«Humanae vitae». Así ha nacido y ¡ay a quien la toca!

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El ajetreo en curso para demoler la «Humanae vitae» –la encíclica de Pablo VI, de 1968, que ha dicho no a los anticonceptivos artificiales–, ha encontrado en estos días un inesperado contratiempo en un libro que reconstruye la génesis de aquél texto, gracias al acceso, por primera vez, a los documentos secretos que le conciernen; acceso autorizado en persona por el Papa Francisco:

> Gilfredo Marengo, «La nascita di un’enciclica. ‘Humanae vitae’ alla luce degli archivi vaticani», Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano, 2018.

El contratiempo es tanto más serio en cuanto que los promotores de un «cambio de paradigma», es decir, de una liberalización de los anticonceptivos –desde el cardenal Walter Kasper al teólogo Maurizio Chiodi, autor de la ya célebre conferencia en la Pontificia Universidad Gregoriana que ha desencadenado la campaña, con la aparente aprobación del Papa Francisco–, se esperaban precisamente de este libro no un obstáculo, sino un posterior apoyo a sus tesis.

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De hecho, el autor del libro ha sido coordinador de un grupo de estudio constituido hace más de un año en el Vaticano, precisamente en el clima de una revisión de la «Humanae vitae». Además de Marengo, el grupo lo componían el teólogo Pierangelo Sequeri, nombrado por el Papa presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y de la familia, Angelo Maffeis del Instituto Paolo VI de Brescia y el histórico Philippe Chenaux, de la Pontificia Universidad Lateranense.

La institución del grupo de estudio había sido saludada con mucho fervor por los promotores de la «superación» de la enseñanza de la «Humanae vitae», dado que había sido lanzada precisamente por uno de ellos, monseñor Vincenzo Paglia, muy cercano al Papa Francisco, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y Gran Canciller del Instituto Juan Pablo II. El pasado 8 de marzo, el periódico de la Conferencia Episcopal Italiana «Avvenire» –también plenamente alineado con los innovadores– había llegado a pronosticar «resultados sorprendentes por los estudios autorizados por la Pontificia Academia para la Vida», respecto a la génesis y, consiguientemente, también a la interpretación en términos más liberales de la «Humanae vitae».

Pero mientras tanto, el 9 de mayo, a los innovadores les ha llegado una primera desilusión del miembro más acreditado del grupo de estudio, Sequeri, que en una docta conferencia sobre la «Humanae vitae» en la Universidad Católica de Milán, ha vuelto a confirmar como «injustificable la práctica que procura e impone una esterilización artificial del acto conyugal»:

> Sorpresa. Entre los hombres de Francisco está quien defiende «Humanae vitae»

Pero ahora, después de la salida del libro de Marengo, de la desilusión se ha pasado a la consternación. Porque el libro contradice con la fuerza de los hechos justo las tesis más queridas por los promotores del cambio.

De hecho, basta leer sólo la síntesis que Andrea Tornielli ha dado del libro en Vatican Insider –fuente no sospechosa dada su proximidad al Papa Francisco–, para entender cómo ha fracasado sustancialmente el cálculo de exhibir, de entre los papeles secretos de la preparación de la encíclica de Pablo VI, algún asidero que permita redimensionar su enseñanza.

Por ejemplo, es verdad que Pablo VI hizo reescribir a los futuros cardenales Jacques-Paul Martin e Paul Poupard, en la época funcionarios de la secretaría de Estado, el primer borrador de la encíclica, escrita por el entonces teólogo de la Casa Pontificia y también él futuro cardenal Mario Luigi Ciappi. Pero en ambos borradores los contenidos doctrinales eran los mismos, aunque formulados diversamente. Y tampoco el segundo borrador satisfizo a Pablo VI, hasta el punto que lo adaptó de nuevo para remover lo que le parecían ambigüedades, con correcciones de su propia mano o de su teólogo de confianza, el milanés Carlo Colombo.

Los hechos también desmienten que Pablo VI haya descuidado, en la preparación de la encíclica, las exigencias de sinodalidad y de colegialidad, hoy tan ensalzadas –paradójicamente– durante uno de los pontificados más monocráticos de la historia.

En 1967, el año precedente a su publicación, Pablo VI pidió a los casi doscientos padres sinodales reunidos en Roma para la primera asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, que le entregaran su opinión de manera reservada. Le respondieron 26, cuyas opiniones se encuentran en el libro; entre los que se decantaron por el no a los anticonceptivos artificiales había un futuro Papa y santo, Karol Wojtyla, y el entonces popularísimo obispo americano Fulton Sheen, un predicador de gran temple, también él en camino hacia los altares. Wojtyla, arzobispo de Cracovia en esa época, en sus apuntes entregados a Pablo VI anticipó las profundizaciones de la enseñanza de la «Humanae vitae» a las que después, como Papa, habría dado curso.

Entre los favorables a admitir los anticonceptivos había algunos cardenales y obispos destacados en el campo progresista, desde Suenens a Döpfner y a Léger. También en la importante comisión de estudio constituida por Juan XXIII, y después potenciada por su sucesor, los favorables eran más que los contrarios. Pero según el libro de Marengo, resulta también confirmado que Pablo VI «examinó con muchísima atención» sus posturas y las rechazó –como escribió después en el prólogo de la encíclica– sólo porque había reconocido en ellas «algunos criterios de soluciones que se separaban de la doctrina moral sobre el matrimonio propuesta por el Magisterio de la Iglesia con constante firmeza».

Con otras palabras, del libro se deduce que Pablo VI, lejos de vacilar y dudar hasta lo último, ejerció «en virtud del mandato que Cristo nos confió» precisamente ese «discernimiento» que hoy se exalta tanto y que, en ese mismo año 1968, le llevó a volver a confirmar solemnemente las verdades fundamentales de la fe católica contra las dudas difusas, con la proclamación pública de lo que definió el «Credo del Pueblo de Dios«.

Como es sabido, la «Humanae vitae» fue inmediatamente sometida a una onda masiva de contestaciones, incluso por parte de importantes sectores de la jerarquía. Pero Pablo VI nunca retrocedió ni un solo paso. Al contrario, la consideró siempre uno de los puntos más altos de su misión de sucesor de Pedro. En su última homilía pública, en la fiesta de los santos Pedro y Pablo de 1978, al resumir su pontificado indicó sus actos más significativos precisamente en la «Humanae vitae» y en el «Credo del Pueblo de Dios».

A los partidarios de una revisión de la «Humanae vitae» no les queda más que insistir –como están haciendo– diciendo que su enseñanza no es «ni infalible ni irreformable», como efectivamente declaró, en la época de su publicación, un teólogo de primer plano de la Pontificia Universidad Laterananse, Ferdinando Lambruschini, que según la opinión corriente, se expresó de tal forma por petición directa del Papa.

El hecho es que, inmediatamente después de aquellas declaraciones, Lambruschini fue apartado de la enseñanza, nombrado arzobispo de Perugia y sustituido, en la Lateranense, por un teólogo moralista de extremo rigor, Ermenegildo Lio.

Por no decir que, planteada así, la cuestión parece más bien impropia, ya que la «Humanae vitae» no contiene proclamación alguna de un dogma de fe, por lo que la encíclica no configura un «magisterio definitorio», sino más bien un «magisterio definitivo», es decir, la reafirmación de una enseñanza constante en la historia de la Iglesia, como confirmó solemnemente Juan Pablo II, sucesor de Pablo VI, en un memorable discurso en el vigésimo aniversario de la encíclica:

> «Humanae vitae» bajo asedio. Pero se deberá pasar sobre los cuerpos de Wojtyla y Caffarra

Comentarios
5 comentarios en “«Humanae vitae». Así ha nacido y ¡ay a quien la toca!
  1. Es preciso leer el libro. No aparece toda esa seguridad que vosotros habéis proclamado, al contrario, hay diversas notas y documentos, que demuestran parcialidad del Papa, bien como un claro intento de defender una idea, que hasta que no fue corroborada no pudo seguir para la edición de la encíclica. Es un documento magisterial, por lo tanto, puede ser cambiado sí, como el discurso de Pío XII en 1951, alteró el magisterio establecido por Pío XI en 1931. La historia y la documentación de las Comisiones, que todavía, no están todas publicadas, quizás por opción o imposición, desvelan un tema complejo, que puede y debe ser examinado a la luz del Magisterio y de otros campos de saber.

  2. Me he acordado después de algún caso similar. El que fuera arzobispo de Pamplona, José Mª Cirarda, publicó alguna o algunas notables cartas pastorales sobre el Sacramento de la Penitencia. Pero no tocó un pelo de la ropa a los curas navarros que daban absoluciones colectivas.
    En resumen que un gobernante no puede conformarse con ser un buen escritor si luego no urge en la práctica lo que en la teoría enseña. Y la verdad es que este mal, que es grave, no nació ayer. Quizá León XIII sea, al menos en los documentos, el Papa más antimasónico. Y obligó a los católicos franceses a integrarse en la república: el Ralliement. Téngase en cuenta que la república francesa es un producto de la poderosa masonería gala.
    Por eso exaltar la figura de Pablo VI por esta encíclica está fuera de lugar.

  3. Creo que en este tema de la H.V. se olvida algo fundamental: ¿Lo que Pablo VI enseñó en teoría lo apoyó después en la práctica? Por ejemplo en el nombramiento de obispos, en la concesión de cátedras a quienes seguían el Magisterio en este punto. ¿O más bien destruyó en la práctica su enseñanza teórica?. Sólo pregunto a quienes tengan datos.

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