro en la tierra, el premio eterno de la corona de la justicia en el esplendor de los santos».
Y la del mimo Papa por las vocaciones en el día de Jueves Santo:
«Señor Jesús, Sumo Sacerdote y Pastor Universal, que nos enseñaste a orar diciendo: «Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mat. 9, 38), escucha atentamente nuestras súplicas y conmueve a muchas almas generosas , que, animados por vuestro ejemplo y sostenidos por vuestra gracia, deseen ser ministros y continuadores de vuestro verdadero y único sacerdocio.
Que las asechanzas y calumnias del maligno enemigo, secundadas por el espíritu indiferente y materialista del siglo, no oscurezcan entre los fieles ese sublime esplendor y esa profunda estima debida a la misión de quienes, sin ser del mundo, viven en el mundo para ser dispensadores de los misterios divinos. Concede que, para preparar buenas vocaciones, se siga fomentando siempre en la juventud la instrucción religiosa, la piedad sincera, la pureza de vida y el culto a los más altos ideales. Concede que, para sostenerlos, la familia cristiana no deje de ser semillero de almas cándidas y fervientes, conscientes del honor de dar al Señor parte de su abundante descendencia. Haz que a tu Iglesia misma, en todas partes del mundo, no le falten los medios necesarios para acoger, animar, formar y madurar las buenas vocaciones que se le ofrecen. Y para que todo esto se haga realidad, oh amantísimo Jesús del bien y salvación de todos, concede que el poder irresistible de tu gracia no deje de descender del cielo hasta que sea en muchos espíritus; primero la llamada silenciosa, luego la correspondencia generosa y finalmente la perseverancia en el santo servicio.
¿No te aflige, oh Señor, ver tantas multitudes como rebaños sin pastor, sin que nadie les parta el pan de tu palabra, nadie que les ofrezca el agua de tu gracia, con peligro de que se queden en las manos de los lobos rapaces que continuamente los acechan?
No está de más contemplar tantos campos, donde el arado no los ara, ¿dónde crecen los cardos y los espinos, sin que nadie les dispute la tierra? ¿No te duele mirar tus muchos jardines, ayer verdes y frondosos, a punto de volverse amarillos y baldíos? ¿Permitiréis que tantas cosechas ya maduras se desmenuzen y se pierdan por falta de armas para cosecharlas?
Oh purísima Madre María, de cuyas manos compasivas recibimos al más santo de todos los sacerdotes; oh glorioso patriarca san José, ejemplo perfecto de correspondencia a las llamadas divinas; Oh santos sacerdotes que en el cielo formáis un coro predilecto en torno al Cordero de Dios; alcánzanos muchas buenas vocaciones, para que el rebaño del Señor, sostenido y guiado por pastores vigilantes, alcance los pastos más dulces de la felicidad eterna».
Admirados y agradecidos por los miles y miles de sacerdotes que contra viento y marea sirven al pueblo de Dios por toda la tierra. Ellos prometieron el día de su ordenación servir y hoy lo renuevan con el dolor de la propias limitaciones y contando con la fuerza todopoderosa de la gracia divina.
Fílii caríssimi, ánnua redeúnte memória diéi, qua Christus Dóminus sacerdótium suum cum Apóstolis nobísque communicávit, vultis olim factas promissiones coram Epíscopo vestro et pópulo sancto Dei renováre?
Vultis Dómino Iesu árctius coniúngi et conformári, vobismetípsis abrenuntiántes atque promíssa confirmántes sacrórum officiórum, quæ, Christi amóre indúcti, erga eius Ecclésiam, sacerdotális vestræ ordenacionis die, cum gáudio suscepístis?
Vultis fidéles esse dispensatóres mysteriórum Dei per sanctam Eucharístiam ceterásque litúrgicas actiónes, atque sacrum docéndi munus, Christum Caput atque Pastórem sectándo, fidéliter implére, non bonórum cúpidi, sed animárum zelo tantum indúcti?
Gracias a Dios por darnos sacerdotes. Cuando estamos heridos por la batalla, ahí están con su amable bálsamo.
Queridos sacerdotes. Este año aprendan y celebren la Santa Misa tradicional Católica en vuestras parroquias. Os aseguro que será un antes y un después en vuestra vida sacerdotal.