| 11 septiembre, 2015 ROMA, 11 de septiembre de 2015 – Estados Unidos y Cuba, o el diablo y el agua santa. El viaje del Papa Francisco programado del 19 al 27 de septiembre le llevará a los dos polos opuestos de su visión geopolítica: al templo de la «economía que mata» y, justo antes, en el puesto de avanzada de los pueblos en camino de la redención. En la isla del Caribe y en la «Alianza Bolivariana» ya confirmada entre Cuba y los regímenes populistas de Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia el argentino Jorge Mario Bergoglio ve de hecho una anticipación de la «Patria Grande» por él tan deseada, la primavera de una integración del continente latinoamericano en clave católica y anticapitalista. Ya ha visitado a dos de estos países, Ecuador y Bolivia; ahora le toca el turno al tercero, Cuba. Además, hacia sus gobernantes siempre ha tenido una actitud de gran consideración e incluso simpatía, también cuando estos han dado muestra de lo peor. No ha dicho nunca nada contra la deriva totalitaria de la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro; tampoco ha respondido a los llamamientos de una población hambrienta. Ha promovido al desmerecedor presidente boliviano Evo Morales como líder mundial de esos «movimientos populares» antagonistas que para él, el Papa, son el futuro de la humanidad liberada. Impresiona también el silencio de Francisco respecto a Cuba. Es cierto que una vez que haya aterrizado en La Habana Francisco hablará. Pero si se hojea el programa de la visita asombra lo escueto que es. En otros países el Papa no ha renunciado a entrar en un cárcel o a reunirse con prófugos o sin techo. En los Estados Unidos ya se sabe dónde y cuándo lo hará. En Cuba, no. En Lampedusa echó flores al mar y gritó «¡Vergüenza!», pero es improbable que lo haga desde el Malecón de La Habana, ante el brazo de mar que se ha tragado a miles de cubanos en fuga hacia las costas de Florida. Es difícil que en una cárcel vea a alguno de los centenares de prisioneros políticos. Las Damas de Blanco, las madres y esposas de los opositores encarcelados que cada domingo van a misa vestidas de blanco desafiando los abusos y golpes de la policía, difícilmente encontrarán sitio en primera fila en las misas del Papa. En los que respecta a los opositores en libertad vigilada e intermitente, muchos de ellos católicos, la única esperanza es que el Papa salude a alguno a escondidas, fuera del programa oficial, como el régimen ya concedió benignamente al secretario de Estado americano John Kerry el día de la inauguración de la renacida embajada de los Estados Unidos en Cuba. Hay mucha Realpolitik en el silencio mantenido hasta ahora por el Papa Francisco sobre la falta de libertad del pueblo cubano. El secretario de Estado vaticano Pietro Parolin y su sustituto Angelo Becciu han crecido en la escuela del cardenal Agostino Casaroli, gran diplomático en tiempo del imperio soviético, y han sido nuncio uno en Venezuela y el otro en Cuba respectivamente. Conocen sus dossiers y parece que Francisco se atiene diligentemente a sus instrucciones. Lo que el Papa añade de propio es el enfoque personal, confidencial, casi de confesor, con los déspotas con los que se reúne. Ha conseguido conmover un corazón de piedra como el de Raúl Castro, induciéndole a pronunciar, tras un coloquio cara a cara en el Vaticano, su propósito de volver a la práctica de la religión católica. Se espera un bis con Fidel. La apuesta es que en los tres días de su presencia en la isla Francisco inventará algo que esté fuera del programa, capaz de dar un mínimo de sustancia al grito «¡Libertad!» que se levantó en vano desde las muchedumbres cubanas durante las visitas de los dos Papas precedentes. En los Estados Unidos la música será diferente. Bergoglio nunca ha amado a la que es la máxima potencia de Occidente y del mundo. E incluso en las relaciones personales no esconde que antes prefiere a un Vladimir Putin que a un Barack Obama. Pero el Papa ostenta la misma frialdad hacia todos los obispos de ese país, en buena parte wojtylianos y ratzingerianos no arrepentidos. También los obispos son críticos hacia la administración Obama, pero por razones distintas a las de Francisco. Para los obispos se está atacando la identidad y la libertad del hombre varón y mujer salidos de las manos de Dios, mientras que para el Papa la amenaza suprema es el superpoder de la economía liberal. En los anunciados discursos al Congreso, a la ONU y a los obispos se verá hasta qué punto Francisco llevará su reprimenda. __________ Esta nota ha sido publicada en «L’Espresso» n. 37 del 2015, en los kioscos a partir del 11 de septiembre, en la página de opinión titulada «Settimo cielo» confiada a Sandro Magister. He aquí el índice de todas las notas precedentes: > «L’Espresso» al séptimo cielo __________ El programa del viaje a Cuba y a los Estados Unidos: > Viaje Apostólico del Santo Padre Francisco, 19-28 de septiembre de 2015 __________ Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España.
Son las dos metas del próximo viaje de Francisco, en los polos opuestos de su visión geopolítica. El enigma de los silencios del Papa sobre la falta de libertad en el régimen de Fidel y Raúl Castro por Sandro Magister