En el último cuaderno de «La Civiltà Cattolica» -que precede al fatídico número 4000 que sale el 11 de febrero con gran pompa, una dedicatoria y la enésima entrevista papal- hay un artículo de indudable interés sobre Venezuela.
El autor, Arturo Peraza, de 52 años, es el jesuita que ha ocupado el puesto de provincial de Venezuela en sustitución de su connacional Arturo Sosa Abascal, elegido superior general de la Compañía de Jesús. Y traza un perfil alarmante del desastre en el que ha precipitado a su país la «revolución» bolivariana llevada a cabo por el presidente Hugo Chávez (en la fotografía) y su sucesor Nicolás Maduro.
Pues bien, el padre Peraza define»populista» el régimen vigente en Venezuela, como lo fueron -añade- los regímenes de Juan y Evita Perón en Argentina, de Getulio Vargas en Brasil y, en años más cercanos, el de Alberto Fujimori en Perú.
Definición que, para él, ciertamente no es benévola, como se puede leer en este pasaje de su artículo de «La Civiltà Cattolica»:
«[En Venezuela] la revolución ha querido crear un nuevo marco institucional llamado ‘socialista’. Pero […] en realidad el proyecto chavista es un modelo que en política se puede definir mejor como ‘populismo o personalismo político’ y que en América Latina ha sido encarnado, por ejemplo, por Perón (y Evita) y Vargas. Hoy se habla de ‘neopopulismo’ para referirse a los gobiernos como el de Fujimori o el de Chávez. Aquí, la clave de lectura fundamental es el hecho que, más que un marco institucional (formado por partidos y estructuras), se elige un líder que representa, de alguna manera, a las masas populares. Este líder asume una condición de ‘semi-soberano’, en el sentido que la soberanía reside en el pueblo el cual, a través de las elecciones, la delega en el presidente elegido. Éste, aunque parece que desde el punto de vista formal se somete a la estructura del estado liberal, en realidad se separa de él radicalmente, aduciendo la necesidad de transformación social que él directamente representa, asume, promueve y pone en marcha. Así, los otros poderes del estado se convierten en meros corifeos de quien tiene el poder ejecutivo».
Sin embargo, si leemos la entrevista al Papa Francisco publicada el 21 de enero en el periódico español «El País», vemos que el Papa sí que expresa un juicio negativo sobre los populismos de Europa y Norteamérica, a los que compara incluso con Hitler, pero habla muy bien de los populismos y de los «movimientos populares» de América Latina.
He aquí la pregunta y la respuesta sobre este punto concreto:
P. – Tanto en Europa como en América, las consecuencias de una crisis que no acaba, el aumento de la desigualdad, la ausencia de liderazgos sólidos están dando paso a formaciones políticas que están recogiendo el malestar de los ciudadanos, para construir un mensaje de xenofobia, de odio hacia el extranjero. El caso de Trump es el más llamativo, pero ahí están también los casos de Austria e incluso Suiza. ¿Está preocupado por este fenómeno?
R. – Es lo que llaman los populismos. Que es una palabra equívoca porque en América Latina el populismo tiene otro significado. Allí significa el protagonismo de los pueblos, por ejemplo los movimientos populares. Se organizan entre ellos… es otra cosa. Cuando oía populismo acá no entendía mucho, me perdía hasta que me di cuenta de que eran significados distintos según los lugares. Claro, las crisis provocan miedos, alertas. Para mí el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 alemán. Después de Hindenburg, la crisis del 30, Alemania destrozada, busca levantarse, busca su identidad, busca un líder, alguien que le devuelva la identidad y hay un muchachito que se llama Adolf Hitler y dice “yo puedo, yo puedo”. Y toda Alemania vota a Hitler. Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro.
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Ésta es una primera contradicción: por un lado, el juicio positivo de Jorge Mario Bergoglio sobre los populismos latinoamericanos y, por el otro, el juicio negativo contemporáneo del provincial de los jesuitas de Venezuela en «La Civiltà Cattolica».
Pero hay otra contradicción al juzgar los populismos latinoamericanos: entre el Bergoglio que hoy es Papa y el Bergoglio que en 2007 fue el principal autor del documento conclusivo de la conferencia de Aparecida de los obispos del continente.
En ese documento, al que el Papa Francisco sigue haciendo referencia a menudo, se habla una sola vez de populismo latinoamericano y, en concreto, en el párrafo 74. Y con juicios todos y sólo negativos:
«Constatamos un cierto progreso democrático que se demuestra en diversos procesos electorales. Sin embargo, vemos con preocupación el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista. Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos. Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo».
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¿Cuál es entonces el verdadero Bergoglio? ¿El de Aparecida de 2007 o el actual?
Ninguna duda al respecto. Su pensamiento auténtico sobre los populismos latinoamericanos es el benévolo, es más, el entusiasta que ha expresado, sobre todo, en esos larguísimos discursos, «manifiestos» políticos, dedicados a los «movimientos populares» que convocó por primera vez en Roma en 2014, por segunda en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, en 2015 y por tercera vez, de nuevo en Roma, en 2016:
> Bergoglio político. El mito del pueblo elegido
A nivel práctico, esta predilección del Papa Francisco por los populismos latinoamericanos se manifiesta en la simpatía que ha mostrado en más de una ocasión por algunos de sus representantes como, por ejemplo, los hermanos Castro en Cuba, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, José Mujica en Uruguay, como también ha mostrado frialdad hacia los opositores de Chávez y Maduro en Venezuela y hacia el actual presidente de Argentina, el «liberal» Mauricio Macri.
Pero hay un origen teórico y teológico a esta predilección del Papa.
En un par de entrevistas el Papa Francisco no ha dudado en definir la noción de pueblo como «una categoría mística» y «mítica».
Pero una vez expresó este pensamiento de una manera más completa. Fue en el discurso que dirigió el 13 de noviembre en un congreso del Romano Guardini Stiftung.
Guardini es el filósofo y teólogo italo-alemán sobre el que Bergoglio planteó su inacabada tesis doctoral en Teología. El Papa dice que tomó de él la inspiración para un «concepto de pueblo» que se acompaña bien con la «teología del pueblo» de su maestro jesuita argentino Juan Carlos Scannone.
El pueblo, dijo Francisco en ese discurso en el Romano Guardini Stiftung, es «el compendio de lo que en el hombre es genuino, profundo, sustancial». En el pueblo, «como en un espejo», se debe reconocer el «campo de fuerza de la acción divina». Y por esto, ha añadido el Papa, «a mí me gusta decir -pero estoy convencido de ello- que el pueblo no es una categoría lógica, es una categoría mística».
Son concepto elevados, elevadísimos. Pero Bergoglio es un hombre práctico. Y para él el paso del pueblo al populismo es breve.
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POST SCRIPTUM – La divergencia anteriormente descrita entre el pensamiento de Francisco y el de «La Civiltà Cattolica» en materia de populismo es la clásica excepción que confirma la regla. Y la regla es el estrechísimo vínculo entre el Papa y la revista.
Es el vínculo que el propio Francisco ha confirmado y reforzado en el discurso que ha dirigido el jueves 9 de febrero al grupo de escritores de «La Civiltà Cattolica», recibidos en el Vaticano con ocasión de la salida del número 4000 de la revista:
«Yo, en mi trabajo, os veo, os sigo, os acompaño con afecto. Vuestra revista está a menudo en mi escritorio. Y sé que vosotros, en vuestro trabajo, no me perdéis nunca de vista. Habéis acompañado fielmente todos los pasajes fundamentales de mi pontificado, la publicación de las encíclicas y de las exhortaciones apostólicas, dando de ellas una interpretación fiel».
De esto se deduce, por ejemplo, que el vía libre a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, dado por hecho por «La Civiltà Cattolica» antes incluso de que saliera la exhortación post-sinodal «Amoris laetitia», era y es «una interpretación fiel» del pensamiento del Papa:
> Francisco calla, pero otro jesuita habla por él (7.11.2015)
En el mismo discurso del 9 de febrero, Francisco ha añadido que «ya desde hace mucho tiempo la secretaría de Estado envía ‘La Civiltà Cattolica’ a todas las nunciaturas del mundo» y se ha alegrado por las próximas ediciones de la revista en español, inglés, francés y coreano. Otro modo para hacer llegar a todas partes, y con autoridad, su pensamiento.
(Traducción en español de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares, España)
Reconfortante leer articulos de esta revista cuando era catolica, hoy da lastima.
Francisco es un populista: exige atención a su persona pero a sus principios ni ideales. Y es un populista a quien no le sigue su pueblo (el católico) sino la antítesis (el «mundo», ateo y anticristiano).
Es una aplicación de miente, miente porque algo quedará, en realidad, para un subjetivista no hay mentiras entonces lo que hace Bergoglio es actuar y decir muchas veces para que algo quede, confiando en que las fuerzas invisibles de la Iglesia y de la humanidad (siendo el tiempo superior al espacio) podrán recibir y hacer entrar en la Tradición lo que evidentemente la contradice por eso inicia procesos que concluyen en la contradicción con la Tradición y en un posible cisma.
Además, no tiene ningún interés por lo teórico, no le preocupa no poder dar respuestas de lo que hace o dice sino que en un fideismo en el que su persona quiere representar al Espíritu de las Sorpresas, Espíritu Santo y Dios mismo, espera construir una Iglesia nueva en la que entren todos y lograr la unidad de los cristianos sobre la base de la sola misericordia y de la ignorancia, eliminar todo pensamiento filosófico y teológico y reformar la Iglesia sobre una fe que él mismo va moldeando y adulterando como si fuera Dios por eso invoca al Espíritu de las Sorpresas.
Bergoglio es la mentira sistemática, no dice la verdad ni por equivocación. Bergoglio critica solo los populismos en occidente, pero aplaude los movimientos populares, «del pueblo que se organiza» en Cuba, Venezuela, etc.
Si el Trolas del tango siendo Papa desprecia los sacramentos y los diez mandamientos, ¿Por qué no va a mentir en temas políticos?
BERGOGLIO haz tu trabajo y contesta los dubia. A dia de hoy según Trento eres un hereje excomulgado latae sententiae. No lo digo yo, esta escrito en Trento y es valido, no como tu que eres mas falso que judas.
La diferencia entre Bergoglio y Judas es que el Trolas lo entregaría gratis por ego, y en vez de un beso le soltaría un rollo de verborrea porteña. Me imagino a Bergoglio en el huerto de los olivos, y a Cristo diciéndole, vale que me entregues, pero por favor no me sacudas uno de tus rollos.
Los Jesuitas, desde hace años y el Papa incluido, han querido ser más listos que nadie y la vanguardia de la iglesia, tanto se han ensalzado queriendo inventar algo nuevo que no han hecho más que desastres. Les ha sucedido lo que a D. Quijote. que les estalla la cabeza y nada más. En Venezuela ya no quieren ni ver a la iglesia, porque parecía que iban hacer algo y lo único que han hecho es retrasar el proceso y darle alas a Maduro.
No disiente. Hace como que disiente. Los artículos de fondo de la Civiltá gozan del placet francisquita.