Fallece el obispo de Gerona Francisco Pardo

No ha habido en Gerona, querido Paco Pepe, un obispo a la altura de Tomás de Lorenzana desde la muerte de éste en 1796. Sobresalió José Cartañá Ingles, de corta estatura y fina inteligencia, que acudía a los exámenes finales de los seminaristas mayores, pues había sido profesor de teología en Tarragona cuando le llamaron a la sede de san Narciso. Como una auténtica plaga de langosta le sucedió Jubany, el que fue luego arzobispo de Barcelona. Entró éste en la diócesis como elefante en cacharrería. Muchos beneméritos sacerdotes, alguno de los cuales usted llegó a conocer, sufrieron humillaciones y desprecios sin cuento, con amenazas de auténtico déspota. En los años sesenta, cuando entró el de santa Coloma de Farnés, empezaba a dibujarse en la diócesis dos corrientes, la de los sacerdotes que habían huido en la guerra y ejercido el sacerdocio en otras zonas de España –en Badajoz, varios sacerdotes, otros en Córdoba, como el tío abuelo del fugado Puigdemont– y los sacerdotes ordenados después de la guerra. En más de una ocasión fui testigo de la tensión entre los primeros, contrarios a la independencia, que en su opinión había sido uno de los factores desencadenantes del martirio de la clerecía gerundense, y los nuevos, proclives a los delirios separatistas. Todos los obispos que siguieron a Cartañá se pusieron del lado de los segundos. Traían alguno de ellos lo que se llama ahora «mochila», un pasado de dudosa reputación. Para remate del desastre, se creó una asociación de clérigos levantiscos, agrupados bajo el nombre de Forum Joan Alsina entre cuyos portavoces más procaces se contaba con un sacerdote de una vida turbia, con asesinato incluido por cuestiones homosexuales en la propia vivienda del párroco.
El obispo que acaba de fallecer, que Dios tenga en su gloria, tuvo un comportamiento mejorable con la parte no secesionista de su diócesis. Se negó en redondo a la inclusión de sacerdotes provenientes de otras diócesis no catalanes porque tenía una idea nazi del talante, que aquí llaman taranná, y que hacía especiales –léase superiores– a los naturales del Principado.
Promovió con otros obispos secesionistas –Vives, Planellas, Novell– textos infames del más puro racismo, eso sí, envuelto en el celofán de las buenas palabras.
Convendría recordar que Lorenzana era leonés. Quizás el revulsivo de una diócesis exangüe pudiera ser otro obispo leonés, sin taranná, pero con suficiente valor evang´élico.