DOS ALMAS GRANDES Y ADEMÁS MUJERES

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La juventud de la Isabel la Católica

DOS ALMAS GRANDES Y ADEMÁS MUJERES

En “La Prensa” de hoy nos alegró mucho que en la contratapa apareciera un artículo titulado “Dos grandes mujeres” que son santa Hildegarda de Bingen e Isabel de Castilla, escrito por Myriam Mitrece y Carlos Ialorenzi.

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Las dos han sido honradas por el Instituto de Filosofía Práctica, en el curso figuras ejemplares. La primera con una conferencia de María Delia Buisel titulada: “Santa Hildegarda de Bingen y la representación de dos imágenes femeninas: la Sinagoga y la Iglesia” publicada en la revista Ethos 28, 2013; la segunda con una conferencia de Juan Vergara del Carril.

Vayamos a la primera. Mujer del siglo XI, nació en 1098 y es llamada la “Sibila del Rhin”; su educación la confiaron sus padres a Jutta de Spanheim, abadesa benedictina de San Disibodo: allí el aprendizaje de la lectura era uno con el de la música y la interpretación de instrumentos musicales, pautado con el canto de las horas y las diversas labores monásticas. A los 38 años fue elegida abadesa hasta su muerte en 1179. Sus escritos son copiosos y polifacéticos.

Entre ellos se destacan tres obras visionarias: el “Scivias”, el “Libro de los merecimientos de la vida” y el “Libro de las obras divinas”.ra musical “es uno de los capítulos más bellos y subyugantes de su riquísima personalidad, mientras elaboraba los libros de medicina, compuso un ciclo de 77 canciones que se cierran con una cuasi opera, “El juego de las virtudes”.

Hace cinco viajes invitada por la jerarquía eclesiástica y para ella las horas monásticas son ordenadas así: Maitines, durante la noche; Prima, al despuntar el sol con el canto de laudes; Tertia: tres horas después de la salida del sol; Sexta, al mediodía en el zenit de la luz; Nona, a las tres de la tarde, hora en que murió Cristo; Vísperas, a las 18 hora del crepúsculo y completas, última oración del día antes de acceder al silencio y al sueño.

Dos palabras acerca de la Sinagoga y la Iglesia. En primer lugar, Hildegarda realiza una representación única de la Sinagoga como “cierta imagen de mujer, pálida de la coronilla al ombligo y negra desde el ombligo a los pies; con sangre en sus pies. No tenía ojos.

En su corazón estaba de pie Abraham y en su pecho Moisésy en su vientre los restantes profetas… Recurre a textos de Salomón, Isaías y Ezequiel para el caso de la Sinagoga.

El texto apunta a una oposición entre la Sinagoga y la Iglesia, vista desde los miembros vivos del Antiguo Testamento… No tenía ojos, es decir, los tenía cerrados aludiendo a su ceguera interior, ya que despreciando al Unigénito no contempló la luz verdadera… se quedó en la exterioridad de la ley, fornicó con infidelidad, incluso con los paganos… La defección de la Sinagoga renegando en su impiedad del Hijo de Dios, no la cierra en definitiva a la Promesa que desconoció deliberadamente. Al final de los tiempos después de la derrota del Anticristo la clemencia divina le alcanzará el conocimiento de la Verdad y entrará para siempre en la Iglesia.

La Iglesia como mujer se mantiene erguida, tiene un resplandor rutilante que la rodea; la diadema que rodea su cabeza, engarzada con gemas, sangre preciosa de apóstoles y mártires; un resplandor pendiente de sus brazos simboliza la fortaleza de los sacerdotes puros ofreciendo el sacrificio de la misa unido a las obras de misericordia hacia el prójimo, cercanía a la cruz o al altar.

El papa Benedicto XVI, en el 2012, la proclamó doctora de la Iglesia.

Vamos ahora a Isabel la Católica, una de las grandes figuras de la historia. Durante su reinado concluyó la reconquista de España comenzada por el rey Pelayo en las montañas de Asturias en el siglo VIII.

También se llevó a cabo una de las mayores epopeyas de la humanidad: el descubrimiento, la conquista y la evangelización del nuevo mundo.

Con la ayuda del gran cardenal Jiménez de Cisneros, se inició la reforma de la Iglesia en España, anticipándose al concilio de Trento. En el año 1500 se prohibió la esclavitud, considerándose a los indios como súbditos de la Corona.

Y para concluir, como escriben los autores del artículo, la Fe siempre estuvo presente en sus decisiones políticas, económicas y familiares. Entendió que la reconquista y el descubrimiento eran parte de su misión evangelizadora. La idea de evangelizar las indias impregnó la gesta por entero, incluso en contra de las conveniencias económicas y políticas de España.

Buenos Aires, marzo 14 de 2024.

Bernardino Montejano.

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