| 16 noviembre, 2015 ROMA, 14 de noviembre de 2015 – Mucho más que reformar la curia y las finanzas vaticanas (a lo cual se aplica más por obligación que por pasión, sin una planificación de conjunto y apostando por hombres y mujeres que demasiado a menudo demuestran ser elecciones equivocadas), está claro que el deseo del Papa Francisco es revolucionar el colegio de los obispos. Y lo está haciendo de manera sistemática. Los dos discursos que ha dirigido este otoño a los obispos de los Estados Unidos y de Italia hay que incluirlos seguramente entre aquellos que más diferencian su pontificado de los de sus predecesores. De hecho, si había dos episcopados nacionales, con más de doscientos hombres, que más que el resto ponían en práctica las orientaciones de Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, eran precisamente el estadounidense y el italiano. Ambos han tenidos dos líderes notables: el cardenal Francis George en los Estados Unidos y el cardenal Camillo Ruini en Italia. Pero mientras en el primer caso, alrededor de George creció un equipo sólido de cardenales y obispos con la misma visión y acción, en el segundo caso no fue así. Efectivamente, con Ruini fuera de escena, Francisco no ha necesitado mucho tiempo para aniquilar la conferencia episcopal italiana y empezar a rehacerla «ex novo». Algo que no ha sucedido en los Estados Unidos, como se ha visto en el sínodo del pasado mes de octubre, donde precisamente los delegados estadounidenses, junto a los africanos y a los europeos del este, han representado la resistencia que se ha opuesto a los progresistas. LOS DOS DISCURSOS DE WASHINGTON Y FLORENCIA «No es mi intención trazar un programa o delinear una estrategia», fueron las palabras del Papa Jorge Mario Bergoglio a los obispos de los Estados Unidos reunidos en la catedral de Washington el pasado 23 de septiembre: > «Queridos Hermanos en el Episcopado…» Y tampoco ha querido trazar una agenda concreta a los obispos italianos que lo escuchaban en Florencia, donde estaban reunidos los estados generales de la Iglesia italiana, el pasado 10 de noviembre: > Il nuovo umanesimo in Cristo Gesù Pero no hay duda de que tanto en un caso como en el otro, el Papa Francisco ha ordenado a ambos episcopados que cambien la dirección de la marcha. Más literariamente elaborado el discurso de Washington. Más coloquial el de Florencia. Pero ambos inequívocos en exigir de los obispos un cambio en el lenguaje, en el estilo, en la acción pastoral. A los obispos de los Estados Unidos, Francisco les ha dicho: «Ay de nosotros si convertimos la cruz en bandera de luchas mundanas, olvidando que la condición de la victoria duradera es dejarse despojarse y vaciarse de sí mismo». «No es lícito dejarnos paralizar por el miedo, llorando por un tiempo que no volverá y preparando respuestas duras a las resistencias ya de por sí ásperas». «El lenguaje duro y belicoso de la división no es propio del Pastor, no tiene derecho de ciudadanía en su corazón y, aunque parezca por un momento asegurar una hegemonía aparente, sólo el atractivo duradero de la bondad y del amor es realmente convincente». Y a los obispos italianos: «No debemos estar obsesionados por el poder, incluso cuando éste adopta el rostro de un poder útil y funcional a la imagen social de la Iglesia». «Que Dios proteja a la Iglesia italiana de cualquier sustituto de poder, imagen, dinero. La pobreza evangélica es creativa, acoge, sostiene y está llena de esperanza». «Me gusta una Iglesia italiana inquieta, cada vez más cercana a los abandonados, a los olvidados, a los imperfectos». «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos». Estas últimas palabras han sido extraídas de la «Evangelii gaudium», el documento que el propio Francisco ha definido «programático» para su pontificado y con las que impone a la Iglesia italiana «profundizar de manera sinodal» en los próximos años y a todos los niveles: «en cada comunidad, en cada parroquia e institución, en cada diócesis y circunscripción, en cada región». Añadiendo además la advertencia de resistir a la antigua herejía del pelagianismo, que nunca se ha extinguido: «El pelagianismo nos lleva a confiar en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas porque son abstractas. A menudo nos lleva incluso a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad. La norma le da al pelagianismo la seguridad de sentirse superior, de tener una orientación concreta. En esto encuentra su fuerza, no en la ligereza del soplo del Espíritu. Ante los males o los problemas de la Iglesia es inútil buscar las soluciones en corrientes conservadoras o fundamentalistas, en la restauración de conductas y formas superadas que ni siquiera culturalmente tienen la capacidad de ser significativas. La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar, sabe animar. Tiene un rostro que no es rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene una carne tierna. La doctrina cristiana se llama Jesucristo». Es inútil decir que, escuchando esta reprimenda, el pensamiento de los obispos presentes ha ido no sólo al combatido sínodo del pasado mes de octubre y al documento pontificio que presentará las conclusiones del mismo, sino también -en negativo- al periodo de Ruini y el que fue su «proyecto cultural». Mientras que en Washington el Papa no ha dejado de recordar -en positivo- el periodo del liderazgo progresista ejercido sobre los obispos americanos en los años setenta y ochenta por el cardenal Joseph Bernardin con su famosa palabra de orden, repetida tal cual por Francisco, «seamless garment», “túnica sin costuras”, es decir, el compromiso sin distinciones -también aquí con las palabras de Francisco- en favor de «las víctimas inocentes del aborto, los niños que mueren de hambre y bajo las bombas, los emigrantes que se ahogan buscando un mañana, los ancianos o enfermos de los que se querría prescindir, las víctimas del terrorismo, de las guerras, de la violencia y del narcotráfico, el ambiente devastado por una relación depredadora del hombre con la naturaleza». LOS NOMBRAMIENTOS EN LOS ESTADOS UNIDOS El cardenal Bernardin fue arzobispo de Chicago. También el cardenal George lo ha sido después de él. Y desde hace un año lo es Blase Cupich, el hombre que Francisco ha promovido inesperadamente a esta sede crucial como futuro líder de un episcopado estadounidense alineado con la nueva ruta: > Diario Vaticano / Los entretelones del nombramiento de Chicago (30.9.2014) Según muchos, Cupich no estaba a la altura de sus predecesores. Y ni siquiera era popular entre los otros obispos, a juzgar por los pocos votos que recogió en la elecciones de 2014 para la presidencia y la vicepresidencia de la conferencia episcopal. Pero su promoción a Chicago ha sido vivamente recomendada a Francisco por dos cardenales americanos de la minoría «progresista» y «moderada», Theodor McCarrick y Donald Wuerl, uno después del otro arzobispos de Washington. De McCarrick se recuerda que en 2004 ocultó la carta escrita por el entonces cardenal Joseph Ratzinger a los obispos americanos en las que les amonestaba que no dieran la comunión a los políticos católicos pro-aborto, carta que www.chiesa hizo pública: > Caso Kerry. Ciò che Ratzinger voleva dai vescovi americani (3.7.2004) Respecto a Wuerl, aún está fresco el recuerdo de su pugnaz presencia en el sínodo del pasado octubre, llamado no por elección de los obispos connacionales, sino -igual que Cupich- por nombramiento directo de Francisco, que lo incluyó en la comisión encargada de la redacción del documento final. Seguro de su posición, Wuerl ha atacado públicamente a los trece cardenales firmante de la carta entregada al Papa al inicio del sínodo, entre los cuales está el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan. > Cardinal Wuerl Calls Out Pope’s Opponents Los cuatro delegados elegidos para el sínodo por parte de los obispos de los Estados Unidos eran todos de la corriente mayoritaria, de impronta wojtyliana y ratzingeriana. Mientras que los dos primeros no elegidos eran el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, también él perteneciente a esta corriente, y Cupich. Pero Francisco, al elegir a los 45 padres sinodales de nombramiento directo, descartó al primero recuperando al segundo. Y añadiendo a otro de la misma línea que Cupich, el semidesconocido obispo de Youngstown, George V. Murry, jesuita. Otros dos nombramientos saludados calurosamente por los católicos «progresistas» americanos como conformes al «estilo de Francisco» han sido los del nuevo arzobispo de Santa Fe, John Charles Wester, y sobre todo el del nuevo obispo de San Diego, Robert W. McElroy. Y es previsible que después del discurso en Washington del 23 de septiembre, este cambio iniciado por Francisco en el episcopado de los Estados Unidos prosiga a gran velocidad. Sin embargo, es curioso que cuando hay que nombrar a titulares de diócesis que tienen serios problemas administrativos o judiciales, la elección del Papa es más pragmática. En Kansas City, tras la renuncia del obispo Robert Finn, acusado de inacción respecto a un caso de abuso sexual, ha sido nombrado James Johnston, wojtyliano de hierro pero de comprobada capacidad de gobierno. Y algo similar parece que se prepara para el nombramiento en Saint Paul y Minneapolis del sucesor del arzobispo John Nienstedt, obligado a dimitir por acusaciones aún más graves. Una verificación importante de los actuales equilibrios entre los obispos de los Estados Unidos será, en los próximos días, las votaciones para la renovación de los jefes de las comisiones de la conferencia episcopal, en las cuales entrarán en liza, entre otros, los recién promovidos Wester y McElroy, ambos desafiados por obispos de visión opuesta: > USCCB elections present clear choices EN ITALIA El primer y decisivo golpe realizado por Francisco a la conferencia episcopal italiana de impronta ruiniana fue, a finales de 2013, la expulsión del entonces secretario general Mariano Crociata, exiliado en la periférica diócesis de Latina, y el nombramiento como nuevo secretario de Nunzio Galantino, es decir, el menos votado en la larga lista de candidatos señalados al Papa por el consejo permanente de la CEI. Pero «los últimos serán los primeros». Y, efectivamente, a partir de ese momento Galantino se ha movido con poderes absolutos y sin oposición, seguro de su proximidad al Papa Francisco, eclipsando totalmente al presidente de la CEI aún en el cargo, el cardenal Angelo Bagnasco. A continuación ha habido un serie de nombramientos, efectivos o no, que están dando cuerpo al cambio. Entre los recientes que han afectado a diócesis de primera importancia hay que señalar el nombramiento en Padua del párroco Claudio Cipolla, en Palermo de otro párroco, Corrado Lorefice, y en Bolonia de Matteo Zuppi, antes obispo auxiliar de Roma. Sobre Lorefice y Zuppi y su verdadera o presunta filiación a la llamada «escuela de Bolonia», la corriente historiográfica que ha impuesto en el mundo una lectura del Concilio Vaticano II en términos de «ruptura» y «nuevo inicio» en la historia de la Iglesia, puede leerse este post de Settimo Cielo: > A Bologna e Palermo due nuovi arcivescovi. Della stessa «scuola»? Pero se puede añadir que Bergoglio conoce a Zuppi personalmente desde hace años. Como miembro prominente de la Comunidad de San Egidio, Zuppi había viajado varias veces a Buenos Aires para llevar ayudas. Y no dejaba nunca de visitar al entonces arzobispo de la capital argentina. En lo que respecta a los nombramientos no efectivos, estos atañen sobre todo al colegio cardenalicio, donde el Papa ha premiado, no a las sedes tradicionales de Turín o Venecia, sino a las menos tituladas de Perugia, Agrigento y Ancona. En Ancona, el recién nombrado Edoardo Menichelli está muy unido al cardenal Achille Silvestrini, de quien ha sido su secretario personal. Y Silvestrini formaba parte de ese club de cardenales progresistas que periódicamente se reunían en Suiza, en San Galo, para discutir sobre el futuro de la Iglesia y que en los dos cónclaves de este siglo obstaculizaron la elección de Ratzinger y apoyaron la de Bergoglio. Un club que incluía a los cardenales Walter Kasper, Karl Lehmann, Carlo Maria Martini, Basil Hume, Cormac Murphy-O’Connor y Godfried Danneels. Y EN EL RESTO DEL MUNDO El ultraprogresista Danneels, de 82 años, arzobispo emérito de Malinas-Bruselas es uno de los predilectos del Papa Francisco, que lo ha puesto al inicio de la lista de los padres sinodales nombrados por él personalmente tanto en 2014 como en 2015, dejando en cambio en casa al arzobispo en el cargo de la capital belga, el conservador André Léonard. No ha turbado a Bergoglio ni siquiera la mala fama que cayó sobre Danneels por su intento de cubrir, en 2010, las fechorías sexuales del entonces obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, de las que fue víctima su joven sobrino: > Belgium cardinal tried to keep abuse victim quiet Pero hay más. El pasado 6 de noviembre, el Papa Francisco ha nombrado nuevo arzobispo de Malinas-Bruselas a Jozef De Kesel, antes auxiliar de Danneels y su protegido. Ya en 2010 Danneels quería como su sucesor a De Kesel, pero Benedicto XVI lo impidió y nombró a Léonard, elegido por él personalmente, con el resultado que el entonces Nuncio en Bélgica, el alemán Karl-Joseph Rauber, dejó el cargo y denunció que no se hubiera promovido al candidato de Danneels y suyo en una entrevista publicada en «Il Regno» y que fue un ataque frontal a Ratzinger: > «De bello germanico». Ex nunzio tedesco vuota il sacco contro Benedetto XVI Pero ni siquiera este comportamiento tan poco acorde con el papel de nuncio ha turbado al Papa Bergoglio que, al contrario, no sólo no ha hecho cardenal a Léonard, sino que el pasado febrero premió con la púrpura al propio Rauber, por «distinguirse en el servicio a la Santa Sede y a la Iglesia». __________ Otros detalles sobre Danneels y el club anti-Ratzinger y pro-Bergoglio de San Galo, por él mismo definido como «una mafia»: > Cardinal Danneels Admits to Being Part of ‘Mafia’ Club Opposed to Benedict XVI __________ Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
Los cambios más sorprendentes en los Estados Unidos y en Italia, con nuevos obispos y cardenales al «estilo Bergoglio». En Bélgica, el desquite de Danneels sobre Ratzinger. El triunfo del club San Galo por Sandro Magister