De las cinco «dubia» presentadas al papa Francisco y dadas a conocer por cuatro cardenales respecto a la recta interpretación de «Amoris laetitia«, tres de ellas hacen referencia a un anterior documento papal, la encíclica «Veritatis splendor«, promulgada en 1993 por Juan Pablo II. En ellas, los cardenales preguntan si continúan siendo válidas tres verdades de fe reafirmadas con fuerza por esa encíclica.
En la duda número dos ésta es la verdad de la que los cardenales piden confirmación:
– la existencia de normas morales absolutas, válidas sin excepción alguna, que prohiben actos intrínsecamente malos (Veritatis splendor, n. 79).
En la duda número cuatro ésta es la otra verdad sobre la cual buscan orientación:
– la imposibilidad que «las circunstancias o las intenciones» trasformen «un acto intrínsecamente deshonesto por su objeto en un acto subjetivamente honesto o justificable como elección» (Veritatis splendor, n. 81).
Y por último, en la duda número cinco, ésta es la otra verdad sobre la cual esperan una aclaración:
– la certeza que la conciencia jamás está autorizada para legitimar excepciones a las normas morales absolutas que prohiben acciones intrínsecamente malas por su objeto (Veritatis splendor, n. 56)
Hasta ahora, Jorge Mario Bergoglio no ha dado respuesta a ninguna de estas «dubia». Pero si retrocedemos en el tiempo, al momento en que era arzobispo de Buenos Aires, vemos que les dio respuestas, seguras y reconfortantes.
En octubre del año 2004, con ocasión de la inauguración de la Cátedra Juan Pablo II en la Pontificia Universidad Católica Argentina, se celebró un congreso teológico internacional para profundizar justamente las enseñanzas de la «Veritatis splendor».
Atención. La «Veritatis splendor» no es una encíclica menor. En marzo de 2014, en uno de sus raros y muy meditados escritos como Papa emérito, Joseph Ratzinger, al indicar las encíclicas a su juicio «más importantes para la Iglesia» de las catorce publicadas por Juan Pablo II, primero citó cuatro, con pocas líneas para cada una, pero después añadió la quinta, precisamente la»Veritatis splendor», a la que dedicó una página entera, definiéndola «de inmutada actualidad» y concluyendo que «estudiar y asimilar esta encíclica sigue siendo un deber grande e importante».
En la «Veritatis splendor» el Papa emérito ve que se devuelve a la moral católica su fundamento metafísico y cristológico, el único capaz de vencer la deriva pragmática de la moral corriente, «en la que ya no existe lo que es verdaderamente mal y lo que es verdaderamente bien, sino sólo lo que desde el punto de vista de la eficacia es mejor o peor».
En otras palabras, el adversario contra el que se enfrentaba «Veritatis splendor» era la ética «de la situación», la corriente laxa en auge entre los jesuitas en el siglo XVII y que jamás desapareció, más bien, hoy está todavía más difundida en la Iglesia.
Ahora bien, entre los expositores de ese congreso el primero fue Bergoglio. Su intervención se puede releer en las actas publicadas en el año 2005 por Ediciones Paulinas, de Buenos Aires, en un volumen que tiene como título: «La verdad los hará libres».
Un intervención, la de Bergoglio, de fuerte e indudable adhesión a las verdades reafirmadas por la «Veritatis splendor» y en particular a las tres recordadas líneas arriba, es decir, justamente a las que hoy parecen tambalear, luego de la publicación de «Amoris laetitia».
Por ejemplo, en la página 34 del libro, el entonces arzobispo de Buenos Aires afirma que «sólo una moral que reconozca normas morales válidas siempre y para todos, sin ninguna excepción, puede garantizar el fundamento ético de la convivencia social, tanto nacional como internacional», en defensa de los iguales derechos tanto de los poderosos como de los últimos de la tierra, mientras que el relativismo de una democracia sin valores lleva al totalitarismo.
Ésta sería una respuesta a la segunda duda de los cuatro cardenales.
En la página 32, Bergoglio afirma que la comprensión de la debilidad humana «jamás puede significar un compromiso y una falsificación de la medida del bien y del mal, para adaptarla a las circunstancias existenciales de las personas y de los grupos humanos».
Ésta sería una respuesta a la duda número cuatro.
En la página 30 rechaza finalmente como una «grave tentación» la de considerar imposible para el hombre pecador la observancia de la santa ley de Dios, y en consecuencia, pretender «ser él mismo quien decide sobre lo que es bueno o malo», en vez de invocar la gracia que Dios concede siempre.
Ésta sería una respuesta a la quinta duda.
¿Pero qué ha sucedido después de ese congreso del 2004 en Buenos Aires?
Entre otras cosas, sucedió que en reacción al congreso, un teólogo argentino de nombre Víctor Manuel Fernández escribió en el 2005 y en el 2006 un par de artículos en defensa de la ética de la situación.
Fernández era el protegido de Bergoglio, quien quería que fuese rector de la Universidad Católica Argentina y que efectivamente logró obtener el nombramiento en el año 2009, suscitando las comprensibles resistencias de la Congregación vaticana para la Educación Católica.
No sólo eso. Cuando en el año 2013 Bergoglio se convirtió en Papa, promovió inmediatamente a Fernández a arzobispo y lo quiso cercano a sí mismo en la redacción del documento programático de su pontificado, la exhortación «Evangelii gaudium», así como también de otros discursos y documentos importantes de su autoría.
Con el efecto que se ha visto en «Amoris laetitia», ampliamente impregnada de moral laxa e incluso con algunos parágrafos copiados de anteriores escritos de Fernández.
Copiados en particular de sus dos artículos del 2005 y del 2006 citados líneas arriba:
> «Amoris laetitia» tiene un autor a la sombra. Se llama Víctor Manuel Fernández
Así como también de otros de sus artículos de 1995 y del 2001:
> Ethicist says ghostwriter’s role in «Amoris» is troubling
¿Y la «Veritatis splendor», tan vigorosamente exaltada por el Bergoglio del año 2004?
Olvidada. En las doscientas páginas de «Amoris laetitia» no se la cita ni siquiera una sola vez.
(Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina)
Rafa desvia el tema siempre con el Opus.. centremonos en el tema se trata de una veleta de Francisco que cambia de discurso frente a un publico distinto y no avanza en las reformas hasta que el avance de posicion.
Sandro Magíster afirma que la Amoris Laetitia no es del Papa sino de Victor Manuel Fernández. Dice que copia escritos de Victor Manuel Fernández, sin citar ninguno, no vaya a ser que la realidad le desmienta. Tiene inventiva Magíster. Desde luego que los Papas tienen muchos ayudantes, como cualquiera sabe.
Más posible debe ser que Sandro Magíster sea un mero testaferro de los dirigentes del Opus, y por eso ataca al Papa de la Iglesia Católica. Magíster se siente por encima del Papa, que es cosa muy opusina. Para la herejía opusina el Papa debe ser un mero adorno controlado por el Opus, porque el Opus está por encima de todo, porque en la herejía opusina el Opus es Dios. Cualquiera lo puede apreciar. Un ejemplo reciente, del hasta hace unos días “director espiritual” del Opus, publicado en la web del Opus:
Guillaume Derville 10 de Febrero de 2017
“Javier Echevarría… Su sentido de la filiación divina pasó por el cauce de la filiación al Padre en el Opus Dei”
Está claro. La filiación divina pasa por la filiación al jefe del Opus. Herejía explicita. Y como el Papa rechaza tal herejía se le ataca. Y como no les conviene dar la cara usan testaferros.
De acuerdo con Silvia y Echenique
Creo que la persona de Bergoglio es oportunista: dice lo que la gente quiere escuchar según el público que tiene delante. Hoy, su público es el mundo…
Para mafia mafia la liderada por los patrocinadores de Sandrino.
¿Cuándo nos vas a decir a quién sirves Sandrino?
Ya se ve que lo de la Mafia de san Gallen no es una mera ocurrencia. Antes de proponerlo como candidato papal han pactado unos mínimos demoledores.