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El diablo en el convento. Una memoria inédita del 68 católico

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El cincuentenario de la «revolución» de 1968 se enriquece cada día con nuevos recuerdos. Algunos ya conocidos, otros no. Como aquél –impresionante– puesto por primera vez por escrito por el monje benedictino camaldulense Guido Innocenzo Gargano, estimado maestro espiritual y gran estudioso de la Biblia y de los Padres de la Iglesia, antiguo prior en Roma de San Gregorio al Celio, el monasterio fundado por el Papa Gregorio Magno.

En un libro publicado para celebrar los 70 años de su hermano monje Giovanni Dalpiaz –que hoy es prior del Eremitorio de San Giorgio en el lago de Garda, y que es sociólogo desde muy joven–, Gargano recuerda lo que sucedió en la comunidad monástica de Camaldoli en los años tempestuosos del postconcilio y del post 68, cuando el joven Dalpiaz ingresó en el monasterio.

Dalpiaz –recuerda Gargano– venía de la universidad de Trento, cubil ideológico del movimiento del 68 y cantera de terroristas armados, algunos de matriz católica, que militaron después en las Brigadas Rojas.

Dalpiaz había frecuentado a sus compañeros de estudios, pero se había alejado de ellos, optando, al contrario, por la vida monástica, atraído sobre todo por el carisma del entonces prior general de los benedictinos camaldulenses, Benedetto Calati.

Hay que subrayar que Camaldoli era desde hacía décadas uno de los cenáculos más frecuentados por la intelligencija católica italiana.

Pero también en Camaldoli entró con prepotencia el 68, según lo que escribe hoy Gargano, que en aquellos primeros años setenta era responsable de la formación de los nuevos llegados al monasterio.

A él la palabra.

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EROTISMO, DROGAS, SIDA. EL 68 EN CAMALDOLI

de Guido Innocenzo Gargano OSB

[…] En aquellos años, junto con Gianni Dalpiaz también entraron en Camaldoli jóvenes procedentes de mundos extremamente diferentes del mío y, probablemente, también del suyo.

Se trataba de jóvenes italianos, a menudo inadaptados culturalmente y, también, espiritualmente, que pertenecían a aquellos –y fueron miles en aquellos años– que volvían de la India, donde habían experimentado fabulosos caminos espirituales guiados por los santones del hinduismo, y que habían sido inducidos a experimentar técnicas «espirituales» de todo tipo, sin excluir experiencia eróticas, uso de drogas, más o menos fuertes, de las que muchos, desgraciadamente, se convirtieron en trágicas víctimas.

Camaldoli, gracias a la atracción que ejercía su sagrado eremitorio milenario, atrajo a más de uno de estos jóvenes, convencidos de poder continuar, precisamente en Camaldoli, lo que habían saboreado en la India.

Encontraron una acogida generosa.

Y nosotros, bastante mal preparados en estas cosas, lo permitíamos, y no solamente yo, sino también don Franco Mosconi y don Bernardino Cozzarini, responsables, en esos mismos años, de los postulantes y de los novicios, bajo la dirección del padre Benedetto Calati y con el permiso del padre Emanuele Bargellini, prior del monasterio de Camaldoli y futuro sucesor de Calati [como prior general de los benedictinos camaldulenses].

Aquellos jóvenes eran extremamente sinceros y, a su manera, incluso generosos, pero las experiencias pasadas casi siempre habían dejado en ellos huellas imborrables y, desgraciadamente, muy graves, que condujeron a alguno a la muerte no solamente del alma, sino también del cuerpo, haciéndole víctima de la incipiente tragedia del SIDA, y a algún otro a estar condicionado por la presunción de poder seguir con el ejercicio de prácticas psicofísicas y psicodélicas, consideradas recursos mágicos de plena realización humana.

Obviamente no continuaron en la comunidad, pero tuvieron que pasar algunos años para que nosotros, ingenuos formadores en sus primeras armas, nos diéramos plenamente cuenta de ello y les aconsejáramos que abandonaran el monasterio.

No solamente yo, sino también los otros responsables de la formación y, sobre todo, el padre Benedetto Calati, estábamos a oscuras de ciertas cosas, pero sobre todo nada sabíamos de los mecanismos de complicidad y colusiones que provenían de fuera, hasta el punto que algunos hacían llegar a la comunidad, de la manera más impensable, drogas pesadas como el LSD.

Así, el joven Gianni Dalpiaz se encontró, optando por Camaldoli precisamente en ese momento, en el verdadero ojo del huracán, que haría pagar un alto precio a la comunidad civil y eclesiástica italiana. […]

*

El pasaje anterior ha sido tomado de la introducción a este volumen:

> Giovanni Dalpiaz, «‘Volete andarvene anche voi?’. La fede dei giovani e la vita religiosa», EDB, Bologna, 2018.

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De Guido Innocenzo Gargano www.chiesa también ha publicado en 2003 otra memoria escrita de aquellos años del postconcilio sobre el abandono total, de un día al otro, en el monasterio romano de San Gregorio al Celio, del oficio litúrgico en latín y en canto gregoriano, sustituido por nuevas celebraciones «hechas de guitarras, tambores y cantos inéditos en italiano»:

> Canto gregoriano. Come e perché fu soffocato nella sua stessa culla

Además, más recientemente, en 2015, www.chiesa ha publicado de Gargano una revolucionaria exégesis de las palabras de Jesús sobre matrimonio y divorcio.

> Para los «duros de corazón» vale siempre la ley de Moisés

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