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Guerra de religión. El Estado Islámico invade también a la católica Filipinas

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El domingo 28 de mayo, en el «Regina Caeli«, el papa Francisco rompió el silencio sobre el carácter religioso de la guerra desencadenada por el Estado Islámico y por otros sectores afines del mundo musulmán.

En efecto, remarcó que las 30 víctimas, «entre ellas también niños», de la masacre llevada a cabo dos días antes en Egipto eran «fieles que se dirigían a un santuario a rezar, y fueron asesinados después que se habían negado a renegar de su fe cristiana». Son, entonces, «mártires» en el verdadero sentido de la palabra, asesinados a causa de su fe.

Francisco no dijo nada específico sobre los autores de la agresión. Simplemente los definió como «terroristas». Pero si han actuado como él los describió, es lógico que los haya juzgado motivados precisamente por motivos religiosos, es decir, por esa «idea de conquista inherente al alma del Islam» que el mismo Francisco, en otra ocasión, ha señalado como motivador de acciones similares, pero equiparando increíblemente esa idea musulmana de conquista con «el final del evangelio según san Mateo, donde Jesús envía a sus discípulos a ir hacia todas las naciones».

Por una curiosa coincidencia, precisamente este texto de san Mateo – «vayan y enseñen a todas las naciones, bautizándolas…» – fue el pasaje evangélico leído el domingo pasado, fiesta de la Ascensión, en todas las iglesias católicas y comentado por el Papa en el «Regina Caeli». Por suerte, esta vez, sin volver a proponer la imprudente equiparación, ya severamente criticada, en esta época, por dos notables eruditos como el islamólogo jesuita Samir Khalil Samir y el filósofo y arabista Rémi Brague.

Pero equiparación que volvió a lanzar el 25 de mayo el cardenal Gualterio Bassetti, nombrado dos días antes por el papa Francisco como presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Con el agregado de la negación persistente de todo auténtico motivo religioso en el terrorismo musulmán:

«No son las religiones las que provocan la violencia o el terrorismo; son esquirlas desquiciadas de las religiones. Las hemos tenido también en el mundo católico. Muchos de los miembros de las Brigadas Rojas venían, por ejemplo, de nuestras universidades católicas. Se habla de terroristas islámicos, pero no son islámicos, aun cuando asesinan o mientras se hacen explotar pronunciando el nombre de Alá. No son islámicos, son pobres criaturas locas de rabia, locas de odio».

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En los días pasados, en todo caso, la egipcia no ha sido la única matanza de inocentes llevada a cabo bajo los rótulos del islamismo radical.

Fue la masacre de Manchester, de la que todos han sabido. Pero ha habido también otras dos agresiones armadas en Asia sudoriental, descuidadas por los medios de comunicación pero altamente indicativas.

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El 24 de mayo, en Indonesia, un ataque terrorista reivindicado por el Estado Islámico apuntó a una estación de autobuses colmada de gente, al este de la capital, Yakarta, provocando 5 víctimas, incluídos los dos atacantes suicidas, y las heridas de otras 12 personas.

Es la segunda vez en un año que el Estado Islámico golpea a Indonesia. Esto prueba tanto su capacidad para actuar a escala planetaria como la creciente permeabilidad de la más poblada nación musulmana del globo en la expansión del islamismo radical.

El síntoma más evidente de esta expansión y de su fuerte connotación religiosa es la reciente condena por blasfemia, bajo fuertes presiones de organizaciones musulmanas, del ex gobernador de Yakarta y candidato a la presidencia Basuki Tjahaja Purnama, llamado «Ahok», apuntado justamente porque es cristiano:

> Asia Bibi en Pakistán, Ahok en Indonesia. El islam intolerante se difunde

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Pero todavía más inquietante es lo que sucedió el 23 de mayo en Filipinas, en la ciudad de Marawi, en una isla del sur habitada principalmente por musulmanes.

Alrededor de ciento cincuenta hombres armados asaltaron e incendiaron la catedral católica, capturaron y demás mataron fríamente a 9 fieles, secuestraron al vicario general diocesano Teresito Soganub y a otros 15 fieles, entre ellos algunas monjas, conquistaron el comando de policía y decapitaron al comandante, sometieron a sangre y fuego a toda la ciudad, con decenas de muertos, y tomaron el control, izando las banderas negras del Estado Islámico (ver foto).

Marawi está situada en la región autónoma de Mindanao, donde se concentran los 5 millones de musulmanes de Filipinas, desde hace tiempo teatro de guerrillas secesionistas, pero desde hace poco cada vez más infestada por milicias jihadistas y afiliadas al Estado Islámico.

Ya había sido proclamado en el 2016 un «califato» libre, en la ciudad de Butig, en la provincia de Lanao del Sur, luego reconquistado por las tropas gubernamentales.

Y también ahora en Marawi el ejército filipino está combatiendo para volver a ocupar la ciudad, con numerosas víctimas posteriores. En toda la región de Mindanao el gobierno ha proclamado la ley marcial.

La Iglesia de Filipinas está con una fuerte aprensión. El cardenal Orlando Quevedo, arzobispo de Cotabato, ciudad que está tambén en la isla de Mindanao, ha pedido ayuda al líder musulmán del lugar, para la liberación de los rehenes. Y el obispo de Marawai, Edwin de la Peña, ha pedido al Papa cercanía y oración.

Comentarios
2 comentarios en “Guerra de religión. El Estado Islámico invade también a la católica Filipinas
  1. «Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien…»(Is. 5,20). Y cuando esto se dice por los Pastores todavía peor. El islamismo es una religión de odio y sometimiento por la fuerza y la muerte; no es algo inventado, está en el Corán. Sólo se le ha vencido en los siglos pasados usando la guerra legítima, la legítima defensa, que hoy no vamos a proponer como medida militar pero sí como medida ideológica. La militar, por quien la tiene que hacer sin otra alternativa, debe ser alabada por la Iglesia. Pacifismos falsos son muy antiguos, «Ay de mí desterrado en Mese…demasiado he vivido con los que odian la paz, cuando yo digo paz ellos declaran la guerra» (Sal. 120,5-7), ese es el sistema islamista y en general de los que atacan al cristianismo, especialmente al catolicismos, «lobos con piel de oveja». Se va a dar el caso del chiste de la viejecita que le dice al párroco que, a partir de ahora, «va a rezar por las intenciones de Putin…»
    Lo que no puede ser es que la masonería, empeñada en el Nuevo Orden Mundial, pretenda tener como aliados a los musulmanes y la Iglesia se calle, es decir, que se quede como perro mudo y sin mordiente. Tenemos una mayoritaria cantidad de pastores pacifistas y pancistas que sólo alaban a los enemigos, y les disculpan, y se meten con los amigos. Una actitud cobarde y mendaz del que en vez defender a sus hijos, les culpa de las heridas que han recibido de sus enemigos; cualquier padre real no lo haría, incluso si tiene que amonestar algún mal proceder en los suyos.

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