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El proceso sobre el turbio asunto vaticano tiene un convidado de piedra: el cardenal Pell

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Mientras en el Vaticano el proceso al cardenal Giovanni Angelo Becciu y otros imputados se encamina a su quinta audiencia, sin que esta empiece nunca realmente, en Estados Unidos ha salido el tercer y último volumen del “Prison Journal”, el diario de prisión del cardenal George Pell, que en algunas de sus páginas traza un perfil de Becciu no muy halagüeño precisamente.

Básicamente, Pell señala al que fue sustituto de la Secretaría de Estado de 2011 a 2018 como el más tenaz opositor al trabajo de limpieza y reorganización de las cuentas vaticanas confiado en 2014 por el papa Francisco a Pell, como prefecto de la recién nacida Secretaría de Economía.

Más adelante se pueden leer las páginas del diario en las que Pell hace referencia a esta resistencia, la cual tenía en la Secretaría de Estado su baluarte.

Pell no entra en el asunto del proceso que ahora está teniendo lugar en el Vaticano, centrado principalmente en la compra mal organizada de un edificio en Londres por parte de la Secretaría de Estado. Solo se limita a aclarar que había intuido desde el principio que esa operación era un error y que no deberían haberla hecho, y que lo había dicho, pero desgraciadamente no lo escucharon, es más, le privaron rápidamente de sus poderes.

Por tanto, es comprensible que en su diario Pell se alegre de que ese turbio asunto haya terminado bajo proceso, gracias también a la personal “insistencia” del papa Francisco.

Pero de este proceso, que llegó el 17 de noviembre a su cuarta audiencia, Pell no podía conocer, cuando escribía su diario en prisión, el descoordinado sistema judicial, ni la flagrante violación de los derechos de la defensa, ni mucho menos el posible desarrollo que podría llegar a salpicar al propio papa Francisco.

Porque ha sido precisamente esto lo que ha provocado la audiencia del 17 de noviembre.

Cuando el presidente del tribunal vaticano, Giuseppe Pignatone, abrió el debate, las incógnitas ya eran muy elevadas, como ha reconstruido punto por punto este post de Catholic News Agency publicado esa misma mañana:

> Vatican finance trial: What’s happened so far and where is it heading?

Pero luego resulta que Luigi Panella, abogado defensor de un imputado, extrajo de la torrencial declaración del principal acusado del cardenal Becciu y los demás imputados, el prelado Alberto Perlasca, la siguiente frase del promotor de justicia Alessandro Diddi que lo estaba interrogando: “Monseñor, lo que dice no tiene nada que ver. Hemos ido a ver al Santo Padre y le hemos preguntado lo que ha pasado, y yo puedo dudar de todo el mundo, menos del Santo Padre”. Pero de esta llamada a testimoniar del papa Francisco –ha objetado el abogado Panella –, “nosotros no tenemos ningún acta”, y esto impediría la continuación del proceso.

Después de la suspensión de la audiencia, Diddi negó que hubiera un acta “de lo que dijo” el papa a los promotores de justicia, porque para ellos era suficiente con lo que había dicho en la rueda de prensa durante el vuelo de Tailandia a Japón, el 26 de noviembre de 2019” (en realidad de Tokio a Roma).

Pero es bien sabido que Francisco no solo había sido informado de cada paso de la operación londinense, que de hecho había aprobado, sino que además intervino en persona al menos en uno de los momentos neurálgicos del asunto, el de la negociación de la Secretaría de Estado para comprar las acciones del edificio de Londres todavía en posesión del bróker Gianluigi Torzi, por las que al final pagaron 15 millones de euros. Y era precisamente de esta negociación de la que estaba hablando Perlasca, interrogado por Diddi, en la parte de su declaración recordada por el abogado Panella.

Era finales de 2018 y Francisco se dejó fotografiar con Torzi, recibido amablemente en Santa Marta el día de San Esteban. Respondiendo más tarde a la Associated Press, el tribunal vaticano confirmó que el papa había entrado en la habitación en la que se estaban llevando a cabo las negociaciones, invitando a todos a encontrar una solución. Giuseppe Milanese, uno de los presentes, declaró a “Report”, programa de la televisión pública italiana, que Francisco también había animado a dar a Torzi “el justo salario”. La intervención del papa fue confirmada además por Edgar Peña Parra, sucesor de Becciu como sustituto de la Secretaría de Estado, en un memorándum de unas veinte páginas sobre todo el asunto, con varios documentos adjuntos.

En vista del cariz que estaba tomando la audiencia, el presidente del tribunal vaticano Pignatone se ha dado cuenta de que el proceso no podía continuar “si antes la defensa no tenía completo conocimiento de los hechos” y ha aplazado todo al 1 de diciembre.

Veremos. Pero volviendo a los diarios del cardenal Pell, he aquí lo que escribió, antes de que comenzase el proceso, en estas tres páginas seguidas cada una por nuestras breves anotaciones.

*

1. “UNA DECLARACIÓN PROVOCATIVA Y REVELADORA”

(Miércoles, 11 de diciembre de 2019, pp. 33-35)

Me ha llegado hoy de Roma una declaración provocativa y reveladora del cardenal [Giovanni Angelo] Becciu. […] El cardenal Becciu es diferente de la mayor parte de los demás personajes vaticanos implicados en asuntos financieros, que están ocultos y en silencio hasta que no cesan las ráfagas de artillería, para después volver a su vida cotidiana. Este cardenal hace declaraciones con frecuencia. En esta ocasión le ha escrito a Sandro Magister de “L’Espresso” […] que no había tenido en cuenta «la opinión contraria del cardenal Pell” sobre la compra [del edificio] de Londres porque sencillamente ni siquiera le había consultado sobre el asunto, “ya que no está dentro de sus competencias controlar las cuentas de la Secretaría de Estado”, una autoridad que el papa nunca le había dado.

La locución italiana utilizada es “controlar las cuentas de la Secretaría de Estado”. Aunque no tengo acceso a un diccionario de italiano, el estatuto de nuestra Secretaría [de Economía] nos daba de manera explícita la autoridad “to supervise”, controlar, todas las cuentas del Vaticano, incluidos los de la Secretaría de Estado; y también necesitaban nuestra aprobación las compras de propiedades, etc., por encima de los 500 mil euros. No nos pidieron esta última aprobación, pero lo que provocó nuestra contrariedad fue la equivocada gestión contable de la operación, en la que el desembolso estaba enmascarado y compensado por el valor (teórico) de la compra, en contra de las normas de la contabilidad. Nuestro punto de vista no prevaleció, pero hay tres cosas claras:

1. Según el estatuto, la Secretaría de Estado nunca ha estado exentada de la supervisión de la Secretaría de Economía;
2. Nuestras actividades han sido obstaculizadas regularmente, aunque no de manera totalmente eficaz, por algunos, no todos, en la Secretaría de Estado. En esta había elementos hostiles a cualquier mirada externa a sus actividades (y ahora entendemos mejor el porqué);

3. El sustituto de la Secretaría de Estado anuló la auditoría externa y obligó al auditor a que dimitiera. Él no niega directamente nuestra oposición y no dice nada sobre las enormes pérdidas de la inversión (un 15 por ciento por la devaluación del Brexit y al menos otro 15 por ciento por la caída de la burbuja inmobiliaria londinense, es decir, al menos 60 millones de euros de pérdidas sobre los iniciales 200 millones de euros invertidos), ni sobre los mal llevados asuntos relacionados, como honorarios y comisiones excesivas.

*

(s.m.) Más exactamente, esta es la parte de la declaración del cardenal Becciu refutada por Pell:

“Es infundada la acusación de que yo no tuve en cuenta la opinión contraria del cardenal Pell sobre la operación de la compra del edificio de Londres, por el simple motivo de que nunca se le consultó al entonces prefecto de la SPE [Secretaría de Economía] sobre el tema, ya que no estaba dentro de sus competencias controlar las cuentas de la Secretaría de Estado. Para hacerlo habría necesitado la autorización del papa, algo que nunca le fue concedido”.

Pero además de confutar dichas afirmaciones, el cardenal Pell señala a Becciu como el más irreducible opositor a cualquier supervisión de la Secretaría de Economía –instituida en 2014 por el papa Francisco y presidida por el propio Pell– de las cuentas de la Secretaría de Estado. La compra del edificio de Londres fue uno de los motivos del enfrentamiento, pero no el único.

En concreto, Pell le atribuye a Becciu la expulsión del auditor general Libero Milone, producida el 19 de junio de 2017, cuyo trasfondo fue revelado por el propio Milone en una entrevista del 24 de septiembre siguiente al “Wall Street Journal”, “Reuters”, el “Corriere della Sera” y SkyTg24. Después llegó, el mismo día, un polémico comunicado de la Santa Sede y un comentario aún más venenoso de Becciu, según el cual Milone 2estaba espiando las vidas privadas de sus superiores y del personal, yo incluido”.

Settimo Cielo contó todo detalladamente en el siguiente post, incluido el apoyo que el papa Francisco le dio a Becciu cuando echó a Milone y en el enfrentamiento con Pell, entonces privado de sus poderes antes incluso de regresar a Australia para el proceso por el que estaba imputado:

> El brazo armado del Papa, en el relato del exauditor de las cuentas vaticanas

En otra página de su diario de prisión, escrita el 22 de febrero de 2020, Pell señala también a Alberto Perlasca como “un fanático opositor de cualquier tipo de auditoría externa de las finanzas de la Secretaría de Estado”. Recuerda que durante los años del turbio asunto de Londres era él quien “guiaba las operaciones financieras en la Secretaría de Estado del Vaticano “. Escribe que habían registrado su despacho. Y comenta: “La historia se volverá todavía más interesante si mons. Perlasca empieza a hablar”.

Y así fue. Perlasca se convirtió poco después en el principal acusador de Becciu y de los demás imputados en el proceso del turbio asunto de Londres. Sus declaraciones han llenado ciento quince horas de grabaciones de video.

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2. LA VISITA EN LA CÁRCEL DEL PRESIDENTE DEL IOR

(Lunes, 16 de diciembre de 2019, pp. 47-48)

El punto culminate del día ha sido la visita de Jean-Baptiste de Franssu, presidente del IOR, el llamado banco del Vaticano, que ha venido a verme desde Bruselas. […] Su visita es un maravilloso gesto de apoyo, que aprecio profundamente. […] Jean-Baptiste y yo hemos trabajado juntos por la reforma de nuestras diferentes áreas. Aunque lo han difamado muchas feces, lo han maltratado y amenazado físicamente por lo menos en una ocasión, él ha sido más eficaz eliminando la corrupción del banco de lo que lo he sido yo en todo el Vaticano, aunque ninguno de los dos ha sido capaz de descubrir toda la verdad sobre algunos grandes escándalos del pasado, cuyos hechos reales seguramente seguirán enterrados.

Fue el rechazo del IOR a colaborar para proporcionar 150 millones de euros más [a la Secretaría de Estado] para la desastrosa compra en el barrio de Chelsea en Londres el que ha sacado el caso a la luz recientemente. Me ha alegrado saber que el propio Santo Padre no solo ha autorizado las “irrupciones” en la Secretaría de Estado y en las oficinas de la AIF [Autoridad de Información Financiera], sino que también ha insistido para que se interviniese. Jean-Baptiste también está de acuerdo con el hecho de que hay pruebas “a primera vista” de delitos en la AIF y que si René Brüelhart, el presidente de la AIF, ha dimitido, ha sido porque no tenía otra alternativa. El IOR ha sido sometido a considerables presiones para colaborar, y a uno de sus funcionarios lo han amenazado e intimidado, aunque no le han invitado a echar un vistazo en el cajón y encontrar ahí una pistola, como pasaba en los buenos viejos tiempos. […]

Jean-Baptiste ha consultado al papa Francisco sobre su viaje para hacerme una visita y este lo ha apoyado firmemente. Espero que también siga recibiendo el apoyo oficial que se merecen sus esfuerzos y que el Vaticano necesita, mientras va saliendo poco a poco como de una vorágine de sus problemas financieros.

Me he alegrado oír que un cierto número de cardenales, no todos con mi misma forma de pensar, ahora admiten que lo que yo estaba sugiriendo hace años se está produciendo y que mis, o nuestros, esfuerzos para la reforma han sentado las bases para los recientes hallazgos.

Aún más grata ha sido la noticia de que ha salido un decreto que prevé que las inversiones de la APSA [Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica] se consoliden y usen de manera coordinada, como […] nos habían impedido hacer. A ello se opondrá ferozmente la vieja guardia de la APSA, y habrá que ver si las aptitudes y una cantidad suficiente de buena voluntad serán capaces de conseguirlo.

Como Jean-Baptiste está en contacto con el cardenal [Philippe] Barbarin, arzobispo de Lion, le he preguntado por su caso judicial y le he dicho que le transmitiera mis mejores deseos. Por lo visto el veredicto de “no culpabilidad” se anunciará el próximo año, aunque el caso ha sometido a dura prueba la salud de Barbarin. Le pido a Dios que el veredicto de «no culpabilidad» sobre su gestión de un caso particular de pedofilia sea confirmado. Jean-Baptiste ha prometido que llamará por teléfono a Lion cuando regrese.

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(s.m.) En esta otra página de su diario el cardenal Pell reconoce en el presidente del IOR Jean-Baptiste de Franssu –que había ido a visitarle a la cárcel con el permiso previo del papa– uno de los pocos que se unió a él en la obra de reforma de las finanzas vaticanas. Le reconoce especialmente el mérito de haber negado los 150 millones de euros solicitados por la Secretaría de Estado para cerrar la compra del edificio de Londres.

Pell alaba también la resolución –la verdad es que poco respetuosa con los más elementales derechos– con la que el papa Francisco ordenó los registros de las oficinas de la Secretaría de Estado y de la AIF que han servido de preludio al proceso sobre el turbio asunto de Londres.

En esta página del diario de Pell aparece también un juicio no halagüeño sobre la AIF y su presidente de entonces, el financiero suizo René Brüelhart, que también ha terminado entre los imputados del proceso, así como un pésimo juicio sobre la “vieja guardia” de la APSA, otro baluarte de la resistencia a su obra reformadora, pero que –observa– está felizmente en vías de desmantelamiento.

En cuanto al cardenal Barbarin, el ruego de Pell para que le reconocieran la “no culpabilidad” fue atendido el 30 de enero de 2020, con la sentencia de absolución.

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3. “EL RESULTADO DE UNA HIPÓCRITA INCOMPETENCIA”

(Cuarto Domingo de Adviento, 22 de diciembre de 2019, p. 62)

La única novedad [de hoy] han sido las noticias sobre el caso judicial de Malta, en el que el IOR se queja de haber sufrido un fraude en una inversión de 30 millones de euros por parte de dos grupos, Future Investment Manager y Optimum Management, que estaba destinada a la compra del 84 por ciento del Palacio de la Bolsa de Budapest. Optimum contraatacó, aunque las autoridades italianas ya lo habían identificado en 2015 como un inversor fraudolento, en una ocasión utilizando la Athena Global Fund de [Raffaele] Mincione.

Antes de que [en 2017] yo volviese a casa, las autoridades del IOR habían negociado una composición de esta controversia, preparada para la firma y ejecución, cuando las autoridades vaticanas lo impidieron. Esta decisión ha sido sin duda un error y ha sido tal vez el resultado de una hipócrita competencia; pero es difícil evitar la sospecha de que las fuerzas de las tinieblas estaban trabajando para lograr sus nefastos propósitos. […]

Es increíble que, treinta años después del escándalo del Banco Ambrosiano, durante el cual [Roberto] Calvi fue encontrado muerto debajo del Blackfriars Bridge de Londres y el Vaticano tuvo que desembolsar cientos de millones de dólares, los canallas que controlan algunas secciones del Vaticano hayan seguido haciendo negocios con agentes financieros de mala fama, que les han dejado sin más de 100 millones de euros (por lo menos) en los últimos diez años. Es necesario detener la corrupción, también en la Secretaría de Estado, como ha pasado en el IOR y la APSA.

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(s.m.) Aquí Pell recuerda el caso de Malta como otra prueba de la “hipócrita competencia” de la Secretaría de Estado en el ámbito financiero, agravada por su pertinaz rechazo a hacer en su interior esa limpieza que por lo menos han iniciado en otras oficinas del Vaticano.

El caso es que el golpe de gracia para la Secretaría de Estado llegó el 28 de diciembre de 2020 por orden del papa Francisco, con el traslado forzoso de toda su caja fuerte a la APSA, es decir, buena parte de ese millardo y 400 millones de euros que el cardenal Pell -en los pocos meses en los que, al inicio de su pontificado, pudo actuar con el pleno acuerdo del papa para hacer limpieza- había encontrado fuera de los presupuestos oficiales vaticanos.

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El diario del cardenal Pell termina en la Semana Santa de 2020, cuando el Tribunal Supremo australiano reconoció su inocencia con sentencia unánime y recobró la libertad después de 404 días pasados en la cárcel en Melbourne.

Este es el post que Settimo Cielo publicó el 7 de diciembre de 2020, cuando salió el primer volumen del diario:

> Anticipo. Los diarios de la prisión del cardenal Pell

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