DIVORCIO ADMINISTRATIVO
Un proyecto del gobierno muestra desnudo a Milei; no basta el exhibicionismo de sus amores de estudiante, que no respetan su investidura, sino que hay que eliminar toda intervención judicial en los divorcios: hacer más fácil, barato y rápido divorciarse y poder casarse otra vez.
Milei compite con los Kirchner, Lorenzetti, Highton de Nolasco y Kejelmajer, en una siniestra política de Estado tendiente a liquidar el matrimonio, base de la familia.
Hace ya mucho escribimos un opúsculo titulado “Proyecto de reforma dl Código Civil y Comercial, un ensayo crítico” (Del Alcázar, Buenos Aires, Buenos Aires, 2012) en el cual señalamos que, respecto a las relaciones de familia, se partía de un matrimonio devaluado, que esas relaciones, según Ricardo Luis Lorenzetti, estaban regidas por los principios de libertad e igualdad, sin precisión alguna; el objetivo es, según este cortesano-codificador “la democratización de la familia”.
En el art. 416 entre los datos para casarse, y en el art. 420 referente al acta constitutiva, se omite el sexo, con lo cual se acoge el putimonio. Desaparece el deber de fidelidad.
Todo es tan precario, que el art. 436 dispone la nulidad de la renuncia al divorcio, que puede decretarse a pedido de ambos o de uno solo, al día siguiente del casamiento, después de un rápido desengaño diurno o nocturno, en la mesa o en la cama.
Como señala Lorenzetti se suprime todo plazo para que “los cónyuges sean los verdaderos protagonistas también en la ruptura del matrimonio, conforme al principio de la autonomía de la voluntad”.
Pero la voluntad de los cónyuges tiene un límite: los cónyuges no pueden elegir casarse para toda la vida; ya decidieron por ellos tres iluminados, quienes en su cortedad natural no advierten que, en el matrimonio, como en las grandes empresas históricas, los fines pueden cumplirse, si uno está dispuesto a quemar las naves al desembarcar
la separación personal y toda causa para ella y el divorcio, dejan de existir. No existen más para la legislación el adulterio, las tentativas de asesinato, la instigación a cometer delitos, las injurias graves, el abandono voluntario y malicioso.
Se consagra el divorcio “exprés” que ahora Milei ratifica. El matrimonio no es ya una institución, sino un contrato más como el de locación o comodato. Como escribe Enrique Díaz Araujo: “esto no es más que papel mojado, que, en lugar de colocarlo en un álbum, se lo puede colocar en el baño”.
Sin embargo, para Aída Kemelmajer el nuevo proceso de divorcio nada tiene de “exprés”, en tanto exige un trabajo previo y responsable, que hoy la ley no requiere.
El trabajo aludido propone regular los efectos del divorcio incorporando los elementos en que se funda; el otro cónyuge puede ofrecer una propuesta distinta, pero que en ningún caso puede suspender la sentencia de divorcio.
Es interesante destacar la argumentación del proyecto, firmado por el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, el jefe de Gobierno, Guillermo Francos y el presidente Javier Milei: “Se propone implementar un divorcio simplificado, con mayor libertad y menos oneroso, permitiendo de esta manera a los cónyuges a través de un divorcio administrativo, disolver su vínculo matrimonial por mutuo acuerdo, por una vía más simple, más rápida y más económica”.
En “La Nación” diario aparece el rechazo del presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, Ricardo Gil Lavedra, quien dice, que, “no se puede, bajo pretexto de simplificar los trámites, poner en riesgo derechos de los contrayentes”.
Lógica coincidencia entre liberales y social-demócratas, aliados para destruir la familia.
Es interesante comparar esta destrucción de la familia con lo sucedido en la Unión Soviética. En el entusiasmo de la Revolución de 1917, se declaró el matrimonio y divorcio de hecho, pudiendo inscribirse en un registro especial para las estadísticas, por considerarse lo demás una costumbre retrógrada y burguesa.
Los resultados tardaron un tiempo en manifestarse todavía la familia rusa era sólida y estable. Pero en 1928 se calculaba que existían 8 millones de chicos abandonados y que el 90% de los delincuentes juveniles provenía de ese sector, que se organizaba en jaurías humanas que aterrorizaban a la población.
El desorden social, producido por la aplicación de ideologías disparatadas, amenazaba a la “dictadura del proletariado”, que tuvo que volver con la frente marchita, aunque a disgusto y parcialmente al orden natural.
En 1936 se implantó el casamiento formal y el divorcio judicial. Se declaró el amor libre una supervivencia burguesa, postulando una familia comunista sólida y estable.
Cada vez era más difícil divorciarse. Desde 1944 había que pasar por un tribunal de conciliación y un nuevo tribunal, podía conceder el divorcio o denegarlo, si existían hijos menores o los motivos invocados no eran graves.
No existía divorcio por mutuo consentimiento y existían sanciones sociales y políticas para los divorciados, mientras el Estado Soviético postulaba una familia comunista, sólida, estable y numerosa.
El comunismo había aprendido y experimentado la advertencia de Augusto Comte: “El uso del divorcio no puede constituir sino un primer paso hacia la entera abolición del matrimonio”.
Es el uso que hoy promociona, abarata y simplifica el liberal Gabriel Milei, hombre mediocre, inculto y prepotente, que bien podría estudiar las experiencias ajenas.
Buenos Aires, octubre 15 de 2024. Bernardino Mntejano