«The Benedict Option» («La Opción Benito/Benedicto») ha cruzado el Atlántico y se ha convertido en una cuestión de interés mundial. Una cuestión de importancia, porque concierne al futuro del cristianismo en una época cada vez más poscristiana.
El americano Rod Dreher, autor de la propuesta y del libro, está recorriendo Francia en estos días para un ciclo de conferencias y ha concedido una larga entrevista al mensual católico «La Nef». Su libro ha sido traducido en francésy pronto lo estará en otros idiomas.
Pero ha sido el ataque frontal que «La Civiltà Cattolica» ha lanzado desde Roma contra «La Opción Benedicto» lo que ha elevado aún más el nivel de la polémica.
Dreher no es católico. Lo fue en el pasado, hoy es ortodoxo ruso. Pero es sobre todo en ámbito católico e, inicialmente, en el catolicismo de los Estados Unidos, que su propuesta ha tenido mucha resonancia y ha producido una discusión muy acalorada.
Es una propuesta que, efectivamente, cuestiona de manera radical –además de compararlos entre ellos– tanto el actual pontificado de Francisco, como el de su predecesor Benedicto XVI.
El Benedicto de la «opción» no es el Papa Joseph Ratzinger, sino Benedicto (Benito) de Nursia, el gran santo de los siglos V y VI que supo generar un increíble renacimiento de la fe y de la cultura cristianas en el caos que siguió a la caída del Imperio romano; ese renacimiento que el otro Benedicto, el Papa, evocó de manera magistral en su memorable discurso del 12 de septiembre de 2008 en París, en el Colegio de los Bernardinos, proponiendo fundamentalmente a los católicos de hoy recoger su lección y relanzarla, en el actual paso de civilización.
No sorprende, por lo tanto, que desde Roma, de un papa como Francisco que defiende una visión opuesta, se haya prohibido «La Opción Benedicto» a través de ese portavoz orgánico de Jorge Mario Bergoglio que es «La Civiltà Cattolica», dirigida por el jesuita Antonio Spadaro.
Ya el pasado 10 de octubre, en una conferencia en los Estados Unidos, en la Universidad de Notre Dame, el padre Spadaro había atacado «La Opción Benedicto» acusándola de ceder al «complejo de Masada», expresión tomada del nombre de la fortaleza sobre el Mar Muerto, en la que un millar de judíos se atrincheraron bajo el asalto de las legiones romanas, tras la caída de Jerusalén en el año 70, acabando al final dándose la muerte.
Pero el artículo de apertura de «La Civiltà Cattolica» del número del 20 de enero ha elevado el tono, haciendo intuir por el título hacía dónde iba dirigido su ataque:
> Qual è il compito dei cristiani nella società d’oggi? «Opzione Benedetto» ed eresia donatista
El autor del artículo, el jesuita belga Andreas Gonçalves Lind, le ahorra a Dreher la acusación formal de herejía. Pero se queda cerca, porque identifica su «opción» con la de uno de los herejes cristianos más conocidos del tardo imperio, Donato, contra el que san Agustín combatió con todas sus fuerzas.
Y qué significa la herejía «donatista», puesta hoy en la mira por «La Civiltà Cattolica», lo describe muy bien el propio Dreher en su réplica traducida más abajo, llena de citas textuales de los cargos de los que es acusado y su puntual defensa del sentido auténtico de «La Opción Benedicto».
Pero antes de dar espacio al toma y daca, es útil incluir dos observaciones que el propio Dreher hace en la entrevista a «La Nef». Las dos con referencia al otro Benedicto, el Papa.
La primera:
«En 1969, Joseph Ratzinger ya había previsto la situación actual. Había predicho que la Iglesia habría atravesado una dolorosa fase de penitencia, durante la cual perdería su poder y sus privilegios; que muchos caerían pero que los creyentes valerosos permanecerían. Concluía: ‘Cuando las pruebas de este periodo de sanación se hayan superado, esta Iglesia más simple y más rica espiritualmente saldrá más grande y reforzada’. Y añadía: ‘Entonces, los hombres verán el pequeño grey de los creyentes con una mirada nueva. Lo verán como esperanza de algo que también está destinado para ellos, como la respuesta que ellos habían buscado en secreto’. El futuro de la fe en Occidente dependerá de nuestra manera de vivir esta profecía».
Y la segunda:
«Benedicto XVI, de nuevo él, tenía realmente razón cuando dijo que los dos argumentos más fuertes a favor de la Iglesia son el arte cristiano y los santos. La lógica y la razón tienen su lugar, pero la conversión nace sobre todo de un encuentro con la belleza (el arte) y la caridad (los santos). Elevemos los estandartes de la Belleza y del Bien para convertir a este mundo antirracional, porque son los que lo llevarán, seguramente más que todo el resto, a la verdad. Éste es el objeto del nuevo libro sobre el que estoy trabajando. En él analizo cuanto dijo Benedicto XVI a la luz del pasaje más caracterizador de la novela ‘Sumisión’ de Houellebecq: la experiencia mística vivida por el protagonista cuando va en peregrinación a Rocamadour y reza delante de la Virgen. Me surge una pregunta: ¿cómo habría podido prepararse a decir ‘sí’ a lo que sintió entonces? Pienso que Benedicto XVI tiene la respuesta e intentaré explicarla».
El texto íntegro de la entrevista de «La Nef» puede leerse aquí:
> Nouvel entretien exclusif avec Rod Dreher
Y éste es el texto íntegro de la amplia réplica de Dreher al artículo de «La Civiltà Cattolica»:
Lo que sigue es un extracto.
*
NO ES VERDAD QUE PROPONGO A LOS CRISTIANOS RETIRARSE DEL MUNDO
por Rod Dreher
El meollo de la queja del padre [Andreas Gonçalves] Lind es que «La Opción Benedicto» defiende un donatismo actual, la herejía del siglo IV que proclamaba un rigorismo moral estricto y negaba la validez de los sacramentos administrados por sacerdotes que no habían resistido adecuadamente la persecución romana.
He aquí el centro de su objeción:
«Sin, obviamente, caer en la herejía, en Dreher se captan ecos de la voz de Donato: ‘Si las Iglesias de hoy quieren sobrevivir a la nueva edad oscura, deben dejar de ser normales. Necesitaremos comprometernos más profundamente en nuestra fe y tendremos que hacerlo de maneras que parezcan extrañas a los ojos de nuestros contemporáneos. Si redescubrimos el pasado, si recuperamos el culto litúrgico y el ascetismo, si centramos nuestra vida en la comunidad eclesial y si reforzamos la disciplina de la Iglesia, conseguiremos, con la gracia de Dios, volver a ser aquel pueblo especial que siempre deberíamos haber sido. Este centrarse sobre la formación cristiana dará como fruto no sólo cristianos más fuertes, sino también una nueva evangelización, porque la sal adquirirá de nuevo su sabor’.
«En su voluntad de identificarse con la Iglesia primitiva de los mártires perseguidos, los donatistas no aceptaban un modo distinto de vivir y practicar la fe. También en el nuevo contexto histórico, en el que ya no había persecución, sentían que su ser perseguidos confirmaba su ser verdaderos y buenos cristianos.
«Al hacer así, esos cristianos cismáticos constituyeron un pequeño partido de ‘gente pura’. Contraponiendo ‘integer’ a ‘profanus’ come la diferencia principal entre quien pertenecía y quien no pertenecía a la Iglesia, los donatistas tendían a admitir sólo miembros irreprensibles».
He aquí el problema. Y es un problema que se ha repetido en la retórica del Papa Francisco. ¿Hay católicos rígidos, amargados y extremistas? Claro que los hay. Pero Francisco y sus defensores tienen la terrible y profundamente injusta costumbre de tachar de «rígidos» a sacerdotes y laicos que, simplemente, creen en la fe católica y que quieren vivirla como es proclamada con autoridad, a veces incluso según la forma litúrgica antigua.
El amplio trabajo de Christian Smith sobre las creencias e identidades religiosas de los jóvenes americanos –no sólo católicos–, revela tendencias que deben ser altamente preocupantes para cualquier cristiano serio, incluido el Romano Pontífice: «La mayoría de los jóvenes adultos ven la religión como una formación para ser buenas personas. Y piensan que, básicamente, lo son».
He viajado mucho por los Estados Unidos y el extranjero investigando y hablando sobre «La Opción Benedicto». Repetidamente oigo el mismo mensaje, no importa dónde esté: los jóvenes adultos de hoy en día que se identifican como cristianos saben poco o nada sobre la fe cristiana, tanto en términos de contenidos como de práctica en la vida diaria. Hasta el punto que si tienen realmente fe, normalmente suele ser sólo emotiva.
Por lo tanto: cuando oigo a burócratas profesionales de la Iglesia como el padre [Antonio] Spadaro diciendo al mundo que se relaje, que todo va bien, que las preocupaciones de cristianos como yo «no tienen nada que ver con la realidad», me enfurece. Es un intento de anestesiar a los fieles. Es una mentira interesada que le costará a mucha gente su alma.
Y, sin embargo, al padre Lind lo que le preocupa son los «católicos» rígidos que quieren practicar un catolicismo ortodoxo y criar a sus hijos siendo católicos creyentes y fieles.
El padre Lind cita a san Agustín contra los donatistas:
«Mientras la opción Benedicto de Dreher quiere construir comunidades en las que la disciplina esté ‘reforzada’, con el fin de asegurar un cristianismo que se presume más verdadero y más sano, los escritos de Agustín dirigidos a los donatistas subrayan otros aspectos como, por ejemplo, la paciencia hacia los pecadores, también en consideración del valor del mantenimiento de la comunión.
«La opción Benedicto no implica automáticamente la arrogancia que Agustín percibía en la actitud de los donatistas. Sin embargo, la llamada a ‘reforzar la disciplina de la Iglesia’ es eco de la rigidez moral donatista. Además, la voluntad de construir pequeñas comunidades de ‘cristianos fuertes’ podría borrar la importancia de virtudes cristianas como la humildad, la paciencia y la tolerancia –muy presentes en los escritos de Agustín–, comprometiendo la comunión entre los creyentes y la formación de relaciones de paz en el mundo».
Éste es un error fundamental del padre Fr. Lind, que confunde la creencia donatista según la cual la Iglesia debe ser estrictamente una sociedad de los puros con una fundamentalísima creencia cristiana católica de que deberíamos intentar ser santos. Todos los pecadores son acogidos en la Iglesia, porque la Iglesia no tiene a nadie dentro de ella que esté sin pecado. La vida cristiana es una peregrinación hacia la madurez en la similitud con Cristo. Todos caemos, pero para esto están la confesión y la reconciliación. Da la impresión que a cristianos como el padre Lind no les importa la santidad. Seguramente esto no es así, pero lucho sinceramente por comprender para qué está, según ellos, la Iglesia y la vida con Cristo.
Más del padre Lind:
«Una característica ulterior de la actitud donatista que asombró mucho al teólogo dominico Yves Congar es la hostilidad hacia las instituciones seculares. Los donatistas tendían a rechazar el colaborar con las autoridades del imperio, que para ellos representaban los poderes paganos. En su perspectiva teológica, la pureza de una práctica cristiana implicaba el rechazo a participar, colaborar o comprometerse con los paganos en sus instituciones no cristianas.
«En este sentido, los donatistas eran, efectivamente, una ‘polis paralela’. Al contrario, los católicos como Agustín permanecieron unidos a algunas instituciones imperiales y se sintieron obligados a considerar a los donatistas cristianos cismáticos».
Esta es una flagrante tergiversación de mi trabajo. La idea de “polis paralela” está introducida en «La Opción Benedicto» de la siguiente manera:
«[El disidente checo Vaclav] Benda contribuyó de manera relevante al movimiento disidente con la idea de una ‘polis paralela’ —una sociedad separada, pero porosa, que coexistiera con el orden comunista oficial. Flagg Taylor, un filósofo político americano y experto en los movimientos disidentes checos, dice que ‘la teoría de Benda era que los disidentes no podían sólo protestar contra el gobierno comunista, sino que tenían que comprometerse de manera positiva con el mundo’.
«Poniendo en peligro su vida y la de su familia (él y su mujer tenían seis hijos), Benda rechazó la marginación. No veía ninguna posibilidad de colaboración con los comunistas, pero rechazó también el quietismo, considerándolo un fracaso ante la imposibilidad de demostrar una preocupación verdaderamente cristiana por la justicia, la caridad y el testimonio evangélico de Cristo en la esfera pública. Para Benda, el mandato de Havel de ‘vivir en verdad’ sólo podía significar una cosa: vivir como cristiano en comunidad.
«Benda no defendía retirarse a vivir en un gueto cristiano. Insistía que la polis paralela debía entenderse como una lucha para la ‘conservación o la renovación de la comunidad nacional en el sentido más amplio de la palabra —junto a la defensa de todos los valores, las instituciones y las condiciones materiales a los que está vinculada la existencia de dicha comunidad’.”
El padre Lind quiere hacer creer a sus lectores que yo estoy diciendo a los católicos y a otros cristianos que se retiren del mundo para evitar ser contaminados. De hecho, en el contexto de la narrativa del libro, la «polis paralela» se originaría sobre todo cuando a los cristianos no se les permite ser cristianos en la escena pública.
Tal vez esto no tenga sentido para el padre Lind, que enseña en la Universidad Jesuita de Namur, en Bélgica (donde, por cierto, la fe católica está por los suelos y apenas respira). No sé cuál es la situación en referencia a la Iglesia y el Estado en Bélgica. Aquí, en los Estados Unidos, estamos en una época en la que las universidades e instituciones cristianas se enfrentan a penas severas si no adecuan sus enseñanzas y las normas internas al dogma LGBT y a la ideología de género.
Como dejo claro en el libro, no se trata de especulaciones vanas. He entrevistado a una serie de profesores de Derecho y de profesionales en estos campos. Ven lo que está llegando, aunque el padre Lind no lo vea.
Hay mucho más en su artículo, pero acabo con esto:
«En consecuencia, sobre la opción Benedicto pesa una mirada pesimista respecto a la sociedad contemporánea. Aunque la afirmación de la libertad religiosa es esencial, si se quiere que los cristianos puedan practicar su fe, Dreher no parece interesado en mostrar la importancia del verdadero diálogo, que surge de esa dignidad humana de la que derivan todas las libertades».
Vale, tiene razón. Miro con pesimismo a las sociedades contemporáneas. ¿Cómo podría un cristiano ortodoxo, con la «o» minúscula, que está atento, no ser pesimista? También el Papa Francisco es, según cuanto escribe su biógrafo [Austen Ivereigh], ¡“apocalíptico”! Claro que Dreher quiere hablar con otros –»La Opción Benedicto» llama explícitamente a la colaboración abierta entre cristianos y otros (menciono a los judíos en particular) que comparten nuestro punto de vista contracultural hacia el mundo, si no nuestras convicciones teológicas– pero no tengo interés en las ideas asimilacionistas fracasadas de los jesuitas modernos. Éstas podrían haber parecido razonables en 1968, pero conocemos los frutos de ese enfoque: el fracaso.
Tengo confianza en que los católicos que quieran que su fe sobreviva a este particular apocalipsis, transmitiéndola a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, se unan a mí y a otros cristianos de buena voluntad para intentar forjar un nuevo camino, surgido de las ruinas de la cristiandad contemporánea. Tal vez sea un shock para muchos, pero hay tradiciones anteriores a 1965 en la Iglesia católica que tienen mucho que decir a los católicos de hoy –y a todos los cristianos. Es el mensaje principal de «La Opción Benedicto». Mi propio enfoque puede ser, obviamente, erróneo, y acojo cualquier corrección que quieran hacer. Pero prefiero intentar algo serio para resistir a las piadosas estrategias de capitulación.
———-
Naturalmente, la crítica de «La Civiltà Cattolica” al libro de Dreher no ha sido la única. También otros, con diversas razones, han contestado en “La Opción Benedicto” la propuesta planteada a la comunidad cristiana de retirarse de la escena política.
Entre las críticas de este tipo, es particularmente interesante la de Bernard Dumont, director de la revista «Catholica«.
Su comentario puede leerse en esta otra página de Settimo Cielo:
El argumento de Hugo es el típico marxista: el demócrata soy yo. Cristo no fue integrador, fue excluyente: » el que no está conmigo, está contra mí» o «nadie va al Padre si no es por mí». No hay otras opciones, ni todas las religiones tienen algo divino, ni monsergas buenistas.
Salmantino cariño, ¿Quien ha dicho que haya que sacrificarlo todo a la unidad?
Muy al contrario.
La unidad es imposible.
Lo que pasa es que hasta ahora fuisteis vosotros quienes estabais en el poder, y ahora es realmente posible un cisma queos separe de Roma (ójala)
Habéis disfrutado de años de oscuridad con Wojtila y como los ciegos que se operan y recuperan la vista no os acostumbráis a la luz.
Por mi puedes afirmar vuestra exclusiva propiedad del calificativo «católico»….total para lo que importa…
Yo también te quiero Carlos.
No tanto como para soportar tus vomitivos versos, pero te quiero.
Es lógico que no te hayas cruzado a nadie más bobo que yo.
Por el bunker debe pasear muy poca gente.
En cualquier caso si eres tu el que me considera bobo, es que debo ser licenciado en Harvard, porque tu tienes menos luces que la mina conchita.
Hugo, cuanta superficialidad. Según tu, ¿hay que sacrificarlo todo a la unidad y a la integración?. ¿Te suena «¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no; más bien he venido a traer división. Pues de ahora en adelante hasta en una casa de cinco personas habrá división: tres contra dos y dos contra tres.El padre estará contra del hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»?. Esto de la división no debe ser necesariamente malo, si el mismo Señor indicaba que El podría ser fuente de división. No creo yo que la división atribuible a intentar ser fiel a la palabra de Dios en su totalidad y a la tradición de la Iglesia sea nada negativo, y desde luego nada malo a los ojos del Señor.
Por otro lado, independientemente de lo que pase, los católicos que de una manera sincera aunque imperfecta intentemos ser fieles a lo que se nos ha transmitido nunca nos iremos de la Iglesia, seremos la Iglesia. Incluso aunque las estructuras terrenales bajo ese nombre nos expulsen.
Los heresiarcas jesuíticos acusando de herejía, por supuesto con sofismas y trampas saduceas. Como Caifás en el sanedrín. Esto es la monda.
Este tar-hugo es el tio más bobo que me he cruzado en muchos años!
Se nota que en Civilitá Cattolica son demasiado ortodoxos.
Pretenden que Roma tenga una respuesta que permita que los integristas y los cristianos normales puedan convivir juntos.
El integrismo nunca es integrador. Es siempre separador, divisor.
Si no pueden modificar el entorno donde se mueven simplemente se buscarán otro y dirán que el suyo es el bueno.
Siempre han actuado así.
Pero por fin hay un Papa dispuesto a que si quieren marcharse pues que se vayan.
Bienvenido sea.
Y a ti Sandrno, cappo di tutti cappi, se te acabará el chollo.
Pues con perdón de S. S. Benedicto XVI, a quien Dios guarde muchos años, pero la verdad atrae mucho más que la supuesta «belleza» de lo que se considera «arte» cristiano hoy.
Los santos y la belleza que ha generado la Iglesia siempre ayudarán, pero , desde el Vaticano II la Iglesia se niega a usar una potentísima bala que tiene en la recámara: la verdad, (con minúscula), la pura, simple y llana verdad. Es decir, difundir las cosas como han sido enfrentándose a la mentira.
Si bien los medios de comunicación son, por termino general muy contrarios a la Iglesia, no menos cierto es que ésta conserva millares de colegio y universidades, en los que, sin traba alguna se puede difundir la verdad y contrarrestar grandemente el ataque de los contrarios.
Algunos verdades que la Iglesia se niega a difundir, y que se me ocurren a bote pronto: la revolución francesa, o sea, la masonería fué un desastre para el patrimonio artístico europeo y para los trabajadores del siglo XIX. Se les enseñan las imágenes de cómo quedaron los monasterios y las condiciones laborales de los trabajadores en, por ejemplo 1840 comparados con los derechos que tenían con los gremios anteriores. .
Las religiones no son causa de guerras sino la economía, la avaricia o, sobre todo en el siglo XX, los ateos, en su vertiente nazi, comunista y masónica. Se les mencionas las personas y los que hicieron.
La Iglesia no está en contra del progreso y de la ciencia, se les muestra el asunto Galileo y los centenares de científicos católicos de los dos sexos a lo largo de los siglos.
Seguramente hay mas temas que se pueden ocurrir , pero lo que de ninguna manera se puede hacer es callar y omitir la verdad. Sin ella, no nos podemos quejar de que la gente esté a ciegas y que la Verdad, esta sí con mayúsculas, no llegue a ella.
Frente a la misericorditis rosagay, recortadora del evangelio, para incluir a quienes no quieren ser incluídos y excluir a los católicos, cualquier otra opción será buena, pero no se trata de opciones sino de ser católicos, de fidelidad a la Iglesia Católica, a Jesucristo, quien sólo fundó una Iglesia, inspirada e impregnada por el evangelio, la buena nueva de la salvación.