Se lo ha sustraído el nuevo ministerio de las finanzas, dirigido por el cardenal Pell. Redimensionado también el predominio italiano en los cargos administrativos. Una objeción del cardenal Kasper y un elogio del Papa al cardenal Siri.

CIUDAD DEL VATICANO, 5 de marzo de 2014 – La reforma global de la curia romana todavía no está a la vuelta de la esquina. Lo ha manifestado a fines de febrero el coordinador del consejo de cardenales instituido por el papa Francisco también con esa finalidad.
En efecto, lo ha dicho el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga en la edición del 25 de febrero de «Avvenire»:
«Las reformas de la curia han requerido siempre mucho tiempo. Vivimos en la era de lo inmediato y muchos querrían respuestas. Se están examinando los cargos en los dicasterios, seguirán después los de los consejos. Tengan paciencia».
Pero mientras se espera esta anunciada reforma global el papa Francisco no está quieto, ya que sigue con sus acciones reformadoras con golpes provenientes de su propia iniciativa.
Justamente el mismo día en el que el purpurado de Honduras pedía paciencia, el 24 de febrero, Jorge Mario Bergoglio ha dado efectivamente una ulterior aceleración para el cambio de las estructuras económico-financieras de la misma curia.
Lo ha hecho con el motu proprio «Fidelis dispensator et prudens», partiendo del versículo 42 del capítulo 12 del Evangelio según san Lucas, que habla precisamente de un «administrador fiel y prudente».
Con este motu proprio el Papa ha instituido tres nuevos organismos. El más importante es un nuevo dicasterio, el esperado “superministerio” de las finanzas vaticanas, dirigido por un cardenal prefecto, cargo que ese mismo día Francisco lo ha confiado al cardenal australiano George Pell.
Al ser dirigido por un cardenal, el nuevo ministerio vaticano será entonces de primera categoría, pero no se llamará Congregación. Efectivamente, su nombre es “Secretaría para la economía” y en su cúspide habrá también – siempre por nombramiento pontificio – un «prelado», es decir, un eclesiástico no necesariamente obispo, con las funciones de secretario general.
La neonata secretaría – se lee en el motu proprio – «responde directamente al Santo Padre y efectúa el control económico y la vigilancia» sobre los dicasterios de la curia romana, sobre las instituciones vinculadas con la Santa Sede y sobre el Estado de la Ciudad del Vaticano.
También serán de su competencia «las políticas y los procedimientos referidos a las adquisiciones y a la adecuada asignación de los recursos humanos, respetando las competencias propias de cada ente».
El nuevo cardenal secretario para la economía – especifica además el motu proprio – «colabora con el secretario de Estado».
El motu proprio instituye también la figura, siempre por nombramiento pontificio, de un «revisor general» con tareas de «revisión contable (auditoría)» de los mencionados entes vaticanos o vinculados a la Santa Sede. En este caso, al no haberse especificado que se trata de un cargo reservado a eclesiásticos, es obvio que podrá ser cubierto por un laico o una laica.
Por último, el documento crea un nuevo consejo para la economía que tiene la tarea de «ofrecer orientaciones sobre la gestión económica y vigilar las estructuras y actividades administrativas y financieras de los mencionados entes». Orientaciones que la neonata «Secretaría para la economía» deberá tener en cuenta.
Este nuevo consejo toma el control del consejo de cardenales para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede, instituido por Juan Pablo II en 1981. Éste último estaba constituido por quince cardenales residenciales de varios países y era convocado y presidido dos veces al año por el cardenal secretario de Estado, en colaboración con el cardenal presidente de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede.
El nuevo consejo conserva el perfil internacional, pero junto a ocho eclesiásticos – que podrán ser también obispos sin la púrpura cardenalicia – incluirá a siete «expertos laicos de varias nacionalidades con idoneidad financiera y reconocida profesionalidad».
En un comunicado de la sala de prensa vaticana difundido antes de la publicación del motu proprio se especificó que a la cabeza de la Secretaría el Papa nombró al cardenal Pell, «actual» arzobispo de Sydney, sede que dejará de todos modos a fines de marzo para establecerse a tiempo completo en Roma.
En el mismo comunicado se confirma además, explicitándolo por primera vez, que la APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, sigue siendo el «banco central del Vaticano, con todas las obligaciones y las responsabilidades de las instituciones análogas en todo el mundo». Y se pone de manifiesto que la AIF, la Autoridad de Información Financiera, mantiene el «actual y fundamental rol de vigilancia prudencial y disciplina de las actividades en el interior de la Santa Sede y del mismo Estado de la Ciudad del Vaticano».
En el motu proprio el papa Francisco explica que las decisiones tomadas y explicitadas en el documento llegan después de haber «considerado atentamente» las conclusiones de la comisión referidas a las estructuras económico-administrativas de la Santa Sede y luego de haber consultado a los cardenales del consejo de los ocho y del consejo para el estudio de los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede, éste último ahora de hecho privado de autoridad.
Siempre en el motu proprio se confía al cardenal prefecto de la nueva Secretaría la tarea de redactar los estatutos de la misma Secretaría – lo que en realidad parece un poco anómalo – como también los de los otros dos nuevos organismos instituidos, el Consejo para la Economía y el revisor general.
Naturalmente, el alcance efectivo del motu proprio del 24 de febrero podrá ser evaluado plenamente sólo después de la publicación de los estatutos y luego que los nuevos organismos encuentren su lugar en la reforma global de la curia que está por venir.
Pero en el interín se puede formular la hipótesis – alguno ya lo ha hecho – que la creación de esta nueva Secretaría y la decisión de confiarla a un australiano son un golpe infligido a la centralidad de la Secretaría de Estado y al predominio histórico italiano en la curia romana.
En el ámbito francoparlante, por ejemplo, el vaticanista Sebastien Maillard ha escrito en «La Croix» que la creación de la Secretaría para la economía signa «el fin» de la figura del «número dos» del Vaticano, es decir, del secretario de Estado. Mientras que el escritor Nicolas Diat – autor de un discutido libro, “L’homme qui ne voulait pas etre pape», que ha merecido una reseña con una desmentida anexa, pero sólo en francés, del padre Federico Lombardi – ha dicho que «el nombramiento de un cardenal de Oceanía es el símbolo más llamativo de la des-italianización de la curia romana».
En efecto, con el nombramiento de Pell para dirigir la «Secretaría para la economía» se relativiza de hecho la figura del responsable de la otra y hasta ahora única «Secretaría” vaticana, la “de Estado”, generalmente confiada a un eclesiástico italiano.
Hay que tener presente que en la praxis de las últimas décadas la verdadera sala de control de la política económico-financiera de la Santa Sede se convirtió en una oficina administrativa de la Secretaría de Estado, cuyo responsable continúa hasta ahora siendo recibido en audiencia diaria por el sustituto.
Históricamente, esta oficina fue siempre dirigida por eclesiásticos italianos. Los últimos dos han sido el prelado piamontés Gianfranco Piovano (durante cuya larga regencia la oficina asumió una importancia tal como para ser visualizada casi como una “tercera sesión” de la Secretaría de Estado) y desde el 2009 el lombardo Alberto Perlasca.
Pero ahora esta sala de control parece que será transferida a un nuevo dicasterio puesto en directa dependencia del Papa y en un aparente plano de igualdad con la Secretaría de Estado, con la que está llamado a “colaborar” pero sin estar subordinado a ella.
Y esta sala de control no ha sido confiada a un italiano, sino a un australiano, mientras que como número dos del neonato organismo se prevé el nombramiento – todavía no publicado formalmente pero ya audazmente anunciado a los medios de comunicación por el interesado – del monseñor español Lucio Ángel Vallejo Balda, de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, vinculada al Opus Dei, y también secretario de la comisión referida a las estructuras económico-administrativas de la Santa Sede y cazador de talentos de Francesca Immacolata Chaouqui, discutida componente de esa comisión.
En cuanto a la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede, cuyas atribuciones son absorbidas de hecho por la neonata Secretaría, parece justamente que está destinada a desaparecer, aun cuando no se ha escrito nada sobre ello en el motu proprio y en la nota que lo ha acompañado.
También la Prefectura, desde su fundación en 1967, fue generalmente dirigida por un eclesiástico italiano, él último de los cuales fue el cardenal Giuseppe Versaldi. La única excepción ha sido el estadounidense Edmund C. Szoka, desde 1990 a 1997.
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UNA OBSERVACIÓN CRÍTICA DE KASPER A FRANCISCO
El papa Francisco lo eligió como relator único en el último consistorio y lo ha elogiado públicamente por su intervención sobre la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar. Pero ahora el cardenal Walter Kasper ha salido al campo también para decir lo suyo sobre la reforma de la curia.
Lo hizo en una larga entrevista publicada en la edición «Avvenire» del 2 de marzo, premiada por una amplia resonancia en los medios de comunicación con motivo de la propuesta de dar puestos de responsabilidad a mujeres en las cúspides de los Consejos pontificios, de los tribunales y de las oficinas administrativas de la curia.
Pero en la entrevista hay también una interesante observación teológica, que señala un problema que se ha acrecentado en la curia luego del Concilio Vaticano II.
Sostiene Kasper:
«El obispo es un pastor. La consagración episcopal no es un honor, es un sacramento, remite a la estructura sacramental de la Iglesia. ¿Por qué entonces es necesario un obispo para desempeñar funciones burocráticas? Aquí, me parece, se corre el riesgo de incurrir en un abuso de los sacramentos. Ni siquiera era obispo el cardenal Ottaviani, el histórico secretario de la Congregación del Santo Oficio; lo fue después, con Juan XXIII».
En efecto, fue con el papa Angelo Roncalli que comenzó la praxis de elevar al episcopado a dignatarios curiales que hasta la época de Pío XII no lo eran. Praxis que fue continuada también en los pontificados posteriores, incluido el actual. Basta pensar, respecto al papa Francisco, en el caso del nuevo secretario general del governatorato, Fernando Vérgez Álzaga, y en otro caso, análogo aunque no vinculado a la curia romana, del rector de la Universidad Católica de Buenos Aires, Víctor Manuel Fernández.
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HONOR A SIRI, PERO NO A SUS DISCÍPULOS
El 27 de febrero el papa Francisco presidió la reunión de los miembros de la Congregación para los Obispos. Se trató, como dijo el cardenal prefecto Marc Ouellet, de una «presencia inédita». En efecto, no se recuerda un precedente similar.
En la ocasión el Papa pronunció un largo discurso sobre los criterios a seguir para elegir un buen obispo.
Entre otras cosas, dijo Bergoglio:
“La Iglesia no tiene necesidad de apologetas de las propias causas ni de cruzados de las propias batallas, sino de sembradores humildes y seguros de la verdad, que saben que ella siempre les es entregada de nuevo y se fían de su poder. Obispos también conscientes que cuando sea de noche y la fatiga del día los encuentre cansados las semillas estarán germinando en el campo. Hombres pacientes porque saben que la cizaña jamás será tanta como para el cubrir el campo. El corazón humano está hecho para el grano, ha sido el enemigo quien a escondidas ha arrojado la mala semilla. Pero el tiempo de la cizaña ya está irrevocablemente fijado”.
Y agregó inmediatamente después:
«Quiero subrayar bien esto: ¡hombres pacientes! Dicen que el cardenal Siri solía repetir: ‘Cinco son las virtudes de un obispo: la primera es la paciencia, la segunda la paciencia, la tercera la paciencia, la cuarta la paciencia y por último la paciencia con los que nos invitan a tener paciencia'».
Respecto al cardenal Giuseppe Siri (1906-1989), único eclesiástico citado en esta ocasión por el Papa, ha sido una referencia de sabor paradójico.
Esta cita «ad honorem» ha llegado efectivamente justo después que el mismo papa Francisco ha removido de la Congregación para los Obispos a dos cardenales que fueron consagrados sacerdotes por Siri – Angelo Bagnasco y Mauro Piacenza – y luego que otro eclesiástico sobre el cual Siri impuso las manos – Francesco Moraglia – ha sido borrado de la lista de los nuevos cardenales, a pesar de ser el titular de ese patriarcado de Venecia que en el siglo pasado ha dado tres Papas a la Iglesia.
Para la crónica, permanece en su cargo de maestro de ceremonias litúrgicas pontificias el último «diácono caudatario» de Siri, monseñor Guido Marini, pero que fue ordenado sacerdote por el sucesor, Giovanni Canestri.
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El motu proprio del papa Francisco, del 24 de febrero de 2014:
> «Fidelis dispensator et prudens…»
Y el comunicado que lo precedió:
> «Il Santo Padre ha costituito…»
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El discurso del papa Francisco a la plenaria de la Congregación para los Obispos, el 27 de febrero de 2014: > L’essenziale nella missione della congregazione…
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La entrevista del cardenal Walter Kasper publicada en la edición del 1 de marzo de «Avvenire»: > Kasper. «Alla Chiesa serve il genio femminile«
Y su exposición en el consistorio sobre la familia:
> Kasper cambia el paradigma, Bergoglio aplaude
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