China. Por qué tarda en llegar el acuerdo con Roma

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En el verano pasado se daba por inminente un acuerdo entre el Vaticano y China. Pero ahora ya no. En vez de la sanción de reglas compartidas por las dos partes sobre el nombramiento de los nuevos obispos, llegan desde Pekín noticias de obispos encarcelados y desaparecidos.

A mediados de la Cuaresma fue arrestado y llevado a una localidad secreta el obispo de Mindong, Vincent Guo Xijin, reconocido por Roma pero no por las autoridades chinas, culpable de no querer inscribirse y someterse a la hipergobernativa Asociación Patriótica. “Para que estudie y aprenda”, han dicho de él representantes de la policía.

En la vigilia de Pascua le ha tocado la misma suerte y por los mismos motivos al obispo de Wenzhou, Peter Shao Zhumin. Reaparecido después de veinte años de adoctrinamiento, fue arrestado nuevamente el 18 de mayo, sin ninguna noticia sobre el lugar de detención. El 15 de junio se lo vio aterrizar en el aeropuerto de Wenzhou, custodiado, después de lo cual ha desaparecido una vez más. Su anciana madre ha dicho que tiene miedo de verlo devuelto al final en una bolsa, como ya ha sucedido con otros obispos secuestrados, torturados y abandonados hasta morir en años ni siquiera demasiado lejanos: los dos últimos fueron en el 2004 John Gao Kexian, obispo de Yantai, y en el 2007 John Han Dingxian, obispo de Yongnian.

El 20 de junio, en una nota oficial, el embajadro de Alemania en China, Michael Clauss – frente al silencio de las autoridades vaticanas –, pidió que se libere al obispo de Wenzhou y expresó su preocupación por los nuevos reglamentos religiosos que corren el riesgo de «llevar a cabo nuevas restricciones al derecho de libertad religiosa y de creencia».

Además, sigue en aislamiento el obispo de Shangai, Thaddeus Ma Daqin, arrestado inmediatamente después de su ordenación regular, en el 2012, por haberse desvinculado de la Asociación Patriótica – en obediencia a Roma, que juzga la pertenencia a ese organismo “incompatible” con la fe católica – y desde entonces nunca más liberado, a pesar que hace ya un año se haya retractado de su desvinculación.

En Shanghai, la diócesis católica más populosa de China, fue cerrado en esa ocasión también el seminario, al punto que sólo hace pocos días han sido finalmente ordenados sacerdotes – por el obispo de una diócesis vecina – cuatro candidatos prontos a recibir el Orden Sagrado ya en el 2012.

No sólo eso. El día de Pascua, en la catedral de Mindong, justamente mientras el obispo auténtico de esa diócesis estaba secuestrado, se permitió a Ma Daqin concelebrar junto a Vincent Zhan Silu, otro obispo ilegal de la misma diócesis, reconocido por el gobierno pero no por Roma. Con una afrenta flagrante a la Santa Sede, dado que excomulgó a Zhan Silu, que además de ser miembro destacado de la Asociación Patriótica, es también vicepresidente del Consejo de los Obispos Chinos, la falsa Conferencia Episcopal puesta en pie por el régimen comunista con solo los obispos enfeudados en él, con la pretensión que le toque sólo a ella elegir los futuros obispos.

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Al estar así las cosas, no sorprende que en Roma también los partidarios más impacientes del acuerdo arrojen agua al fuego.

Ya en enero el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, había enfriado las ilusiones y pronosticado «un largo camino».

Pero a fines de mayo también Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio, partidario incansable de un acuerdo y con comunicación directa con la Casa Santa Marta y el Papa, admitió – en un artículo publicado en “Avvenire” – que los tiempos se han alargado.

Y otro tanto dio a entender «La Civiltà Cattolica» a comienzos de junio, con un editorial firmado por el jesuita Joseph You Guo Jiang, chino, sinólogo y docente en el Boston College.

Al leer este editorial, la situación de la Iglesia Católica en China parece toda de rosas y flores, tanto hoy como en el pasado. Basta ver cómo el excursus histórico inicial retoma los terribles años del maoísmo y de la Revolución cultural: «Desde 1949 hasta la política china de la ‘puerta abierta’ de 1978, el catolicismo ha afrontado diversos desafíos y problemas». No hay una palabra más.

Y al llegar al presente:

«La Iglesia Católica china está llamada a redefinir su rol y sus relaciones con el Partido Comunista y con su ideología… Una vez que se instaure este diálogo, la Iglesia Católica y la sociedad china no colisionarán más… El catolicismo podrá encontrar un puesto estable en ella si continúa siendo expresión de una China abierta y de una Iglesia con caracteres e identidad chinas».

Esto es una Iglesia con ese rostro «achinado» que es el imperativo de los actuales gobernantes: una mezcla de valores tradicionales y de ideología marxista bajo el férreo control del Estado, así como en la China de la época de Confucio el emperador era la autoridad suprema de las instituciones religiosas y de los fieles.

Pero justamente «La Civiltà Cattolica» – que dirigida por el padre Antonio Spadaro es ahora el «house organ» de Santa Marta – lee también esto en clave positiva.

Y cita en apoyo de esto la «histórica» entrevista del papa Francisco con Francesco Sisci, en la revista «Asia Times» del 28 de enero del 2016.

Que en realidad era un soberbio ejemplo de Realpolitik impulsada al extremo, tanto por su silencio voluntario – acordado con el entrevistador – sobre las cuestiones religiosas y de libertad, como por las palabras con las que el Papa absolvía en bloque el pasado y el presente de China, exhortándola a «aceptar el propio camino por aquél que ha estado y purifica todo, también a esos millones de víctimas que Francisco se cuidó de nombrar, ni siquiera en forma velada.

La negociación en todo caso continúa. «Hay una comisión que está trabajando con China y que se reúne cada tres meses, una vez aquí y otra vez en Pekín», dijo Francisco en una entrevista concedida al diario «El País» del pasado 22 de enero.

Pero quién sabe cuánto tiempo tomará llegar a un acuerdo que no sea a cualquier precio. «El tiempo es superior al espacio», dice un postulado muy apreciado por Francisco. Será mejor que dé tiempo al tiempo.

Comentarios
2 comentarios en “China. Por qué tarda en llegar el acuerdo con Roma
  1. Desde hace bastante tiempo, cada vez que escucho la palabra «diálogo» me echo a temblar. En manos de políticos y dirigentes varios, viene a significar concesiones inadmisibles a los malos. Concesiones para las que no están facultados, porque suelen ser poderes o privilegios de distinto orden que no les pertenecen a ellos, sino a la sociedad que representan. Y encima, lo hacen en secreto, a escondidas, para que pase desapercibido a todo el mundo. Luego, cuando nos enteramos al fin, suele ser tarde. ¿Qué tipo de concesiones estarán preparando los del Vaticano con los chinos? Vistos los antecedentes, no me espero nada bueno.

  2. Hay tres tiranías en nuestros tiempos: la comunista, que aún subyuga a una cuarta parte de la humanidad, la islamista, que va a más, y la del gender y el pensamiento único, que avanza peligrosamente gracias a las cesiones y concesiones de la nueva iglesia de la misericorditis, que casi o sin casi parece una sucursal de la tercera.

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