¿Para la paz en Siria? Cuernos de vaca y vesículas de ciervo

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Leer para creer. Éste es el inicio del editorial de hoy en la primera página de «L’Osservatore Romano»:

«Sabemos que Alepo no se libera con las bombas. Es necesario aún liberar a Alepo y a Siria de la miseria, de los cambios climáticos que hace unos años obligaron a las mujeres y a los hombres a migrar desde el campo, que desestabilizaron los equilibrios demográficos y desencadenaron las primeras revueltas sirias y, después, la guerra».

El autor de este asombroso análisis de la crisis siria es Carlo Triarico. Pero a los lectores del periódico del Papa no se les dice que es el presidente de la Asociación de agricultura biodinámica, es decir, el método de cultivo inventado hace un siglo por un cultor de la antroposofía, el austriaco Rudolf Steiner (1861-1925), basado en un ritual de abonos homeopáticos hechos con cuernos de vacas y vesículas de ciervo, que deberían hacer confluir las fuerzas espirituales, cósmicas y astrales en las plantas, revitalizándolas. Un método que el pasado mes de noviembre, en una carta abierta al ministro italiano para la agricultura, la casi totalidad de las sociedades científicas que operan en ámbito agrícola descalificó como «magia», tras un congreso organizado en Nápoles precisamente por la asociación presidida por Triarico.

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Pero ya en ocasión de ese congreso «L’Osservatore Romano» había dado espacio, no a las críticas de los científicos, sino a los peones del propio Triarico en un artículo publicado el 28 de noviembre en el que éste reivindicaba con orgullo haber organizado también, el mes de febrero anterior, un congreso sobre «Laudato si'», la encíclica ecologista del Papa Francisco.

En ese artículo Triarico escribía, entusiasmado, que en el congreso napolitano habían participado cientos de militares de esos «movimientos populares» que el Papa había recibido el 5 de noviembre en el Vaticano y que son sus preferidos, demostración de cómo «esta creciendo en el mundo un gran movimiento de innovación para la casa común».

Pero no es suficiente. También en ocasión de la fusión entre la Bayer y la Monsanto, «L’Osservatore Romano» había confiado a Triarico la apocalíptica reprimenda, en un artículo publicado en la edición dominical del 18 de septiembre.

Volviendo al editorial de hoy, tras este increíble inicio, lo que sigue es todo un himno a las milagrosas virtudes de la agricultura biodinámica para «detener el hambre, creando las condiciones para la resiliencia campesina a los cambios climáticos» y, por lo tanto, en sucesión, a las migraciones y a las guerras, no sólo en Siria sino también en los otros países ya alcanzados -se lee- por este sistema de cultivo: «Jordania, Irán, Egipto, Argelia, Eritrea, Etiopía, Yemen».

Dentro de pocos días, el 9 de enero, el Papa Francisco pronunciará el discurso de inicio de año al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, en el cual ilustrará su visión geopolítica y los caminos para conseguir la paz.

Hasta entonces se espera que a ningún embajador se le ocurra que la receta de la Iglesia para la paz en el mundo sea el editorial hodierno del periódico del Papa.

(Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España)

Comentarios
2 comentarios en “¿Para la paz en Siria? Cuernos de vaca y vesículas de ciervo
  1. Este gilipollas del Triarco, mejor dicho este sinvergüenza, y su amigo Bergoglio me recuerdan la ocurrencia de Mao Zedong, cuando decidio que China tenía que adelantar al Reino Unido y EEUU en la producción de hierro y acero.
    Y ordenó que todos los chinos hiciesen hornos caseros en sus casas, para fundir los metales que encontraran.
    Y casi mil millones de chinos se pusieron a fundir todo lo que tenían de metal para demostrar ante los comisarios que ellos seguían las indicaciones del Gran Timonel, (en realidad el Gran Hijo de puta). El problema es fundieron todo, clavos de las puertas, bisagras, cubiertos y aperos. Dando lugar a una hambruna espantosa, porque claro si la reja del arado no es de hierro, ara una mierda. Eso si China pudo presumir de una enorme producción de metales, fundidos en unos lingotes inservibles de aleacciones diversas.
    Nadie tuvo el valor de explicar al Gran Timonel que para producir acero, en el Reino Unido y en Francia se habían tirado un siglo descubriendo y perfeccionando los altos hornos. Y que como su propio nombre indica son Altos, y por tanto grandes y caros y de cierta complejidad.
    Es que los ingleses y los franceses son gilipollas, debio pensar el asesino panzudo. Tirarse cien años para perfeccionar los altos hornos, cuando nosotros los vamos a hacer en casa como los de asar el pan.

    De la misma manera muy pocos ahora tienen el valor o la clarividencia de exigir el Judas porteño que cumpla su trabajo y conteste a los Dubia, unos por comodidad, otros por cobardía, otros por meapilismo, otros por estupidez, que también.
    Tristes tiempos donde la mentira se disfraza de verdad y la maldad se viste con los ropajes de una falsa misericordia difundida por el inquilino de San Pedro.

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