| 21 enero, 2014 ROMA, 21 de enero de 2014 – «Herejía» y «dogma». Las dos palabras que casi nadie se atreve a pronunciar más en la Iglesia – mucho más en esta estación de la «misericordia» – han vuelto imprevistamente al primer plano el 16 de enero, en su sentido más pleno y en la forma más oficial, en la primera página de «L’Osservatore Romano». «En lo que respecta a la fe cristiana, la violencia en nombre de Dios es una herejía pura y simple»: así define el editorial del diario del Papa la «tesis inequívoca» del documento de la Comisión Teológica Internacional hecho público ese mismo día. Y viceversa: «El respeto escrupuloso de la libertad religiosa deriva de cuánto hay de dogmático en la idea que la fe cristiana ofrece de Dios». La Comisión Teológica Internacional, instituida después del Concilio Vaticano II, es emanación de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es presidida por su prefecto y está compuesta por treinta teólogos y teólogas de varias naciones, nombrados por el Papa «ad quinquennium». El documento hecho público el 16 de enero fue querido por Benedicto XVI en el 2008, en el marco de su diálogo con la cultura actual, para reabrir en ella un recorrido hacia Dios, el Dios verdadero. Trabajaron en él durante cinco años diez miembros de la Comisión, entre ellos el salesiano chino Savio Hon Tai-Fai, hoy secretario de «Propaganda fide», el dominico suizo Charles Morerod, hoy obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, y el italiano Pierangelo Sequeri, destacado exponente de la escuela teológica de Milán. El texto íntegro del documento está disponible por ahora solamente en la versión italiana – elegante e incisiva como raramente sucede en un texto teológico, gracias a la pluma y a la mente de Sequeri, aunque aquí y allá no es de lectura fluida – mientras que en otros ocho idiomas está pronto a ser publicado un resumen introductorio, a la espera de la traducción completa: > Dios Trinidad, unidad de los hombres. El monoteísmo cristiano contra la violencia El título permite intuir cuál es el móvil del documento: contrastar la difundida idea que el monoteísmo, la fe en el Dios único, es tanto sinónimo de oscurantismo y de intolerancia como semilla invencible de violencia, razón por la cual debe ser expulsado de la sociedad civil. Judíos, musulmanes y cristianos son el objetivo de este teorema típicamente relativista, que muestra que pretende reemplazar al monoteísmo con un moderno «politeísmo» ilusoriamente presentado como pacífico y tolerante. A los judíos se les imputa la fe en un Dios vengativo “de la ira y de la guerra”, el Dios del Antiguo Testamento, y se lo imputa con una hostilidad preconcebida que el documento dice que está presente “inclusive en la alta cultura” (un ejemplo reciente de este antijudaísmo teológico está dado en Italia por Eugenio Scalfari, el muy secular “entrevistador” del papa Francisco). Contra los musulmanes se aplica – con el consuelo de los hechos – «la directiva de Mahoma de defender la fe por medio de la espada”, como ya había denunciado el emperador Manuel II Paleólogo en el diálogo con el sabio persa al que Benedicto XVI hizo conocer universalmente en la conferencia de Ratisbona, pronunciada el 12 de setiembre del 2006. Y es curioso que el mismo día de la difusión del documento de los treinta teólogos haya aparecido en el Huffington.post un texto de 36 páginas de Khalid Sheikh Mohammed, la mente que planificó el derrumbe de las Torres Gemelas, detenido en Guantánamo, al que cita Benedicto XVI, pero para rebatir que el Corán legitime el uso de la fuerza como medio para la conversión religiosa, y que justifica el atentado del 11 de setiembre del 2001 como una rebelión exclusivamente política de los oprimidos contra el opresor: > Khalid Sheikh Mohammed’s Statement to the Crusaders… Pero son los cristianos el principal enemigo que hay que abatir, según la hodierna polémica antirreligiosa. Es aquí que el documento pone en juego los conceptos de herejía y dogma. Afirma que el solo pensar que la visión cristiana asocia la fe con la violencia es herejía extrema. Mientras que es dogma irrevocable que “el Hijo, en su amor por el Padre, atrae la violencia sobre sí, cuidando a amigos y enemigos, es decir, a todos los hombres”, y en consecuencia con su ignominiosa muerte afrontada y victoriosa “aniquila en un solo acto el poder del pecado y la justificación de la violencia». El documento es rico en argumentos y eficaz tanto en su «pars destruens» – donde pone de manifiesto la inconsistencia de la moderna condena del monoteísmo -, como en su «pars construens», donde pone de relieve la naturaleza trinitaria del cristianismo, que lo distingue de los otros monoteísmos y funda «la seriedad irrevocable del interdicto evangélico respecto a toda contaminación entre religión y violencia». El documento no se calla respecto al hundimiento de los cristianos en la violencia religiosa, en varios tramos de la historia. Pero solicita el reconocimiento en la hora presente del “kairós”, el momento decisivo, de un “irreversible abandono” de esa violencia por parte del cristianismo. Un abandono que debe valer como signo para todos los hombres de cualquier credo. Porque “se debe reconocer claramente, por parte de todas las comunidades religiosas, y por parte de todos los responsables de su custodia, que el recurso a la violencia y al terror es ciertamente, y con toda evidencia, una corrupción de la experiencia religiosa”. Y lo mismo debe valer para quien “persigue la mortificación del testimonio religioso, sobre la base de intereses económicos y políticos pretendidamente cubiertos por las más elevadas finalidades humanísticas, para beneficio de las masas”. El documento termina con un reclamo referido a los perseguidos a causa de su fe: «El tiempo de la persecución debe ser soportado, a la espera de la conversión anhelada por todos. De esta paciencia, de esta resistencia, de esta tenacidad de los ‘santos’ para soportar la tribulación de la espera, estamos en deuda de reconocimiento hacia muchos hermanos y hermanas perseguidos por su pertenencia cristiana. Honramos su testimonio como la respuesta decisiva a la pregunta sobre el sentido de la misión cristiana a favor de todos. La época de una nueva evidencia respecto a la relación entre religión y violencia entre los hombre está abierta gracias a su valentía. Deberemos saber merecerlo”. __________ El editorial de «L’Osservatore Romano» en el que el secretario de la Comisión Teológica Internacional, Serge Thomas Bonino, presenta el documento: > La violenza in nome di Dio. Un’eresia vera e propria La presentación que ha hecho en «Avvenire» uno de los redactores [estensori] del documento, el teólogo Pierangelo Sequeri: > Nel monoteismo cristiano c’è l’antidoto alla violenza Y siempre en «Avvenire» el comentario de Sequeri a las acusaciones de Scalfari contra el Dios «malo» del Antiguo Testamento: > Sequeri: la friabile teologia di Eugenio Scalfari El artículo de Scalfari objeto de la polémica, en «La Repubblica» del 29 de diciembre del 2013: > La rivoluzione di Francesco. Ha abolito il peccato __________ Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.
Se le imputa ser intolerante y violenta en nombre de Dios. Pero un documento de la Comisión Teológica Internacional revierte la acusación. Es la dictadura del relativismo la que quiere expulsar a la fe de la sociedad civil por Sandro Magister para Chiesa