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El Papa da el Papa quita

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En Argentina, el nombramiento anunciado y luego revocado de un obispo. En Venezuela, la venganza de los eclesiásticos más hostiles a Chávez. En la curia y fuera de ella, disparidad de tratamiento para los “monseñores”. El «gentilhombre» que desagrada a Su Santidad por Sandro Magister para Chiesa

CIUDAD DEL VATICANO, 14 de enero de 2014 – Además del nombramiento de cardenales, el papa Francisco se toma libertades también en la selección de los obispos. Sobre todo cuando se trata de su Argentina, Jorge Mario Bergoglio omite muchas veces, si no siempre, someter el nombramiento al juicio de los cardenales y de los obispos que forman parte de la Congregación vaticana asignada a ese fin, también renovada radicalmente por él antes de Navidad. En Argentina, en sus primeros diez meses de pontificado, Francisco ha hecho quince nombramientos episcopales: ocho «ex novo» y siete con transferencia de otra sede. Pero en uno de estos nombramientos argentinos algo no debe haber avanzado de manera correcta. Se trata de la referida a uno de los dos auxiliares de Lomas de Zamora nombrados por el papa el 3 de diciembre pasado, el capuchino Carlos Alberto Novoa de Agustini, de 47 años de edad, quien – así se leía en la biografía oficial publicada en el boletín de la Santa Sede en esa fecha – en mayo de 1996 había «recibido la ordenación sacerdotal del entonces auxiliar de Buenos Aires, monseñor Bergoglio, ahora el papa Francisco». Sucedió efectivamente que posteriormente, el 14 de diciembre, un comunicado de la diócesis informó que Novoa de Agustini no sería consagrado obispo porque “luego de un maduro discernimiento” había “solicitado al Santo Padre Francisco la dispensa de su nombramiento, que le fue concedida”. No se proporcionaron detalles sobre los motivos de esta marcha atrás. Es más que nada raro que un obispo renuncie al cargo luego que su nombramiento fue publicado y antes de su consagración. El último caso clamoroso fue el del obispo auxiliar de Linz, en Austria, el conservador Gerhard Wagner, quien pidió la dispensa a Benedicto XVI, que lo había nombrado el 3 de enero de 2009, después que el ruidoso componente progresista del clero se rebeló a su nombramiento sin que los otros obispos austríacos lo defendieran. Wagner anunció su dimisión el 15 de febrero, mientras que el 2 de marzo la Santa Sede publicó en el boletín oficial – cosa que no aconteció en el reciente caso argentino – el hecho que el Papa lo había dispensado de aceptar el nombramiento. * También a propósito de nuevos obispos, no es usual que el obispo de una diócesis de un país sea consagrado por un prelado de otro país. Esto ocurrirá de todos modos el próximo 8 de febrero, con la ordenación del nuevo pastor de la diócesis venezolana de La Guaira, el salesiano Raúl Biord Castillo. Su primer consagrante será efectivamente el cardenal salesiano Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y coordinador del consejo de los ocho cardenales creado por el papa Francisco para ayudarlo en el gobierno de la Iglesia universal y en la reforma de la curia. El hecho es todavía más curioso, porque Rodríguez Maradiaga fue un acérrimo adversario de Hugo Chávez, presidente de Venezuela desde 1999 al 2013, excepto un breve paréntesis en el 2002. En julio de 2007 Rodríguez Maradiaga dijo de Chávez que «está ciego, sordo y se cree Dios», provocando que le contestara así el líder marxista: «Apareció otro loro del imperio, ahora vestido de cardenal, es decir otro payaso imperialista». Sin contar que el neo-obispo Biord Castillo es sobrino del poderoso cardenal salesiano Rosalio Castillo Lara, quien, luego de una larga carrera en la cúspide de la curia romana (donde alimentó la broma que la placa SCV era por “Se Castillo Vuole”), terminó sus días en su patria, confrontando duramente al régimen de Chávez. También en julio de 2007 Castillo Lara definió a Chávez como «dictador paranoico». Mientras que Chavez saludó así, pocos meses después, en octubre, la desaparición del purpurado: «Me alegra que haya muerto ese demonio vestido de sotana». Ahora en Venezuela gobierna Nicolás Maduro, delfín de Chávez. Las confrontaciones con la Iglesia no están todavía apaciguadas. Pero el clima parece haber mejorado con el advenimiento del papa Francisco, quien recibió en audiencia a Maduro el 17 de junio, y con el arribo a Roma como secretario de Estado del arzobispo – desde el próximo 22 de febrero cardenal – Pietro Parolin, quien ha sido en los últimos años nuncio en Caracas. El 5 de octubre el Papa recibió las cartas credenciales del nuevo embajador venezolano, después que Chávez había polémicamente dejado vacante la sede diplomática en el Vaticano. Y el 30 de noviembre un sobrino predilecto del llorado «demonio vestido de sotana» Castillo Lara fue nombrado obispo, con la vía libre por parte del gobierno – que en Venezuela tiene una especie de poder de veto sobre los nombramientos episcopales – y con el «payaso imperialista» Rodríguez Maradiaga pronto a consagrarlo. * Entre tanto, en el Vaticano se discute sobre el futuro del título de “monseñor”. La Secretaría de Estado ha establecido que desde ahora en adelante este título honorífico acompañará solamente al de “Capellán de Su Santidad” y será atribuido a sacerdotes de más de 65 años de edad y no más, como en el pasado, a partir de los 35 años. La noticia, filtrada a los medios de comunicación, fue confirmada por Radio Vaticano en el noticiero del 7 de enero y en estos términos: «Con una carta circular enviada a las nunciaturas, [la Secretaría de Estado] quiere informar a los episcopados en particular “que de ahora en más en las diócesis el único ‘título eclesiástico’ honorífico que será concedido (y al que le corresponderá el apelativo de ‘monseñor’) será el de ‘Capellán de Su Santidad’, y será atribuido solamente a sacerdotes que hayan cumplido los 65 años de edad”. «El uso del apelativo, prosigue la directiva, permanece por el contrario “sin variantes” cuando esté “conectado a ciertos oficios importantes”, como el de obispo o de vicario general de la diócesis. Y ninguna variación intervendrá en mérito también en el seno de la curia romana, tanto por lo que concierne al título como por lo que respecta al uso del apelativo “monseñor”, “al estar conectado – se precisa – a los oficios confiados y al servicio desarrollado”. Tal norma, aclara la Secretaría de Estado, “no tiene efecto retroactivo”, por lo cual quien haya “recibido anteriormente un título lo conserva”. Además, la disposición no introduce novedad ni siquiera por lo que se refiere a los reconocimientos honoríficos para laicos. «“Ha sido justamente observado – se lee en el cierre de la nota informativa – que ya Pablo VI, en 1968, había reducido a tres (respecto a los anteriores, más numerosos) los títulos eclesiásticos honoríficos. La decisión del papa Francisco se pone entonces en la misma línea, como simplificación ulterior”». La «nota informativa» de la Secretaría de Estado citada por la Radio Vaticana – no sin alguna imprecisión: el título de monseñor a los vicarios generales, en cuanto “protonotarios apostólicos titulares”, estaba previsto en el viejo Código de Derecho Canónico de 1917, pero no en el nuevo de 1984 – es curiosa porque especifica que mientras en las diócesis la línea papal de «simplificación ulterior» está ya en vigor, no ha sucedido lo mismo para quien trabaja en la curia romana y entre los diplomáticos de la Santa Sede. Por lo tanto, en base a la instrucción sobre el otorgamiento de honores pontificios, emitida por la Secretaría de Estado con fecha 13 de mayo de 2001, permanecerán en vigor las siguientes reglas. Para los funcionarios de la curia romana que son miembros del clero secular, la posibilidad de convertirse en Capellanes de Su Santidad se produce al llegar a los 35 años de edad, luego de diez años de sacerdocio y al menos cinco años de servicio (pero con más de 40 años de edad son de todos modos suficientes tres años de servicio). Mientras que la posibilidad de convertirse en Prelado de Honor de Su Santidad se concede a los sacerdotes que han llegado a los 45 años de edad, los 15 años de sacerdocio y al menos los 10 años de nombramiento como Capellán. Todavía más fáciles son las normas en vigor para los «eclesiásticos en el servicio de la Santa Sede» que operan en las representaciones pontificias fuera del Vaticano. Para el título de Capellán, sin perjuicio de las demás condiciones, puede aplicarse luego de solo tres años de servicio en el exterior y el de Prelado luego de «al menos diez años de servicio». Será interesante verificar cuánto resistirá todavía esta disparidad de tratamiento entre la curia y el resto del mundo respecto a la “simplificación ulterior” de los honores eclesiásticos. * Al recibir en audiencia el 10 de enero a los «Gentilhombres de Su Santidad», el papa Francisco omitió curiosamente algunas palabras del saludo inicial que se encontraban en el texto preparado para la ocasión. «Queridos amigos, los saludo a todos con viva cordialidad y les agradezco vuestro servicio», estaba escrito en la versión original. «Queridos amigos, los saludo y les agradezco vuestro servicio», dijo efectivamente el pontífice. Haber omitido las palabras «a todos con viva cordialidad» puede haberse debido simplemente a un banal intento de brevedad. Pero no se ignora que entre los Gentilhombres se cuenta también el ex embajador argentino en la Santa Sede, Esteban Juan Caselli, a quien la informadísima biógrafa del Papa, Elisabetta Piqué, coloca en el partido de los grandes opositores argentinos del entonces cardenal Bergoglio. Si después el papa Francisco continuará o no nombrando a otros Gentilhombres, luego que, con motivo de los escándalos que habían golpeado a algunos de ellos, durante el pontificado de Benedicto XVI se decidió congelar el nombramiento de nuevos (el último en serlo fue el ex médico papal Renato Buzzonetti el 19 de mayo de 2009), es otra historia. __________ Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.

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