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El colmo para un Papa jesuita: beatificar a Pascal, el archienemigo

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En el prefacio de un libro que recoge ocho de sus entrevistas, a la venta en librería en estos días, Francisco levantó el velo sobre un par de cosas que presentan un cierto interés.

Escribe el Papa en un cierto punto:

«A veces he notado en mis entrevistadores – también en quien se dice muy alejado de la fe – gran inteligencia y erudición. Y también, en algunos casos, la capacidad de dejarse tocar por el ‘toque’ de Pascal. Esto me conmueve y lo aprecio mucho».

La primera es en realidad más una confirmación que una revelación. Es su estima afectuosa por Eugenio Scalfari, fundador del diario «la Repubblica». En efecto, es él el entrevistador «muy alejado de la fe» a quien se refiere Francisco.

Los dos se encuentran una o dos veces al año en Santa Marta, y es casi siempre el Papa el que invita al amigo. La entrevista se lleva a cabo sin que Scalfari grabe algo. Y en los días posteriores él publica el informe ateniéndose a los siguientes criterios, como explicó una vez en Stampa Estera de Roma, informando estas palabras dichas por él al Papa al término de la primera entrevista:

«Reconstruiré el relato de tal modo que sea comprendido por todos. Algunas cosas que usted me ha dicho no las informaré. Y algunas cosas que informaré usted no las ha dicho, pero las pondré para que el lector entienda quién es usted».

El efecto de esta libertad de trascripción es que Scalfari ha atribuido con certeza al Papa no pocas «revoluciones», la última de las cuales es laabolición del infierno, del purgatorio y del paraíso. Sin que jamás el Papa se haya sentido obligado a corregir o a desmentir algo.

La segunda cosa sobre la que Francisco levantó el velo se refiere al matemático, filósofo y hombre de fe francés del siglo XVII: Blaise Pascal. El Papa escribe que aprecia cómo Scalfari se ha «dejado tocar por el ‘toque’ de Pascal».

En efecto, en su última entrevista, el pasado verano, Scalfari había pedido al Papa que proclamara beato a Pascal, además de que quitara la excomunión a otro gran filósofo del siglo XVII, Baruch Spinoza, argumentando en forma apasionada ambos pedidos.

Pero mientras respecto a Spinoza Francisco dejó que se diluyera la idea, sobre Pascal dijo estar de acuerdo, con estas palabras informadas por Scalfari:

«Usted, querido amigo, en este caso tiene perfectamente razón: también yo pienso que merece la beatificación. Me reservo hacer instruir la práctica necesaria y pedir el parecer de los miembros de los órganos vaticanos encargados de estos asuntos, junto a mi personal y positivo convencimiento».

Si a estas palabras seguirán los hechos está por verse. Pero sería verdaderamente un golpe que el que beatifique a Pascal – quien escribió contra los jesuitas esa obra maestra que son «Las Provinciales» – sea precisamente el primer Papa jesuita de la historia.

En efecto, «Las Provinciales», son cartas que Pascal escribió a un amigo para contarle las conversaciones tenidas por él con los padres jesuitas, de quienes pone polémicamente bajo fuego la casuística y el laxismo en teología moral.

A continuación se reproduce un pasaje extraído de la carta sexta, fechada el 10 de abril de 1656.

Es de varios siglos atrás, pero es siempre actual.

*

«Y ASÍ NO SE PECA MÁS, MIENTRAS QUE ANTES SE PECABA»

por Blaise Pascal

«¡Reverendo padre – exclamé –, que suerte es para el mundo tenerlos a ustedes como maestros! Yo no sabía que un solo doctor, si tiene autoridad, puede convertir en probable una opinión, y que también la opinión contraria puede serlo; y que en este caso, entre el pro y el contra, se puede elegir lo que agrada más, aunque no lo crea cierto; y esto con tanta seguridad de conciencia que un confesor que se rehusara a dar la absolución a la fe de los casuistas estaría en estado de pecado mortal. De esto entiendo que un solo casuista puede, a su gusto, crear nuevas reglas de moral y disponer, como le viene en mente, de todo lo que se refiere a la conducta de las costumbres».

«Es necesario – objetó el padre – moderar un poco lo que dices. Aprende bien cuál es nuestro método, en el que verás el progreso de una opinión nueva desde su nacimiento hasta su madurez. Ante todo, el doctor con autoridad que la ha inventado la expone al público y la arroja como una semilla, para que eche raíces. En este estado, la opinión es todavía débil, pero necesita que el tiempo la haga madurar poco a poco. Por eso el padre Diana, que presentó algunas de ellas, dice en un cierto punto: ‘Presento esta opinión, pero porque es nueva, la dejo madurar en el tiempo, relinquo tempori maturandam’. Así en pocos años se la ve afirmarse insensiblemente; y después de un cierto tiempo se encuentra autorizada por la tácita aprobación de la Iglesia, según esta gran máxima del padre Bauny: ‘Que si una opinión ha sido propuesta por algún casuista y la Iglesia no se opuso, es signo que la aprueba'».

«Vamos, padre – protesté –, ¿entonces la Iglesia debería aprobar todos los abusos que soporta y todos los errores de los libros que no censura?».

«Vete a discutir con el padre Bauny – respondió –; ¡no hago más que informarte y te pones a discutir conmigo! No es necesario discutir nunca sobre un hecho. Te decía entonces que, cuando el tiempo ha madurado de este modo una opinión, entonces ella es absolutamente probable y segura. Se dice que el docto Caramuel, en la carta con la que le dedica a Diana su ‘Teología fundamental’, dice que ese gran doctor ‘ha hecho probables muchas opiniones que no lo eran antes, con lo cual al seguirlas no se peca más, mientras que antes se pecaba: iam non peccant, licet ante peccaverint'».

«En verdad, padre – le dijo –, hay mucho para ganar siguiendo a vuestros doctores. ¡Como no! De dos personas que hacen la misma cosa, el que no conoce su doctrina peca, y el que la conoce no peca. ¿Ella es entonces a la vez instructiva y justificante? La ley de Dios hizo a los prevaricadores, según san Pablo, pero ésta hace que no haya nada más que inocentes. Le ruego vivamente, padre, que me informe bien; no lo dejaré hasta que no me haya dicho en su totalidad las principales máximas establecidas por sus casuistas».

«¡Ay de mí! – respondió el padre –: nuestro fin principal habría sido no establecer otras máximas que las del Evangelio en todo su rigor; y de la regulación de nuestras costumbres se ve bien que si toleramos algún relajamiento en los otros es más que nada por condescendencia que por un plan preestablecido. Nosotros nos vemos obligados a ello, pues los hombres son hoy tan corruptos que, al no poder hacerlos venir a nosotros, es necesario que seamos nosotros los que vayamos a su encuentro; de otro modo ellos nos abandonarían, peor aún, se podrían alejar por completo. Es para contenerlos que nuestros casuistas han tomado en consideración los vicios a los que la gente de cada condición está más apegada, para establecer máximas tan dulces – pero sin ofender la verdad – que para no estar contentos es porque debería ser difícil contentarlos. En efecto, el proyecto fundamental de nuestra Compañía para el bien de la religión es no rechazar a nadie para no hacer desesperar a la gente. En consecuencia, tenemos máximas para personas de todo tipo: para los beneficiarios, para los sacerdotes, para los religiosos, para los nobles, para los domésticos, para los ricos, para los que son comerciantes, para quienes sus asuntos van mal, para los que están en la indigencia para las mujeres devotas y para los que no lo son, para las personas casadas y para las que llevan una vida disipada. En síntesis, nada escapa a nuestra previsión».

Comentarios
11 comentarios en “El colmo para un Papa jesuita: beatificar a Pascal, el archienemigo
  1. Qué GRAN acto de justicia sería la beatificación de Blaise Pascal. Espero que antes que me muera pueda ver como santos a Pascal y al Maestro Eckhart. Dos GRANDES hombres que dieron tanto por el catolicismo, y que amaron tanto a Dios, y que a mi me han ayudado tanto en mi amor a Cristo y a la Iglesia católica. Justicia para estos dos GRANDES servidores de nuestro Señor Jesucristo.

  2. Hago propósito firme de leerme «las provinciales», a juzgar por lo que aparece aquí escrito, no deben tener desperdicio. Y en el asunto principal choca lo de la «beatficación». Afortunadamente la Iglesia, hace muchos siglos, dejó de canonizar o beatficar a las personas sin más, por amor del pueblo, por fama, etc. Se busca un proceso más serio, ver sus virtudes, sus escritos en conjunto si los tiene, su piedad y, sobre todo sus obras y manifestaciónes de Dios en él. Rebajas, lo que se dice para buenas rebajas, están los comercios en general , pero no la Iglesia ni el derecho .

  3. Creo que su romanidad no ha leído a Pascal. Que lea la quinta carta provincial, donde el matemático se burla de las doctrinas ahora sostenidas por Amoris Laetitia.

  4. El colmo de los Papas es que inviertan el tiempo fin de semana y otro también, en canonizar a riadas de personas, porque si están en el cielo ya están, y seguro que millones más. Gracias sólo a Dios y no a la prerrogativa papal. Mejor que se preocupen de poner orden en la Iglesia y de que el resto vayamos al cielo. Al final Lutero iba a tener razón criticando tantas prerrogativas papales como canonizar santos y eso que en su época se pasaban años y años antes de canonizar a nadie. ¡si lo viera ahora se desmayaba! .

  5. Mucho me temo que, si lee este pensamiento de Blaise Pascal, que no destila mucha misericorditis, no lo va a canonizar. Mejor que no lo lea. Chiiisss.
    » Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo «.

  6. Cada día que pasa, un nuevo sobresalto producido por alguna, digamos, ocurrencia del profundo pensador e intelectual eximio que ocupa la Cátedra de Pedro.
    NO sobrevaloremos a Pascal. Destacó en el terreno matemático, demostrando una gran inteligencia, pero en el terreno teológico fue bastante mediocre. Su obra principal, los célebres Pensamientos, que eran un esbozo de un tratado más, mucho más extenso y ambicioso de Apologética, adolecen de errores filosóficos y teológicos. Basta ver el examen crítico que le hace el inolvidable T. Urdanoz O. P. en su monumental Historia de la Filosofía (Ed. BAC).
    Cuando los leí, me dije: ¿y a éste hombre se le ha atribuido tanta importancia en el terreno apologético? Quizás los críticos seamos tontos de capirote…
    En cuanto a la mención que se hace del probabilismo, aunque no está condenada por la Iglesia, se sabe (bueno, lo sabemos quienes algo hemos estudiado sobre el asunto) que la Iglesia se inclina (y desde hace mucho tiempo) por el probabiliorismo. Entre otras cosas porque el probabilismo es falso en su raíz: se puede seguir la opinión menos probable con tal que sea probable pues LA LEY DUDOSA NO OBLIGA.
    Eso es falso. Lo cual es de sentido común: en los asunto de la vida cotidiana, ante dos opciones, una probable y otra más probable, normalmente se sigue la segunda sobre todo cuando la primera entraña riesgos. Es un criterio elemental de prudencia.
    El probabilismo (y lo sé por experiencia) conduce a cierta relajación moral. O a bastante. Lo cual no quiere decir que todos los que siguen ese sistema moral sean relajados. Pero si les soy sincero, no conozco a nadie que lo siga y sea cristiano ejemplar.
    Sólo en un caso me parece plenamente aceptable el probabilismo: para aquellos que adolecen de escrúpulos. Yo mismo padecí esos escrúpulos en la época juvenil y el confesor (que no era probabilista ni mucho menos) me ordenó que siguiese ese sistema.
    Para terminar, quiero recomendar la lectura de las páginas 180 a 193 (en especial, desde la 185)del famosísimo y acessible libro «Teología moral para seglares» de A. Royo Marín O. P., con muchas ediciones en la BAC. En esas páginas hace una buena crítica del probabilismo.
    Por último, el jansenismo es ni más ni menos que un luteranismo camuflado de catolicismo.

  7. Quñe curioso! Un Papa que despotrica constantemente contra lo que llama «igidez», «hipocresía» «faraseiso» quiere beatificar a un jansenista como de hecho lo fue Pascal. Se ve que quiere agraciaarse con todos, no importando los principios.

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