Germán Arana, segundo capítulo. Los futuros nuncios los elige él

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Ha causado mucho ruido el precedente post sobre el jesuita Germán Arana y sus malos consejos a Francisco, incluso porque pocos sabían del estrecho vínculo de amistad y confianza que, desde hace tiempo, hay entre él y el Papa.

Como confirmación de este vínculo, hay un papel muy delicado que el padre Arana desempeña en un instituto vaticano que Francisco quiere particularmente: la pontificia academia eclesiástica, el cenáculo de formación de los futuros nuncios apostólicos, los embajadores del Papa ante los Estados.

Son una docena, de todo el mundo, los jóvenes sacerdotes que cada año son admitidos en esta escuela de alta diplomacia. Y su selección es muy severa.

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Pues bien, el padre Arana forma parte de la restringida comisión que aprueba o rechaza la admisión de cada candidato.

Nada de todo esto aparece en el sin embargo voluminoso Anuario Pontificio que cada año imprime la secretaría de Estado, con el detalladísimo orgánico de la Curia vaticana y de la entera Iglesia católica mundial. La última edición data de hace pocos días y, para la pontificia academia eclesiástica, solamente da los nombres del cardenal «protector», que es Pietro Parolin, en cuanto Secretario de Estado, y del presidente, el arzobispo y nuncio apostólico Giampiero Gloder. Pero la comisión de la que Arana forma parte existe y, naturalmente, de ella forma parte también Gloder, como también el asesor para los asuntos generales de la secretaría de Estado, monseñor Paolo Borgia.

Curiosamente, el Anuario Pontificio guarda también silencio sobre la nueva sección de la secretaría de Estado, de la que la pontificia academia eclesiástica ahora depende. Ha sido creada el pasado mes de noviembre, y de ella el Anuario da sólo el nombre: «Tercera sección – Personal diplomático de la Santa Sede», sin ninguna otra especificación. Sólo se dice –pero en otra página–, que la preside el arzobispo y nuncio apostólico Jan Romeo Pawlowski, con el título de «delegado para las representaciones pontificias».

Esto no quita que la creación de esta tercera sección especial responde a una precisa voluntad del Papa Francisco, la de apoyarse, en el gobierno de la Curia romana y de la Iglesia universal, en la corporación de los diplomáticos, temporalmente relegados a la sombra durante el pontificado de Benedicto XVI, cuando secretario de Estado era el no diplomático –y mediocre– cardenal Tarcisio Bertone y, al contrario, hoy más en auge que nunca, incluso en papeles extraños a sus competencias, como en los casos de los cardenales Lorenzo Baldisseri y Beniamino Stella, promovidos por el actual Papa, respectivamente a secretario general del sínodo de los obispos y a prefecto de la congregación para el clero.

Jorge Mario Bergoglio conoció y apreció a ambos cuando estaban en servicio como nuncios en América Latina. Y sobre todo es Stella el cardinal de curia que hoy más escucha Francisco. Muchos nombramientos importantes en el Vaticano, por ejemplo los de los actuales secretario, Giacomo Morandi, y subsecretario, Matteo Visioli, de la congregación para la doctrina de la fe, son fruto de las indicaciones que él ha dado al Papa.

Stella fue nuncio en Cuba desde 1992 y después, desde 1999, en Colombia. Participó en 2007 en la conferencia de los obispos latinoamericanos de Aparecida, en la que Bergoglio tuvo un papel preminente. Y en octubre del mismo año volvió a Roma para presidir la pontificia academia eclesiástica, antes de ser creado cardenal y prefecto de la congregación para el clero –en lugar del ratzingeriano Mauro Piacenza, removido sin cumplidos– por el mismo Bergoglio, que entretanto se había convertido en Papa.

¿Y quién ha tenido Stella como secretario personal durante muchos años? Un diplomático español llamado Fernando Chica Arellano, desde 2007 jefe de oficina de la sección española de la secretaría de Estado y desde el año sucesivo también «asistente» de Stella en la pontificia academia eclesiástica, una función antes inexistente y creada precisamente para él, con la tarea de acompañar más de cerca a los futuros diplomáticos en sus años de formación.

Desde 2015, monseñor Chica Arellano es observador permanente ante la FAO, la organización de la ONU para la alimentación y la agricultura, con sede en Roma. Pero su relación con el cardenal Stella es siempre muy estrecha. Y también muy estrecha es, desde hace tiempo, la relación de amistad que tiene con su connacional Arana.

La inserción de Arana en la pontificia academia eclesiástica encuentra aquí su génesis, en la relación confidencial que le unen a Chica Arellano y al cardenal Stella, además de, directamente, a Bergoglio.

El cual, visitando el pasado 3 de mayo la pontificia academia eclesiástica, en la piazza della Minerva, a dos pasos del Panteón, conversando con los dirigentes y alumnos, y quedándose a cenar, no ha olvidado insistir sobre la formación espiritual, además de la diplomática, de los futuros nuncios.

Una formación espiritual para la que el jesuita Arana tiene muchos títulos, visto su currículo de director de almas y gran predicador de ejercicios ignacianos, pero ahora quebrado por el tremendo derrape chileno, que le ha sacado de la carretera tanto a él, como a quien había creído en él hasta el fondo, el Papa.

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