Todos los maestros de Bergoglio, pero él hace lo suyo

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Después de tantas biografías narrativas del papa Francisco, ésta es la primera que justamente lleva el título de «biografía intelectual«. Su autor, Massimo Borghesi, es profesor de filosofía moral en la Universidad de Perugia y está muy cerca de Jorge Mario Bergoglio desde mucho antes que fuese elevado al papado, al mismo nivel que ese círculo de amigos cuyo nombre más conocido es el del vaticanista Andrea Tornielli, todos pertenecientes a la rama romana de Comunión y Liberación encabezada por el sacerdote Giacomo Tantardini.

Pero además de la pluma de Borghesi, este libro es hijo también de la palabra viva del mismo papa Francisco, quien en cuatro ocasiones – las dos últimas fechadas el 13 de marzo de 2017, en el cuarto cumpleaños de su pontificado – ha entregado al autor otras tantas grabaciones de audio, muchas veces citadas en el texto y todas destinadas a señalar las fuentes de su formación.

Es una biografía, entonces, que en parte es también autobiografía. Y parte precisamente de una revelación hecha aquí por primera vez por Bergoglio en persona, según el cual en el origen de su pensamiento estaría el teólogo jesuita francés Gaston Fessard – genial estudioso de Hegel, sin ser hegeliano – con su libro de 1956 sobre la «dialéctica» de los «Ejercicios espirituales» de san Ignacio [de Loyola].

En efecto, es ante todo de Fessard – confirma y argumenta Borghesi – que Bergoglio obtuvo ese pensamiento suyo marcadamente antinómico, amante de las contradicciones. Pero además habría habido otros autores de elevada inteligencia que consolidaron su pensamiento, Erich Przywara y Henri de Lubac, también ellos jesuitas, Alberto Methol Ferré, filósofo uruguayo, y sobre todo, pero más tarde, Romano Guardini, con su ensayo juvenil de 1925 titulado «Der Gegensatz», en español «El Contraste», sobre el cual Bergoglio quiso configurar su tesis de doctorado en los pocos meses de estudio transcurridos por él en Alemania en 1986, tesis rápidamente abandonada y jamás escrita.

Borghesi explica en forma competente el pensamiento de estos grandes teólogos y filósofos. A ellos agrega, entre los inspiradores de los que el mismo Bergoglio se dice deudor, otras estrellas de primera magnitud como Michel de Certeau y Hans Urs von Balthasar. Y hace de todo para mostrar cómo en los escritos de Bergoglio lejanos y cercanos en el tiempo, tanto antes como después de su elevación al papado, revive la genialidad de estos maestros suyos.

Pero es precisamente en este pasaje de los maestros a su discípulo que la reconstrucción de Borghesi es más discutible.

Es verdaderamente arduo, por ejemplo, individualizar el fruto maduro de la «dialéctica» de Fessard o del «contraste» de Guardini en los cuatro «postulados» que el papa Francisco colocó en el centro del texto programático de su pontificado, la exhortación «Evangelii gaudium», y que ha relanzado en la encíclica «Laudato si'» y al comienzo de su otra exhortación que es «Amoris laetitia».

Es verdad que el mismo Francisco ha revelado hace tres años, a los autores argentinos de otra biografía suya, que el capítulo de «Evangelii gaudium» con los cuatro postulados es la transcripción de un trozo de su tesis incompleta de doctorado sobre Guardini.

Pero al ver como este ejercicio suyo como estudiante – ejercicio ahora promovido a magisterio pontificio – termina inexorablemente demolido apenas es sometido a un análisis elemental, eso lleva a pensar que el abismo entre Bergoglio y sus celebrados maestros es verdaderamente muy profundo:

> Los cuatro clavos de los cuales Bergoglio cuelga su pensamiento
> También Bergoglio tiene sus principios no negociables

El primero de estos cuatro postulados, efectivamente, según el cual «el tiempo es superior al espacio», significa más banalmente que el papa Francisco quiere que los «procesos» evolutivos muy queridos por él triunfen sobre los aparatos estáticos de poder, eclesiásticos y los que no los son.

Mientras que el tercer postulado, según el cual «la realidad es superior a la idea», no es más que una reedición del lugar común seudo conciliar del primado de la ortopraxis sobre la ortodoxia, o, en otras palabras, de la prioridad de la «pastoral» sobre la doctrina.

En cuanto a la naturaleza de la Iglesia como «complexio oppositorum», es decir, como junto de instituciones y acontecimiento, de misterio-sacramento y palabra, de singularidad y comunidad, de interioridad y culto público, el pontificado de Francisco muestra como él no ama en absoluto este enriquecimiento reciproco entre los opuestos, vale decir, quiere deprimir o abandonar lo que en una u otra oposición juzga estática o superada. Su frialdad respecto a la liturgia está a la vista de todos, al igual que su insensibilidad para la categoría de lo bello y su devaluación de la doctrina y de la institución.

Se dice – y Borghesi lo reconoce – que Bergoglio no ha estudiado ni asimilado toda la obra de sus maestros, sino que solo ha leído pocas cosas y aisladas, acogiendo a su modo algún punto [spunto].

Esto explica la falta de homogeneidad de sus escritos, también los magisteriales, en los cuales pone juntos materiales de los más diversos.

Pero más todavía explica la diferencia abismal que hay entre sus insignes maestros y los personajes de los que se vale el papa Francisco como propios confidentes y ghostwriter: desde el jesuita Antonio Spadaro, retorico fabulador, al argentino Víctor Manuel Fernández, teólogo de fama menos que mediocre, conocido en el mundo por un primer trabajo que lleva por título: «Sáname con tu boca. El arte de besar», también alentado por su amigo convertido en Papa incluso para transcribir en «Amoris laetitia» extractos enteros de sus confusos artículos de hace doce años sobre la moral familiar.

Otro signo de confusión es la misma predilección que Francisco reserva a los dos teólogos franceses muy queridos por él, de Lubac y de Certeau, mostrando que ignora que de Lubac rompió con de Certeau, ex discípulo suyo, y que le dirigió criticas durísimas: lo acusó de ser un «joaquinista» infatuado, como el visionario fraile medieval, de una presunta época de oro del espíritu puro, libre de todo vínculo con la institución eclesiástica.

Además, en la «biografía intelectual» de Bergoglio escrita por Borghesi, hay evidentes omisiones. Sobre Walter Kasper el silencio es total, a pesar de que Francisco se ha declarado su lector y admirador desde su primer «Angelus» después de su elevación al papado, y que luego lo haya gratificado con inmensos elogios – el saber hacer «teología de rodillas» –, además de haberlo promovido como teólogo-guía de los giros en materia de matrimonio y divorcio y del primado de las Iglesias locales sobre la Iglesia universal.

No hay ni siquiera una palabra sobre Rodolfo Kusch, el antropólogo argentino del cual el papa Francisco dijo recientemente que ha asimilado su concepto de pueblo. Y esto a pesar de que en el libro de Borghesi son muchas las páginas sobre el «populismo» de Bergoglio.

Y naturalmente resalta la ausencia, entre las lecturas de Bergoglio, de Joseph Ratzinger teólogo, ni siquiera como autor de los libros sobre Jesús. Pero este es un vacío que ayuda todavía más a entender.

Comentarios
6 comentarios en “Todos los maestros de Bergoglio, pero él hace lo suyo
  1. Se me viene a la cabeza un tal San Pedro, que creo recordar fue el primer Papa, nombrado por Jesucristo. Creo que no presumía de estudios ni a nadie se le ocurrió echárselo en cara.

  2. » Su frialdad respecto a la liturgia está a la vista de todos, al igual que su insensibilidad para la categoría de lo bello y su devaluación de la doctrina y de la institución.»

    Perfecto retrato de Magister y sus autores de referencia. Se decalifica completamente al Papa con el gran argumento intelectual de que «está a la vista de todos». Lo que está a la vista de todos los que lean a Magister es que se dedica a poner a caldo al Papa con cualquier excusa. Y a la vista de los que lean algo más que lo hace por cuenta de los dirigentes opusinos y su insaciable lucha por el poder.

  3. ¿Sandro Magister es católico? Por favor, aclárelo. Es lo mínimo para quien se pasa la vida hablando de la Iglesia y criticando ferozmente al Papa.

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