Son por lo menos tres las lecciones que se extraen de las 461 páginas del Informe sobre el caso del ex cardenal Theodore McCarrick, publicado el 10 de noviembre por la secretaría de Estado vaticana:
La primera es la respuesta inadecuada de las autoridades de la Iglesia -incluidos los tres últimos papas- al progresivo aumento de las acusaciones contra McCarrick.
Son acusaciones que abarcan muchos decenios. Pero el proceso canónico y la condena estallaron en junio de 2017, cuando llegó la primera denuncia pública contra el cardenal por haber abusado de un menor.
Todas las acusaciones precedentes tenían que ver con actos sexuales realizados con jóvenes y adultos, todos únicamente de sexo masculino. Actos que McCarrick, en los años en que fue obispo de Metuchen y, después, de Newark, presentaba a sus presas -se lee en el Informe- como «algo normal y aceptado en Estados Unidos», sobre todo «entre sacerdotes».
Evidentemente, tampoco las autoridades eclesiásticas consideraron que los actos eran tan graves como para verificar, de manera inmediata y rigurosa, la veracidad de las acusaciones.
En sentido contrario destaca el cardenal John J. O’Connor (1920-2000), arzobispo de Nueva York, que en una carta del 28 de octubre de 1999 daba un toque de alarma a las autoridades vaticanas sobre la gravedad real de las acusaciones contra McCarrick.
La carta del cardenal O’Connor le llegó al papa Juan Pablo II y tuvo como resultado bloquear el nombramiento de McCarrick como arzobispo de Washington, como ya había sucedido, por los mismos motivos y también por presión de O’Connor, para las sedes de Chicago y Nueva York.
Sin embargo, de repente, en el verano del 2000, Juan Pablo II cambió de postura y McCarrick tomó posesión de la archidiócesis de Washington. En el origen de este cambio de ruta está una carta de McCarrick al secretario del papa, Stanislao Dziwisz, en la que le aseguraba que «nunca había tenido relaciones sexuales con nadie, hombre o mujer, joven o anciano, clérigo o laico». Pero en el Informe también se lee que «es posible que la antigua experiencia de Juan Pablo II en Polonia, donde se recurrió a acusar falsamente a los obispos para socavar el papel de la Iglesia, influyó en su decisión de dar crédito a las palabras de McCarrick”.
En 2001, McCarrick fue nombrado cardenal. Y como vicario general de su diócesis de Washington tuvo junto a él, durante casi seis años, a Kevin Farrell, que más tarde dijo que nunca había visto «un solo gesto que fuese poco decente» por parte de su superior, sino que solo había oído «viejas habladurías» contra él que «nada tenían que ver con la actividad sexual». Y eso a pesar de que durante esos mismos años -noticia que no podía no saberse- la diócesis de Metuchen y Newark, de las que McCarrick había sido obispo, habían pagado decenas de miles de dólares para cerrar las controversias con ex sacerdotes que lo habían denunciado por haber abusado de ellos. Según lo que escribe el Informe, McCarrick en persona contribuyó con diez mil dólares a la suma pagada por la diócesis de Metuchen.
Poco después de su elección como papa, en 2005, Benedicto XVI consideró que las acusaciones eran lo suficientemente «creíbles» como para pedirle a McCarrick que presentara «espontáneamente» su dimisión como obispo de Washington antes de Pascua de 2006, cumplidos ya los 75 años. Y así fue. Además, el entonces cardenal prefecto de la congregación para los obispos, Giovanni Battista Re, le pidió a McCarrick -en 2006 de forma oral y en 2008 por escrito- «que mantuviera un perfil bajo y que redujera el mínimo sus viajes».
Benedicto XVI excluyó, en cambio, el inicio de un proceso canónico formal contra McCarrick para verificar la verdad de las acusaciones, como había sugerido la secretaria de Estado con dos «Notas», del 2006 y 2008, del entonces delegado para las representaciones pontificias, Carlo Maria Viganò.
El resultado fue que, ante la falta de sanciones canónicas, McCarrick siguió actuando como siempre, llevando a cabo sus actividades públicas, incluidos innumerables viajes.
Y continuó llevando su vida también durante los primeros años del pontificado de Francisco, al que no se le entregó -se lee en el Informe- ninguna documentación específica sobre las acusaciones, que el nuevo papa «consideró que ya habían sido examinadas y rechazadas por Juan Pablo II».
Fue solo después de que en junio de 2017, como hemos dicho antes, llegara una acusación contra McCarrick por haber abusado de una víctima menor de edad cuando el papa Francisco lo destituyó como cardenal, la congregación para la doctrina de la fe lo juzgó culpable tras un procedimiento penal administrativo y, por último, lo redujo al estado laical.
*
La segunda lección atañe al extraordinario «éxito» de McCarrick tanto dentro como fuera de la Iglesia, a pesar de las acusaciones contra él y la petición de retirarse a una vida privada.
Este personaje era invencible como recaudador de fondos. Desde joven se había creado una provechosa red de amistades con ricos benefactores, a cuyos hijos llamaba «sobrinos» y haciendo que estos le llamaran «tío Ted», nomenclatura que después trasladó a los seminaristas y jóvenes sacerdotes que fueron las presas de sus prácticas homosexuales.
Fundó y dirigió la Papal Foundation y siempre fue muy generoso en sus regalos a eclesiásticos de rango elevado, si bien en el Informe se excluye que estas donaciones influyeran realmente sobre su carrera y la de sus protegidos, como por ejemplo, el nombramiento de Blase Cupich como arzobispo de Chicago.
Viajó mucho por todo el mundo, casi siempre por cuenta de instituciones religiosas y laicas como la conferencia episcopal de Estados Unidos, el departamento de Estado estadounidense, la Santa Sede, el Catholic Relief Service. Se dedicó intensamente a favorecer el diálogo con el islam, el judaísmo y con China. En Cuba fue un personaje clave de la estrategia de distensión de Barack Obama con el régimen castrista.
El Informe aclara que «McCarrick nunca actuó como agente diplomático de la Santa Sede, ni con ningún mandato oficial de la secretaría de Estado».
Sin embargo, en el Informe se habla de continuos contactos entre McCarrick y el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, hasta 2016 sobre Cuba, China y Oriente Medio. En el verano de 2014, en vísperas del enésimo viaje de McCarrick a China, el secretario para las relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, dijo ser «totalmente contrario a favorecer cualquier iniciativa con China» por parte del cardenal, pero su superior, Parolin, quiso utilizarlo, a pesar de todo, como «canal alternativo», «adhiriéndose al precepto diplomático que es mejor promover el diálogo y no cerrar nunca una puerta».
En 2016, antes de otro viaje de McCarrick a China, Parolin le dijo al papa que el cardenal «seguía escribiendo, viajando y viendo a personas», a lo que Francisco respondió que «tal vez McCarrick aún podría hacer algo útil». (A este respecto, el Informe observa más adelante, que el ex cardenal no contribuyó «al futuro acuerdo entre China y la Santa Sede de septiembre de 2018 sobre el nombramiento de los obispos»).
En resumen, gracias a este increíble red de contactos a los niveles más altos, a estas iniciativas internacionales, a los vínculos con obispos y cardenales influyentes que sabían -o sospechaban- de sus prácticas homosexuales, McCarrick creía ser intocable. Y no temió violar impunemente hasta el final ese «bajo perfil» que le había sido exigido tímidamente, pero no impuesto.
*
La tercera lección tiene que ver con su gran acusador, Carlo Maria Viganò. Y es una lección que para él es desastrosa, según lo que documenta el Informe.
Viganò fue nuncio apostólico en Estados Unidos de 2011 a 2016, y en todos esos años -en comparación con lo que había escrito en sus exigentes Notas de 2006 y 2008- manifestó repetidamente a McCarrick, tanto en ceremonias públicas como en encuentros y en correspondía privados, una proximidad a veces amistosa, con un amable intercambio de información antes y después de los frecuentes viajes del cardenal.
En el verano de 2012, después de que Viganò informara al cardenal prefecto de la congregación para los obispos, Marc Ouellet, de una nueva acusación detallada contra McCarrick; y después de que Ouellet le ordenara proceder a una verificación inmediata de los hechos interrogando tanto al cardenal como a su acusador y los demás testigos, el nuncio no hizo nada de nada, ni siquiera pidió la documentación vinculada al caso, con el resultado, se lee en el Informe, que «la denuncia civil que describía con detalles tres episodios sexuales con McCarrick no llegó a la nunciatura o a la Santa Sede hasta finales de 2018», es decir, cuatro años después, y por otras vías.
Más. En el Informe se lee que Viganò no informó a los obispos de Estados Unidos del «bajo perfil» al que se debía atener McCarrick, como ha confirmado el arzobispo Joseph E. Kurtz, presidente de la conferencia episcopal en esos años.
En lo que respecta al papa Francisco, el Informe afirma con seguridad que «antes de la acusación [de abuso de menor] presentada a la archidiócesis de Nueva York en 2017, nadie había informado al papa del hecho de que McCarrick había abusado sexualmente o agredido a nadie, independientemente de la edad de la víctima, […] y que no vio hasta después de agosto de 2018» la carta de 2008 en la que el cardenal Re le pedía a McCarrick llevar una vida retirada.
Esto choca frontalmente con la declaración de Viganò del 22 de agosto de 2018, esa en la que le pedía a Francisco que dimitiera, en la que afirmaba haber hablado del caso McCarrick con el papa el 23 de junio de 2013 en estos términos:
«‘Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un dossier así de grande sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia’. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema».
El Informe no solo rechaza esta versión de los hechos, sino que observa que Viganò le contó al cardenal Re y a otro interlocutor el encuentro que había tenido con Francisco «con gran entusiasmo, […] como si lo considerara un aliado» en la batalla contra la corrupción.
Además, el Informe señala que diez días antes del encuentro con el papa del 23 de junio, Viganò había escrito al cardenal Ouellet, prefecto de la congregación para los obispos, para comunicarle -sin ningún otro comentario por su parte- que la acción civil contra McCarrick emprendida por el acusador que había entrado en liza en 2012 había sido rechazada y ya no podía proponerse de nuevo, y para trasmitirle dos cartas del obispo de Metuchen, Paul Bootkoski, que tachaban de «falsas y escandalosas» las denuncias del acusador.
En junio de 2016, cuando Christophe Pierre ocupó el cargo de Viganò como nuncio en Estados Unidos -se lee en el Informe- «su predecesor no le proporcionó información alguna, ni oral ni por escrito, sobre McCarrick».
Según el Informe, no tuvieron ninguna influencia las alusiones al caso McCarrick que le hicieron a Francisco, entre el 2013 y el 2016, el entonces sustituto Giovanni Angelo Becciu y el cardenal Parolin, recibidas por el papa como «[hechos] concernientes a un pasado lejano» sobre el que «había habido habladurías» y considerados «sin fundamento» ya por Juan Pablo II.
Viganò ha respondido rápidamente al Informe con una breve e indignada declaración, que seguramente no será la última. Y “l’intendence suivra”.
Demasiado crédito se le da también a un simple Obispo como Viganó.
Si el escándalo que él observaba era tan grande, avisó al Papa y este no le hizo caso, lo normal hubiese sido dimitir para que lo le salpicara. ¿No será que que le gustaba también demasiado el poder?.
A estas alturas del partido Sandro Magister todavía le da crédito al Vaticano y su famoso informe?! Sorprendente…será que ya Soros le pasó plata a Magister?
No se comprende que Sandro Magister se deje llevar por la versión «oficial» del «informe mccarrick» en desmedro de lo afirmado por el arzobispo Viganó, cuando en realidad fueron las declaraciones de éste las que obligaron a Roma separar al obispo yanki de todas sus canonjías para comenzar a ponerlo en caja. Sacar de todo esto una crítica a Viganó me parece demasiado sospechoso para seguir pensando que Magister es en verdad un periodista independiente. En todo caso, lo que suscita el informe es que, en este punto, alguien miente: O el cardenal Re o acaso otros más, o bien ha mentido Viganó, lo que no parece plausible dado su papel en todo el episodico McCarrick.
Con todo respeto si es cierta la afirmación » la diócesis de Metuchen y Newark, de las que McCarrick había sido obispo, habían pagado decenas de miles de dólares para cerrar las controversias con ex sacerdotes que lo habían denunciado por haber abusado de ellos».
Eso debe estar escrito y alguien debe haber llevado las negociaciones y documentado los pagos y registrarlos. Por qué ?.
Por que se trata de una actuación de defensa jurídica de cumplimiento del pago extintivo de una acción privada e imprescindible para el caso que se reclame por incumplimiento.
Asimismo pareciera que la Iglesia -Diócesis- al hacer los pagos sabría lo que pagaba y la causa del pago y sobre todo que con ese pago cerraría ciertas bocas, la Iglesia en USA debe contar con asesoramiento jurídico de primer nivel.
Ahora pregunto por qué la Diócesis habría pagado algo que no debía como tal una deuda de un tercero ?.
Pues respecto al episodio en el que Vigano hablo con Francisco en el 2013 sobre MacCarrick la Santa sede tiene una manera muy sencilla de desmentir la versión de vigano. El antiguo anuncio explicaba que le comento algo sobre MacCarrick cuando iba saludando a los nuncios después de su elección. Esos saludos están grabados en la televisión vaticana y nunca se ha querido reproducir la escena completa del saludo entre Francisco y vigano. Una persona experta en lectura de los labios puede verificar de lo que estaban hablando. La Santa sede no ha hecho público esa escena, ellos sabrán porque. Y por supuesto está de fondo la cosa nefasta del secreto pontificio que solo debería aplicarse en cuestiones que tengan que ver con el sacramento de la penitencia. si todo lo referente a las ternas episcopales fuera público se habrian evitado todas estas cosas. Si para los candidatos a un nombramiento episcopal hubiera que hacer unas proclamas en las parroquias cómo se hace para los matrimonios o para las ordenaciones diaconales o presbiterales todo sería bastante distinto.