«La Civiltà Cattolica» no siempre tiene razón. Palabra de jesuita

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El padre Joseph Fessio se distancia de las críticas hechas por uno de sus cófrades de la pontificia revista romana contra los obispos de Filipinas, acusados por oponerse enérgicamente a una ley de «salud reproductiva»  por Sandro Magister

ROMA, 29 de enero de 2015 – No han pasado inadvertidas las duras críticas dirigidas por un conocido jesuita de la conocida «La Civiltà Cattolica» a los obispos de Filipinas, por su enérgica oposición a la ley sobre «salud reproductiva» querida y hecha aprobar en su país por el presidente de fe católica Benigno «Noynoy» Aquino. De esas críticas, formuladas en un libro, hizo referencia en forma detallada hace dos días este servicio de www.chiesa: > Los obispos de Filipinas abofeteados. Examinados y rechazados El jesuita que reprochó a los obispos filipinos de ser «atrasados» y estar «cerrados», no sólo respecto a las luces de la modernidad sino también respecto a las solicitudes del papa Francisco, es el francés Pierre de Charentenay, ex presidente del Centre Sèvres, el instituto de estudios superiores de la Compañía de Jesús en París, ex director desde el 2004 al 2012 de «Études», la revista de los jesuitas de Francia, y que desde el año pasado ha entrado a formar parte del colegio de escritores de «La Civiltà Cattolica», la revista de los jesuitas de Roma, impresa con el control previo de las autoridades vaticanas y dirigida por un hombre muy cercano al Papa, el padre Antonio Spadaro. Su rechazo de los obispos de Filipinas ha causado todavía más impresión porque es concomitante con el viaje del papa Francisco a ese país, que no sólo es el único de Asia con mayoría católica, sino que también se distingue por la fuerte presencia de los obispos en el espacio público. Al recibir el 16 de enero al Papa en el palacio presidencial (ver foto), también Benigno Aquino, educado en las escuelas de los jesuitas de Manila, aprovechó la oportunidad para criticar a los obispos filipinos. Al dar la bienvenida al huésped citó y aplicó contra ellos el discurso prenavideño de Francisco a la curia romana, condenando a los que a fuerza de su rol se hacen «sembradores de discordia». Pero el papa Francisco no gastó una sola palabra en defensa de los obispos, ni en el discurso pronunciado inmediatamente después en esa circunstancia – donde también rompió lanzas por «el inalienable derecho a la vida de los niños todavía no nacidos» – ni en otros momentos de su visita. Pero no todos, entre los jesuitas, concuerdan con las tesis acusatorias de su cófrade de «La Civiltà Cattolica», basadas en el límite cultural que él individualiza en el catolicismo de Filipinas: «cercano a una espiritualidad latino-americana, expresión de un modelo español, pero sin las tendencias liberales por las Luces o por la revolución francesa». Desde San Francisco, luego de haber leído el rechazo de los obispos decretado por el padre de Charentenay por su oposición cerrada a la modernidad, el jesuita Joseph Fessio ha reaccionando enviándonos la carta reproducida aquí abajo. El padre Fessio no es un desconocido. Formado en la escuela teológica de Joseph Ratzinger – de cuyo círculo de discípulos, el «Ratzinger Schülerkreis», es miembro destacado –, ha fundado y dirige en Estados Unidos la casa editorial Ignatius Press, entre cuyas recientes publicaciones hizo ruido el libro «Remaining in the Truth of Christ», con las intervenciones de cinco cardenales contra la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. A continuación los «errores de razón y de hecho» que el padre Fessio ve presentes en las críticas del padre de Charentenay a los obispos de Filipinas, en materia de «salud reproductiva». __________ Estimado Sandro Magister, Estoy profundamente dolorido y afligido por lo que ha escrito el padre Pierre de Charentenay. Hace mucho más daño porque el libro, como usted lo ha descrito, es por lo demás un trabajo serio e informado. Los siguientes son dos pasajes que encuentro particularmente nocivos, aunque – o quizás porque – dan expresión a opiniones que están ampliamente difundidas, pero falsas. 1. El padre de Charentenay escribe: «En la discusión, la Iglesia Católica no menciona nunca la multiplicación de los abortos, realidad decididamente más grave que la anticoncepción que ella combate. Las dos cosas están vinculadas, porque el aborto es el medio para evitar los nacimientos, cuando no se utiliza la anticoncepción. El peor mal sigue al mal menor». Pregunto: ¿es verdad que el aborto es un mal peor que la anticoncepción, y también «decididamente más grave”? No necesariamente. Tomemos el caso de parejas casadas que sin grave necesidad utilizan la anticoncepción para retrasar el nacimiento de hijos durante años, luego que se han casado. Ciertamente en algunos casos la voluntad de Dios para ellos es que estén abiertos a una nueva vida. ¿Cuál es entonces el mal más grave? ¿Prevenir la concepción –  la existencia – de un ser humano con un alma inmortal, querido por Dios y destinado a la felicidad eterna? ¿O abortar a un niño en el seno materno? Esto último es ciertamente un mal grave, «Gaudium et spes» lo define como «crimen abominable». Pero de todos modos existe un niño que vivirá eternamente, mientras que en la primera circunstancia mencionada no existirá jamás un hijo que Dios quería que viniese al mundo. Es cierto que la anticoncepción está difundida, también entre los católicos casados. Pero justamente al igual que para los millones y millones de abortos procurados que han tenido lugar en los últimos años, se plantea esta profunda cuestión: ¿cómo Dios puede permitir que un mal tan grande se propague? No hay respuestas fáciles para este «mysterium iniquitatis». Y esto significa que la respuesta fácil según la cual un mal como la anticoncepción no es realmente grave es inaceptable para un cristiano. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Pero esto no suprime los principios fundamentales y conocibles, uno de los cuales es el siguiente: es un mal mayor privar a alguien de la existencia respecto a privar a alguno de la vida temporal. Además de este error fundamental a nivel de la razón, el padre de Charentenay está equivocado también respecto a los hechos. Él afirma justamente que el aborto y la anticoncepción «están vinculados”; pero no están vinculados en el modo que él entiende, es decir, que el mayor acceso a la anticoncepción reducirá el número de abortos. Los hechos demuestran la conclusión opuesta. Las estadísticas de todo el mundo muestran que el mayor acceso a la anticoncepción tiene una elevada correlación con un aumento de los abortos. Y los datos son también intuitivos: una vez que la mentalidad anticoncepción está difundida, el aborto es considerado simplemente una medida de seguridad cuando falla la anticoncepción, como sucede muchas veces. 2. El padre de Charentenay escribe: «El proyecto RH Bill fue concebido para ayudar a las poblaciones pobres y permitirles tener acceso a la anticoncepción que las clases medias y los ricos ya utilizan. Los grupos sociales no tienen las mismas posibilidades sobre este punto. El proyecto RH Bill responde entonces a una cuestión de justicia que mueve al gobierno a favor de estas poblaciones pobres». El error pernicioso aquí es obvio y basta un breve comentario: dado que los ricos están en condiciones de evitar una ley que prohíbe un mal grave, entonces la ley debería ser abolida, así los pobres no están privados de la misma posibilidad. No estoy diciendo que no puede haber en algunas circunstancias motivos sólidos para que la Iglesia tolere leyes que permiten un mal moral. Pero afirmar que se trata aquí de «una cuestión de justicia» no es uno de estos motivos. Cordialmente, P. Joseph Fessio S.J. __________ Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina. por Sandro Magister en Chiesa

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