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Ettore Gotti Tedeschi: «El diablo ha dejado de trabajar»

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Porque hoy hay muchos que van por sí solos a las llamas del infierno, y quizás precisamente por eso existe el calentamiento global… Reflexiones más serias que irónicas del ex presidente del IOR, sobre el estado de la Iglesia y del mundo por Sandro Magister

ROMA, 1 de febrero de 2016 – Desde el título, el último libro-entrevista de Ettore Gotti Tedeschi tiene en común con la predicación del papa Francisco al menos una cosa: la posición central de un personaje que también en la Biblia ocupa un puesto de primer orden, el de «príncipe de la mentira»: Paolo Gambi entrevista a Ettore Gotti Tedeschi, «Un mestiere del diavolo», Giubilei Regnani, Cesena, 2015, pp. 260, euro 15,00. Gotti Tedeschi es un banquero muy «sui generis», ferviente católico y humanista. Un poco solitario, reacio para trabajar´en equipo. Cuando en el 2009 lo llamaron desde el Vaticano para presidir el Instituto para las Obras de Religión asumió el cargo con la dedicación absoluta del que «se hace eunuco por el reino de los cielos», en su caso específico para reconducir hacia la virtud a la banca disoluta. Y puntualmente en el 2012 lo removieron del cargo. En el libro no dice quién lo hizo, porque en el fondo se trata de una cosa secundaria. Mientras que no es en absoluto marginal el convidado de piedra que amenaza en cada página, el diablo, a quien Gotti Tedeschi llama «el gran jubilado», porque hoy está tan asediado por admiradores que ni siquiera tiene ya necesidad de esforzarse para llenar el infierno. Las verdaderas raíces del desorden mundial – dice Gotti Tedeschi – son morales y en definitiva teologales. Los desastres de la economía y del medio ambiente no son causa sino efectos. Pero en sus palabras no hay ni una pizca de tristeza ni de resignación, porque si el diablo está feliz con su obra, también está siempre quien sigue trabajando, iluminando y al final venciendo: es la Divina Providencia, gracias a la cual, misteriosa pero infaliblemente, todas las cosas «cooperantur in bonum» [cooperan para el bien]. El diálogo entre Gotti Tedeschi y el entrevistador está entrejido con reflexiones que van en contra de la corriente, que también son irónicas y sorprendentes. Pero la materia es de peso: economía, medioambiente, Iglesia, fe católica. Con puntos disonantes respecto a la narración – con frecuencia infiel – que envuelve universalmente al papa Francisco. A este Papa él le tributa respeto y obediencia filiales, pero sin esconder que en la cima de la Iglesia de hoy las «figuras espirituales» que más admira son los cardenales Robert Sarah, Carlo Caffarra, Gerhard Müller, Raymond Burke, George Pell, éste último – subraya – «como teólogo». Aquí a continuación presentamos dos pasajes del libro, sobre dos puntos delicados: el despido del IOR y la encíclica «Laudato si'». __________ De «Un mestiere del diavolo» Entrevista con Ettore Gotti Tedeschi SOBRE LA EXPULSIÓN DEL PRESIDENTE DEL IOR P. – ¿Qué es lo que lo haría feliz? R: – Una entrevista con Tomás Moro, con Antonio Rosmini… Santo Tomás Moro es un santo que constituye una referencia para mi vida. Me habría gustado terminar en el patíbulo como él en forma transparente, a causa de mis convicciones, antes que terminar difamado y expuesto a la difamación por partes de hombres de la Iglesia, sin ni siquiera el proceso que al menos santo Tomás Moro tuvo el privilegio de tener (quizás divirtiéndose, como me habría divertido yo). Otro es el beato Antonio Rosmini, reconocido como hombre de fe y lleno de amor por la Iglesia sólo 120 años después de su humillación. Sin querer parangonarme a mí mismo y a mis vivencias con todo lo que le sucedió a Rosmini por haber escrito «Las cinco llagas de la Iglesia», evidentemente tengo que esperar todavía 117 años… Incluso el beato Giuseppe Toniolo fue desacreditado y perseguido, a pesar de haber servido a la Iglesia con fe, capacidad y pasión. P. – Pero se siente amargura en sus palabras. ¿Es posible perdonar verdaderamente a quien nos hace un mal? Y si me permite preguntárselo, ¿usted ha perdonado siempre? R. – Es cierto que se puede perdonar a quien nos hace un mal: se debe imitar a Cristo, o mejor dicho, se debe intentar imitarlo. Yo no sé decir si es fácil o no, sólo sé que es necesario luchar toda la vida para que lo logremos. Es cierto, para uno mismo es bastante difícil, por eso sugiero recurrir a la ayuda de un director espiritual que sepa confesar, hacer meditar y enseñar a rezar. Sugiero volver a dirigirnos ininterrumpidamente a nuestro (olvidado) ángel de la guarda, pidiéndole sugerencias. La gracia llega. No, no siempre he perdonado. En el caso específico al que usted se refiere sin citarlo, el problema es complejo, muy complejo. Pero puedo decirle que he perdonado a algunos, a otros todavía no. ¿Pero cuál es el verdadero perdón? Es la remisión, la absolución de una culpa, de un pecado: esto corresponde a la Iglesia. El perdón que puede dar una persona ofendida a los que se han manchado con una culpa, no se han arrepentido y no se han disculpado, es algo diferente. Puede ser el buscar una disculpa por el comportamiento, no tener rencor u odio. El verdadero perdón está quizás en saber rezar por el que tiene la culpa, rezar por su bien. Esto he llegado a hacerlo, pero no sin aspirar continuamente a hacer emerger la verdad. […] P. – Usted ha sido colaborador de una persona tan única y extraordinaria como el papa Benedicto. ¿Hay algo que tenga ganas de decir en mérito a las vivencias vinculadas a su presidencia del IOR y a su salida de éste? ¿Qué testimonio cristiano ha recibido? R. –  Mi testimonio es doble. Primero: donde hay mucho bien hay siempre también mucho mal. Pero los santos están siempre, precisamente como las monjas de clausura que rezan por la Iglesia, y son ellas las que nos dan esperanza. Por eso he seguido el consejo de una santa monja, una abadesa benedictina, que una vez me dijo: “Es legítimo tu deseo de verdad y justicia, pero es mérito mayor mortificarlo y ofrecerlo a Dios por su Iglesia”. He elegido esta segunda alternativa. Segundo: una reflexión que todavía hago hoy es que en el interior de la Iglesia puede ser más fácil hacer el mal que el bien. En este caso, habria deseado proponerle esta reflexión al papa Francisco, si él hubiese querido verme, lo cual jamás sucedió. Benedicto quería una Iglesia ejemplar. Si no hubiese sido por hechos y personas que prefiero olvidar, su pontificado sería definido como el de Benedicto XVI “el Grande”. Pero esto ocurrirá igualmente: el Espíritu Santo es un gran editor, aunque se publica cuando Él quiere, sin dejarse impresionar por la lectura de la prensa laicista-progresista. SOBRE LA ENCÍCLICA «LAUDATO SI'» P. – ¿Qué piensa de «Laudato si’», la encíclica del papa Francisco? R. – Pienso que no es fácil entender de quién es la responsabilidad de la degradación ambiental allí descripta. Espero tener en los próximos tiempos la posibilidad de comentar esta encíclica en ambientes clericales-académicos. Comenzaré con esta pregunta: “¿Según ustedes, quién es el responsable?”. Será para divertirse. P. – Comencemos a divertirnos inmediatamente: ¿quién es el responsable? R. – Me doy cuenta que lo que digo parecerá paradójico al lector poco informado o sensible a estos problemas, pero lo intento. Responsable es la cultura gnóstica, neomalthusiana y ambientalista que hoy pretende pedir al Papa que intervenga. Por cultura ambientalista entiendo a aquélla que, con una visión naturalista y panteísta, considera al hombre como el cáncer de la naturaleza, porque éste la daña con sus consumos inmoderados y su indiferencia respecto a la contaminación producida por él mismo, sobre todo si se casa (con una mujer) y tiene hijos. Y cuanto más hijos tenga, tanto más produce motivos para el deterioro ambiental. Esta cultura ambientalista está íntimamente unida con la cultura neomalthusiana que en los años ’70 y ’80 produjo, en el mundo occidental rico, ese sentimiento de antinatalidad cuyas consecuencias hoy soportamos. ¿Pero por qué responsabilizo a este ambientalismo? Porque al presionar para no tener hijos, sin hacer caer el crecimiento del PBI, automáticamente impulsó los consumos individuales. Pero para satisfacerlos, Occidente trasladó las producciones a los países asiáticos, con la finalidad de reducir los precios, acrecentar el poder de adquisición de los consumidores y, en consecuencia, hacer consumir cada vez más. Estos países asiáticos eran, digámoslo así, mucho menos sensibles y estaban mucho menos preparados respecto a los problemas ambientales; por consiguiente, con la excusa de proteger el ambiente se ha empeorado el deterioro del mismo. Para no contaminar teniendo hijos, se ha contaminado mayormente aumentando los consumos para compensar la caída de la natalidad. Pero mi mayor sorpresa es ver que han sido llamados a trabajar en la encíclica misma ambientalistas neomalthusianos. Afortunadamente, el espíritu del magisterio permaneció intacto, aun cuando la mayor parte de los observadores hizo un esfuerzo muy grande para encontrarlo, o más bien, para querer entenderlo. __________ En las últimas líneas arriba informadas vuelve a aflorar la polémica de Ettore Gotti Tedeschi frente al ambientalista neomalthusiano Jeffrey Sachs, efectivamente llamado muchas veces al Vaticano en los meses en los que estaba en fase de escritura la encíclica «Laudato si'». Para los detalles de la polémica: > Contro i presunti ispiratori della «Laudato si'»  __________ Traducción en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.

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