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La revolución paciente de Francisco

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En el sínodo faltó el acuerdo sobre la homosexualidad y el divorcio, pero en definitiva será el Papa quien decida. Y los cambios que quiere introducir ya los tiene en mente, más aún, ya los pone en práctica. Un comentario de Paul Anthony McGavin  por Sandro Magister

ROMA, 24 de octubre de 2014 – No es verdad que Francisco haya estado en silencio durante las dos semanas del sínodo. En las homilías matutinas en Santa Marta martillaba cada día contra los celosos de la tradición, los que cargan sobre los hombres pesos insoportables, los que tienen solamente certezas y ninguna duda, los mismos contra los que se ha arrojado en el discurso de conclusión con los padres sinodales. Este Papa es cualquier cosa, menos imparcial. Quiso que el sínodo orientara a la jerarquía católica hacia una nueva visión del divorcio y de la homosexualidad, y lo logró, a pesara del número ajustado de votos favorables al giro, luego de dos semanas de debates fogosos. En todo caso, les recordó a cardenales y obispos que todavía tuvieran alguna duda que será finalmente él quien decida. Para refrescar su memoria sobre su potestad «suprema, plena, inmediata y universal» puso en el campo no cualquier pasaje elegante de la «Lumen gentium», sino los cánones pétreos del Código de Derecho Canónico. Sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar ya se sabe cómo piensa el Papa. Como arzobispo de Buenos Aires autorizaba a los «curas villeros», los sacerdotes enviados a las periferias, a dar la comunión a todos, si bien el 80% de las parejas ni siquiera estaban casadas. Y como Papa no teme alentar por teléfono o por carta a algún fiel casado en segundos nupcias a recibir tranquilamente la comunión, rápidamente, sin siquiera esos previos «caminos penitenciales bajo la responsabilidad del obispo diocesano» enunciados por alguno en el sínodo, y sin desmentir nada cuando luego se filtra la noticia de estos gestos suyos. Jorge Mario Bergoglio ejercita también así los poderes absolutos de jefe de la Iglesia. Y cuando pisa el acelerador para que el conjunto de la jerarquía católica lo siga por este camino sabe muy bien que la comunión a los divorciados vueltos a casar, que son numéricamente pocos, es el desfiladero para un giro mucho más generalizado y radical, hacia esa «segunda posibilidad de matrimonio», con la consiguiente disolución del primero, lo que es admitido en las Iglesias Ortodoxas de oriente y que él, Francisco, ya poco después de su elevación al papado dijo que «se debía estudiar» también en la Iglesia Católica, «en el marco de la pastoral matrimonial». Fue en julio del 2013 que el Papa hizo pública esta voluntad suya. Pero en esa misma entrevista en el vuelo de retorno desde Brasil él abrió el sendero también en el terreno de la homosexualidad, con ese memorable «¿quién soy yo para juzgar?» interpretado universalmente como absolutorio de actos condenados desde siempre por la Iglesia, pero ahora ya no más, si los realiza alguien que «busca al Señor y tiene buena voluntad». En el sínodo, un viraje en esta materia no tuvo una vida fácil. Fue invocada en el aula por no más de tres padres: por el cardenal Christoph Schönborn, por el jesuita Antonio Spadaro, director de «La Civiltà Cattolica», y por el arzobispo malasio John Ha Tiong Hock. Éste último se apoyó sobre un paralelo hecho por el papa Francisco entre el juicio de la Iglesia sobre la esclavitud y el juicio sobre la concepción que el hombre de hoy tiene de sí, para decir que como el primero cambió así también puede mutar el segundo juicio. Mientras que el padre Spadaro presentó el ejemplo ofrecido por el Papa de una niña adoptada por dos mujeres, para sostener que es necesario tratar esta situación en modo positivo y nuevo. Por haber insertado luego en el documento de trabajo, elaborado a mitad de la discusión, tres parágrafos que alentaban el «crecimiento afectivo» entre dos hombres o dos mujeres «integrando la dimensión sexual», el arzobispo Bruno Forte, secretario especial del sínodo por voluntad del Papa, fue desautorizado en público por el cardenal relator, el húngaro Péter Erdõ. Y la posterior discusión entre los padres sinodales despedazó los tres parágrafos, que en la «Relatio» final han sido reducidos a uno solo y sin la más mínima pizca de novedad, incluso superando el quórum de la aprobación. Pero también aquí el papa Francisco y sus lugartenientes, desde Forte a Spadaro y al arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, han centrado el objetivo de hacer entrar este tema explosivo en la agenda de la Iglesia Católica, en sus niveles más altos. Esto último se verá. Porque la revolución de Bergoglio procede de este modo, «a largo plazo, sin la obsesión de los resultados inmediatos». Porque «lo importante es iniciar los procesos más que poseer espacios». Éstas son palabras de la «Evangelii gaudium», el programa del su pontificado. __________ Esta nota ha sido publicada en «L’Espresso» n. 43 del 2014, en los kioscos a partir del 24 de octubre, en la página de opinión titulada «Settimo cielo» confiada a Sandro Magister. He aquí el índice de todas las notas anteriores: > «L’Espresso» al séptimo cielo __________ El discurso de Francisco en la clausura del sínodo, con la reafirmación de sus poderes absolutos como jefe de la Iglesia: > Discorso del Santo Padre El texto íntegro de la «Relatio» final: > Relatio Synodi Y el de la «Relatio» producida en la mitad de la discusión: > Relatio post disceptationem La intervención en el aula del director de «La Civiltà Cattolica»: > Intervento di p. Antonio Spadaro S.I. El balance satisfactorio del sínodo expresado en el diario argentino «La Nación» por el arzobispo Víctor Manuel Fernández, el amigo y el confidente más íntimo del papa Francisco: > «El Papa espera más apertura de los obispos» A una pregunta de la entrevistadora, Elisabetta Piqué, sobre el «decepcionante» parágrafo final sobre la homosexualidad, Fernández respondió: «El hecho de que ese breve párrafo no haya logrado los dos tercios no se explica por un voto negativo de sectores muy conservadores, sino también por un voto negativo de algunos obispos más sensibles al tema que no quedaron conformes con lo poco que se dijo. […] Quizá nos habría faltado decir, al menos, con el papa Francisco: ‘¿Quiénes somos nosotros para juzgar a los gays?’. Muchas cosas podrían haber madurado mejor con más tiempo, pensando que ésta era sólo una primera etapa exploratoria». __________ Una confirmación que en el sendero abierto por el sínodo los trabajos no se han interrumpido en absoluto está dada por los numerosos comentarios que se multiplican. Muchos de ellos aparecen ya proyectados hacia su segunda y última sesión, en octubre del 2015. Entre los comentarios más originales está el del padre Paul Anthony McGavin, un teólogo australiano que los lectores de www.chiesa han podido apreciar gracias a un par de intervenciones anteriores de su autoría. McGavin no es un «fan» del papa Bergoglio, a quien no le ahorra críticas. Pero comparte plenamente el modo con el que este Papa considera la tradición de la Iglesia como un organismo viviente, no fijada de una vez para siempre, y actúa en consecuencia. Aquí a continuación presentamos un pasaje del comentario del teólogo australiano. __________ TO DEFEND WHAT POPE FRANCIS IS DOING by Paul Anthony McGavin […] It might surprise readers who tend toward a fixed-tradition position to hear me say that personally I am not attracted to the present Holy Father. I think he needs to step out of his Latin American emotivism. I think he needs to step out of his Jesuit authoritarianism. There are things in his first sole-authored major writing as Pope, «Evangelii gaudium», that I think are unsustainable. Yet, as I wrote in my critical appreciation of that Apostolic Exhortation, Jorge Bergoglio in important respects brings an acute and essential methodology to the problems of the Church in our era. This methodological perspective involves a critical approach to the manners of thinking that the Pope in his Closing Synod Address names as “do-gooders” and “progressives and liberals”. It also involves critical approach to the manners of thinking that he names as “traditionalists” or who name themselves as “traditionalists”. It is not a «via media» of compromise that is commended. It is a dialogue in truth that is needed, and a dialogue that comprehends how differing syntaxes in thought, differing cultures in thought, differing contexts in thought may be made and can be made integral to the tradition that derives from the past: the “unchanging Gospel”. […] __________ El texto íntegro del comentario de Paul Anthony McGavin está en esta otra página de www.chiesa: > Discerning the Bergoglio mission to revivify Catholic tradition __________ Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.

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