En el terreno militar el conflicto entre Rusia y Ucrania continúa con baja intensidad. Pero en el terreno religioso el choque ha llegado a su apogeo. El 15 de octubre el Patriarcado de Moscú “y de todas las Rusias” ha truncadola comunión eucarística con el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, conducidos por los respectivos patriarcas Cirilo y Bartolomé.
Esto significa que los sagrados ministros de la Iglesia Ortodoxa Rusa no celebrarán más ninguna liturgia junto a los del Patriarcado de Constantinopla – al que Moscú se niega sistemáticamente a atribuirle la cualidad de “ecuménico” – y también los simples fieles rusos deberán abstenerse de participar en los sacramentos administrados en las iglesias del Patriarcado bizantino.
El motivo de la ruptura es la decisión de Bartolomé, anunciada el 11 de octubre, de dar vida en Ucrania a una Iglesia Ortodoxa “autocéfala”, es decir, independiente, no más sometida a la jurisdicción del Patriarcado de Moscú.
Justamente en Ucrania las Iglesias ortodoxas hoy son tres. Está aquélla, la más grande, con el metropolitano Onufriy, que precisamente está bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú. Hay una segunda Iglesia, creada en 1995 como Patriarcado independiente de un ex alto jerarca de la Iglesia rusa, Filaret [Denysenko], que como consecuencia de ello ha sido excomulgado por Moscú. Y hay una tercera Iglesia, con el metropolitano Macario, también él excomulgado, autoproclamada “autocéfala” en 1991, pero hasta ayer no reconocida por ninguna otra Iglesia ortodoxa.
Ahora bien, el objetivo de Bartolomé es unificar estos tres muñones y conferir autonomía a una reconstituida Iglesia Ortodoxa Ucraniana, en la órbita del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla. Para ello ha revocado las excomuniones tanto de Filaret como la de Macario. Ha enviado a Ucrania como exarcas propios – llamándolos respectivamente de Estados Unidos y por Canadá – a los obispos Daniel e Hilarión, con la tarea de tejer los hilos de la unificación. Ha restaurado en Kiev al “stavropigion” de Constantinopla, es decir, una jurisdicción eclesial directamente dependiente del Patriarcado Ecuménico. Y ha declarado caduco “el vínculo jurídico de la carta sinodal del año 1686”, es decir, del documento con el que el entonces patriarca ecuménico Dionisio IV aceptó la subordinación de la metrópolis de Kiev al Patriarcado de Moscú.
De este último documento las interpretaciones de Constantinopla y Moscú son diametralmente opuestas. Para Constantinopla, esa concesión de derechos era provisoria y desde hace tiempo no rige más. Para Moscú, era y sigue siendo definitiva.
Pero hay más. Cirilo no reconoce a Bartolomé ese “primado” en el campo ortodoxo, del cual el segundo, por el contrario, se considera investido.
El primado que el patriarca ecuménico de Constantinopla pretende ejercer no se iguala con el primado del Papa sobre la Iglesia Católica, pero es mucho más que una primacía “de honor”, como por el contrario sostiene el Patriarcado de Moscú. Bartolomé reivindica para sí un rol histórico de guía en toda la “ecumene” de la ortodoxia, y ha vuelto a poner de manifiesto esta prerrogativa suya en una reciente conferencia en la Academia Ortodoxa de Creta:
“Si el patriarcado ecuménico abandonara sus responsabilidades y se retirara del escenario inter-ortodoxo, entonces las otras Iglesias locales serían como ovejas sin pastor, comprometidas en iniciativas eclesiásticas que mezclarían la humildad que se deriva de la fe con la arrogancia que se deriva del poder. De aquí nace el rol de coordinación asignado al patriarca ecuménico en el seno de la familia pan-ortodoxa. La ortodoxia tiene necesidad del patriarcado ecuménico, para no convertirse en un grupo desligado de Iglesias irremediablemente dispersas en diferentes lugares”.
Por el contrario, el Patriarcado de Moscú está tan lejos de reconocer esta primacía al patriarca de Constantinopla que no dudó en hacer fracasar con su ausencia, en el 2016, el Concilio pan-ortodoxo fatigosamente convocado en Creta por Bartolomé, así como no dudó ahora en motivar su ruptura de la comunión eucarística con Constantinopla, con “el propio deber de defender los principales fundamentales de la Ortodoxia y la santa tradición de la Iglesia, ahora reemplazados por doctrinas nuevas y ajenas respecto al poder universal del primado”.
En el boicot al Concilio pan-ortodoxo de Creta querido por Bartolomé, Moscú no estuvo sola. Tuvo de su parte al patriarcado de Antioquía, con sede en Damasco, que hizo negó su presencia. Y ahora lo tiene de nuevo a su ladorespecto a Ucrania, quizás también por el rol de Rusia en el conflicto de Siria, como apoyo del régimen de Assad, considerado por los ortodoxos de ese país extremo dique de defensa para su supervivencia.
Con Cirilo y contra Bartolomé se han pronunciado además, en los últimos días, las Iglesias ortodoxas de Serbia, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Montenegro.
¿Y en Ucrania? Las dos Iglesias ortodoxas hostiles a Moscú, la de Filaret y la de Macario, están naturalmente a favor de la iniciativa de Bartolomé, también al costo de renunciar a que sea uno de ellos el jefe de la nueva Iglesia “autocéfala”.
Por el contrario, es difícil prever qué harán los obispos, el clero y los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, sometida a la jurisdicción de Moscú. Su metropolitano Onufriy estuvo presente en Minsk, en Bielorrusia, en la reunión del sínodo del Patriarcado de Moscú que el 15 de octubre rompió la comunión eucarística con Constantinopla. Y ha confirmado que considera todavía inválidos los sacramentos celebrados por las dos Iglesias “cismáticas” de Filaret y Macario, prohibiendo en consecuencia a los fieles participar en sus liturgias y adherir a la naciente Iglesia ucraniana unificada.
Pero de una reciente encuesta resulta que, en Ucrania, la creación de una Iglesia Ortodoxa unificada y autónoma goza del consenso del 31,3% de la población, mientras que los contrarios a ella son el 19,8%, los indiferentes el 34,7% y los que no responden son el 14,2%. Naturalmente, con variaciones de una zona a otra, con el máximo de los favorables el 58%, en el oeste, y el máximo de los contrarios es el 28,2% en el este.
En todo caso, la pérdida de la metrópolis ucraniana sería para el Patriarcado de Moscú un golpe durísimo. Un buen 40% de las parroquias de todo el Patriarcado de Moscú está situado en Ucrania, casi 12 mil en un total de 30 mil. Y al sumar éstas a las parroquias de las otras dos Iglesias ortodoxas en vías de unificación, la nueva Iglesia Ortodoxa Ucraniana “autocéfala” se convertiría en la segunda Iglesia Ortodoxa más populosa del mundo, capaz de rivalizar con el Patriarcado de Moscú, que tiene hasta hoy la primacía indiscutida a causa del número de fieles.
El metropolitano Hilarión Alfeyev de Volokolamsk, el activísimo “ministro de Relaciones Exteriores” del patriarcado de Moscú, volvió a acusar el 13 de octubre al presidente ucraniano Poroshenko y a Estados Unidos de actuar en apoyo de la iniciativa separatista de Bartolomé.
Respecto a Poroschenko tiene razón, vistas las frecuentes declaraciones públicas del presidente ucraniano. Pero Hilarión ha acusado muchas veces de actuar en la misma dirección también a la Iglesia greco-católica ucraniana. La no oculta sospecha del Patriarcado de Moscú es que los greco-católicos quieren conducir en forma subrepticia a la nueva Iglesia ucraniana autocéfala a unificarse también con ellos y así volver a la obediencia de la Iglesia de Roma.
Hilarión debe haber expresado personalmente al papa Francisco esta sospecha, en la audiencia que tuvo con él el 30 de mayo pasado, según la dura advertencia dada en esa ocasión por el mismo Francisco a los católicos ucranianos de “no inmiscuirse en las cuestiones internas de la Iglesia Ortodoxa Rusa”:
> En Ucrania, entre ortodoxos y católicos, Francisco tomó partido por Moscú
En esta ocasión, al igual que en otras, respecto a la cuestión ucraniana, tanto política como religiosa, Francisco ha mostrado ser más sensible a las razones de Moscú que a las de Constantinopla.
Pero en el diálogo ecuménico que está tan en el corazón de Jorge Mario Bergoglio, muchas veces el Patriarcado de Moscú ha sido para él más un obstáculo que una ayuda.
En efecto, la hostilidad de Moscú contra cualquier idea de otro primado que no sea meramente “de honor” no se expresa solamente negando la cualidad y la autoridad de “ecuménico” al Patriarcado de Constantinopla y hostilizando cada iniciativa suya de largo alcance, sino también contra el avance de los trabajos de esa Comisión Internacional Conjunta para el diálogo teológico entre las Iglesias ortodoxas y la Iglesia católica que desde hace años está bloqueada precisamente sobre la cuestión del primado, y que permanece bloqueada justamente por la obstinación de Moscú de no acordar ni siquiera con las otras Iglesias ortodoxas que participan en este diálogo.
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El 13 de octubre el arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica ucraniana, Sviatoslav Shevchuk, concedió una amplia entrevista a John L. Allen e Inés San Martin, publicada en “Crux” el 17 de octubre:
> Ukraine prelate says Orthodox independence is ‘affirmation of rights’
Shevchuk se dice “no autorizado a entrar en los asuntos internos de las Iglesias ortodoxas”. Pero “como pastor al que Dios ha confiado el cuidado de las almas” juzga como “evento epocal” la decisión del patriarca ecuménico de Constantinopla de admitir en la comunión eclesial a las dos Iglesias Ortodoxas ucranianas que hasta ayer no eran reconocidas y estaban excomulgadas.
Y el paso siguiente será la constitución de una Iglesia ucraniana unificada e independiente, porque – dice – “de lo que Ucrania tiene necesidad hoy es la afirmación de los propios derechos: no sólo el derecho de tener un país independiente, sino también el de tener su interpretación del propio pasado, presente y futuro religioso”.
Por el contrario, Shevchuk se dice muy crítico del comportamiento del Patriarcado de Moscú, con su “lógica de naturaleza geopolítica” y con su “lenguaje de amenazas, chantajes y ultimátum”.
Señores, esto es la Sinodalidad.
Cada uno como le salga de ahi y que Dios reparta suerte !
Hay que ser muy nabo para elegir esa ruta…. pero….
Demasiada Sede es la de Pedro. A alguien le queda grande….
Es un movimiento extremadamente torpe del patriarca Bartolomé. En la ortodoxia hay un punto de vista más «convervador», que representa el patriarca Kiril de Moscú, y el más ecuménico y modernista del patriarca Bartolomé de Constantinopla.
Los ecumenistas ortodoxos han realizado movimientos en el pasado, como cambiar su calendario para adaptarlo al occidental, o reunirse con el papa y miembros de las demás religiones, lo cual causa controversia pero no es grave. Ahora bien, si, como es hasta previsible, en Ucrania se producen muertes por asaltos de ucronazis a parroquias de la Iglesia ucraniana (mayoritariamente pro-mosvovita), se producirá una inmensa conmoción en todo el mundo ortodoxo, y es de esperar un respaldo a la posición de Kiril.
Básicamente lo que ha hecho Kiril es, en base a considerarse como una especie de «papa ortodoxo», sustraer la zona ucraniana, que pertenece al patriarcado de Moscú, para adherirla a Constantinopla. Los movimientos geopolíticos de Occidente están detrás. Tendrá graves consecuencias, en una lucha que se inclina para Kiril, ya que la parroquia de Constantinopla es exigua, mientras que la parroquia rusa es mucho mayor, un resultado que será pésimo para el papa, ya que la posición ecuménica ortodoxa se verá gravemente dañada. Los uniatas no deberían inmiscuirse de ningún modo en este conflicto, tienen las de perder.
** en el tercer párrafo léase «básicamente lo que hecho Bartolomé»