Grandes sonrisas con Constantinopla y Moscú. Pero mano pesada con los oasis bizantinos en Occidente. Los casos emblemáticos de las diócesis ítalo-albanesas y del monasterio de Grottaferrata.
«Ad extra» el ecumenismo está siempre en la cresta de la ola, con fuertes gestos del Papa respecto a las Iglesias orientales, desde Constantinopla a Moscú.
Pero dentro de la casa el ecumenismo se esconde. Un golpe tras otro, la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales no hace más que disolver los restos de importantes diócesis e instituciones de rito católico bizantino, en vez de reforzar su identidad.
Gobierna la Congregación el cardenal argentino Leonardo Sandri, quien creció en la Secretaría de Estado y es coayudado por el jesuita Cyril Vasil, secretario, y por el dominico Lorenzo Lorusso, subsecretario, ambos canonistas y pertenecientes a dos órdenes religiosas que no tienen nada de orientales.
Los efectos se ven. Esta página web ya ha informado ampliamente del cachetazo propinado por Roma a la Iglesia Ortodoxa Griega en el invierno pasado, con el nombramiento como exarca apostólico de Atenas, de Manuel Nin, catalán y monje benedictino, es decir, un latino con hábitos bizantinos, ex rector del Pontificio Colegio Griego de Roma, el que a los ojos de los griegos es la deplorable institución fundada en 1577 para preparar a los misioneros católicos que eran enviados a la Hélade para convertir a los ortodoxos:
> Noticias del frente oriental. En Creta, el concilio pan-ortodoxo, mientras que en Atenas…
Y tres meses antes se había producido el nombramiento como presidente de la Comisión Especial para la Liturgia, en la Congregación para las Iglesias Orientales, de un liturgista que jamás tuvo competencia alguna sobre los ritos de Oriente: Piero Marini, ex gran ceremoniero de Juan Pablo II y discípulo de aquel Annibale Bugnini, a quien todos consideran – a favor o en contra – el verdadero artífice de las reformas litúrgicas postconciliares de la Iglesia latina:
> Piero Marini, prefetto mancato, si veste all’orientale
Si verdaderamente la tarea de la Comisión es preservar los ritos orientales de indebidas «latinizaciones», resulta entonces difícil imaginar un Marini dedicado a convencer a maronitas, caldeos y malabares para que abandonen la celebración de la Misa “versus populum”, abusivamente copiada por éstos del «novus ordo» del rito romano, y volver a su originaria celebración hacia Oriente.
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Pero ahora en este frente y en la misma dirección se presentan muchas más cosas.
En los meses pasados el nuncio apostólico en Italia, Adriano Bernardini, transmitió a los obispos interesados una carta de la Congregación para las Iglesias Orientales orientada a sondear la factibilidad de la erección de una Iglesia metropolitana «sui iuris» que reúna a todos los fieles de rito bizantino residentes en Italia: ucranianos, rumanos, ítalo-albaneses, etc.
El plan prevé la ampliación de la jurisdicción de la diócesis de Piana de los Albaneses a los fieles bizantinos de toda Sicilia; de la diócesis de Lungro de los Albaneses a los fieles bizantinos de toda la Italia meridional peninsular; y del monasterio de Grottaferrata (ver foto) a los fieles bizantinos del centro-norte de Italia.
De este modo se daría vida a una especie de unificada “Iglesia Católica de los bizantinos en Italia”, la cual pondría juntos a los fieles de Iglesias con tradiciones propias, con calendarios diferentes (algunos gregoriano y otros juliano), e incluso con ritos diferentes, al haber también en la eparquía de Piana de los Albaneses sacerdotes y parroquias de rito latino.
Nadie quiere esta unificación. Los ucranianos aspiran a una jurisdicción propia, como en Alemania, Inglaterra y Francia, y los ítalo-albaneses no quieren saber nada con ver anulada su identidad. Descienden de la emigración llegada a Italia desde Albania en el siglo XV y en la mayor parte de los lugares en los que habitan el idioma de su vida cotidiana y de su liturgia es el albanés, tutelado por la ley nacional sobre las minorías lingüísticas. Pero son un número menor a los ucranianos de reciente inmigración en Italia y temen que sus futuros obispos, nombrados por el Papa sobre la base de los cánones 155 y 168 del Código de las Iglesias Orientales, sean justamente ucranianos y ya no ítalo-albaneses.
Pero curiosamente, el obispo que el papa Francisco ha incardinado en el 2015 en la diócesis de Piana de los Albaneses, Giorgio Gallaro, es un activo partidario de la metamorfosis.
Siciliano, canonista, ex de rito latino antes de emigrar temporalmente a América, Gallaro no habla albanés, no ama el griego e intenta imponer el uso del italiano. Se desentiende de las prescripciones litúrgicas, va a celebrar también en las iglesias latinas de la eparquía, revestido con vestimentas latinas. Ha recortado las solemnes liturgias bizantinas de Semana Santa, quizás demasiado largas para él, aunque la población está muy apegada a ellas. Está alejando gradualmente de la ciudad capital de la eparquía a los sacerdotes de rito griego, algunos de los cuales están casados y tienen hijos, para reemplazarlos con sacerdotes [del rito] latino. También en Martorana, de Palermo, sobre la cual tiene jurisdicción, ha interrumpido la histórica secuencia de los «papás» italo-albaneses.
Una comprensible protesta está creciendo contra él. El consejo presbiteral de la eparquía y el colegio de los consultores han renunciado casi en bloque.
Y para la segunda mitad de setiembre está programado un congreso laico y popular en Piana de los Albaneses, en defensa de la lengua griega y albanesa en la liturgia y en las instituciones públicas, comenzando desde la escuela.
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En cuanto a la abadía de Grottaferrata, su futuro es todavía más problemático.
Después de la renuncia del último archimandrita, el monje basiliano Emiliano Fabbricatore, aceptada el 4 de noviembre del 2013, el papa Francisco dividió las cargas, nombrando como higúmeno, es decir, superior del monasterio, al benedictino belga Michel Van Parys, ex abad de Chevetogne, y confiando la jurisdicción diocesana a Marcello Semeraro, obispo de Albano, estrecho colaborador del Papa como secretario del Consejo de los Nueve Cardenales para la reforma de la curia romana y el gobierno de la Iglesia universal.
En esa ocasión el diario católico francés «La Croix» reveló que fue la Santa Sede la que impuso la renuncia del archimandrita, con motivo de las quejas por las «frecuentes idas y venidas nocturnas» en la abadía. Roma habría comprobado además la invalidez de las ordenaciones sacerdotales de algunos monjes:
> Démission de l’abbé exarchal de Grottaferrata
Luego, imprevistamente, el 30 de mayo de 2016, un comunicado firmado en forma conjunta por Semeraro y Van Parys anunció el nombramiento del obispo de Albano como delegado pontificio de la Orden Basiliana de Italia y como administrador apostólico del monasterio, y el cese de funciones de Van Parys:
En esencia, se trató de una administración judicial en plena regla de una comunidad monástica reducida a pocos ancianos y a este ritmo destinada progresivamente a cambiar su naturaleza, «en formas actualmente a estudio de la Santa Sede».
¿Pero a quién nombró después el obispo de Albano como su referente respecto a la vida del monasterio? Al archimandrita emérito Emiliano Fabbricatore, es decir, justamente a aquél que fue responsable de las dudosas ordenaciones al sacerdocio y de las «frecuentes idas y venidas nocturnas» denunciado por «La Croix».
Grottaferrata no es monasterio cualquiera. Medio siglo antes del cisma de 1054 entre Oriente y Occidente, el monasterio fue fundado en el año 1004 por san Nilo de Rossano en tierras de una antigua villa romana concedidas a los monjes por el feudatario del lugar: Gregorio I, de los Condes de Túsculo.
Situado a unos veinte kilómetros de Roma, sobre las laderas de las colinas de Albano, es el último de los numerosos monasterios bizantinos que existían en Italia hasta la mitad del siglo XI. Resistió los frecuentes intentos de latinización y sigue siendo un símbolo ecuménico de indudable valor.
Pero con el advenimiento de la unificada “Iglesia Católica de los bizantinos en Italia”, su identidad se vería definitivamente comprometida.
Sigue siendo un misterio cómo se ha dejado caer a tal punto una realidad oriental tan significativa, en el corazón de la Iglesia romana, sin que no se hiciera nada para salvarla.
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en español de José Arturo Quarracino, Temperley, Buenos Aires, Argentina.
Es que el verdadero ecumenismo, ese que no es Cristiano, no soporta la inspiración ad orientem…
En cambio, la manera ecúmenica vera, es la de vaciar los contenidos de la fe, y allanar los caminos para la venida del dominio del gran arquitecto del compás.
Así podemos leer detrás de los dichos y actos de los supersecularizados jesuitas, seguidos por los secularizados: Dominicos, Benedictinos, Agustinos, Capuchinos, Carmelitas, y Claretianos (por nombrar casos que me vienen en mente donde conozco personalmente más de uno de esas órdenes que en verdad, en verdad les digo, que al Jesús que nos dice la verdad, no lo ven con más respeto que a un personaje de historieta. Pido perdón para aquellos que dentro de esas órdenes conservan la fe intacta, pero no he tenido la Gracia de conocerlos aún.
Claramente secularizados se muetran el 80 % o más del Clero ordinario, una gran parte de los otrora tradicionales miebros del Opus Dei, y otras expresiones que supieron ser baluartes frente al Siglo.
En este mapa, lo pocos que resisten, tienen entre sus filas otros orgullosos del signo opuesto, esos que mezclan militarismo y deseos de retorno a las épocas monárquicas, con la fe en un Cristo que marcó bien como su Reino, era otra cosa, y como ese reino no se metía con las cosas del Cesar.
El diablo opera de los dos lados, y claro que el Secularismo, y entre sus armas, el sincretismo ecumenista son otras tantas bombas de humo del demonio, que en realidad sólo trabaja por borrar de la tierra la memoria de Cristo.
Lo bueno para nosotros cristianos, es que sabemos que, por más enredado y sombrío que se vea el panorama, al final, CRISTO VENCERÁ.