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Adulterio y homosexualidad. Las dos palabras desaparecidas

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Es un hecho, no una opinión. Las palabras adulterio y homosexualidad han desaparecido del magisterio de la Iglesia, lo más alto que hace jefe al pontífice romano.

De la primera página ya se sabía. Ha desaparecido totalmente cuando habría sido más natural pronunciarla, en los dos sínodos sobre la familia y poco después, cuando el papa Francisco la resumió en la exhortación apostólica “Amoris laetitia”.

Mientras que la desaparición de la segunda palabra es más reciente. Aconteció también precisamente en el momento en el que parecía imposible no decirla: en la cumbre del 21-24 de febrero en el Vaticano sobre los abusos sexuales llevados a cabo por sacerdotes y obispos, casi todos en jóvenes y muy jóvenes del mismo sexo.

“Se sabe que cuando se quiere marginar o eliminar cualquier verdad no hay necesidad de contradecirla abiertamente, ésta sería la peor estrategia, porque suscitaría reacciones abiertas y llamaría la atención. Mucho mejor, por el contrario, pasarla en silencio, no hablarla más, confinarla entre las antigüedades en el ático o en el sótano, y en el transcurso de algún tiempo se perderá totalmente su recuerdo y se vivirá como si no existiera más”.

Quien hace esta observación es dom Giulio Meiattini, monje benedictino de la abadía de la Virgen de la Escalera, en Noci, profesor de teología en el Pontificio Ateneo San Anselmo, de Roma, en el prólogo a la segunda edición de su libro “Amoris laetitia? I sacramenti ridotti a morale” [¿Amoris laetitia?. Los sacramentos reducidos a lo moral].

El prólogo puede ser leído íntegramente en el blog de Aldo Maria Valli. Pero es suficiente aquí retomar los pasajes más enfocados en la prohibición de una y de otra palabra.

ADULTERIO

Escribe dom Meiattini:

“El primer cambio, que no parece haber sido comprendido en su efectiva gravedad porque está disimulado, es la completa desaparición, por no decir la prohibición, de la palabra ‘adulterio’. Está totalmente ausente en los dos ‘Instrumenta laboris’ previos a los sínodos del 2014 y 2015, también está ausente en las respectivas exposiciones intermedias (‘Relationes post disceptationem’), jamás fue utilizada por los dos documentos finales sometidos a la aprobación de los padres sinodales, y por último, enterrada definitivamente por ‘Amoris laetitia’. No es un detalle de poca monta. La enseñanza de la Iglesia, desde la época de los Padres de la Iglesia, ha hecho siempre referencia ineludible a los textos evangélicos y neotestamentarios relacionados con el adulterio como parte esencial de su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble, con las respectivas consecuencias sobre la praxis pastoral y la disciplina canónica. En los mencionados documentos pre-sinodales, sinodales y post sinodales, por el contrario, estos pasajes no son jamás citados expresamente, excepto una vez un par de fragmentos de Mt 19, 8-9, pero del que se censuró precisamente el pasaje que justamente hace referencia explícita al adulterio”.

Es el pasaje en el que Jesús dice que “todo aquél que repudia a su propia esposa, excepto en caso de concubinato, y se casa con otra comete adulterio”.

Prosigue diciendo dom Meiattini:

“Se debe tener la honestidad de decirlo y reconocerlo: desde hace tiempo en la Iglesia se utiliza muy rara vez la palabra ‘adulterio’ en la predicación o en la catequesis. Ahora además, en obsequio al capítulo VIII de ‘Amoris laetitia’, se prefiere usar el término neutro e inicuo de ‘fragilidad’, que en la mayor parte de los casos va a reemplazar también la misma palabra ‘pecado’. La infidelidad conyugal ocasional o las nuevas uniones estables posteriores al único matrimonio celebrado delante de Dios ya no son designadas con el término apropiado con el que Jesús y la tradición cristiana las definen: adulterio. […] En los dos sínodos [sobre la familia] y en ‘Amoris laetitia’ el pecado de adulterio ha sido cancelado no con un golpe de esponja, sino más bien con un golpe de silencio: simplemente no se habla más de él. ¿Y qué ha sido de todos esos pasajes neotestamentarios, sobre todo evangélicos, que hablan abiertamente de él? De ellos figura solamente una descolorida referencia entre paréntesis, precedida por la sigla ‘cfr.’”.

HOMOSEXUALIDAD

La desaparición de la segunda palabra del magisterio de la Iglesia – hace notar dom Meiattini – aconteció más gradualmente. Primero con su mutación de significado y, en consecuencia, de juicio, y después con su abandono total.

El momento clave de la mutación de juicio sobre la homosexualidad es reconocible en los parágrafos 50, 51 y 52 de la “Relatio post disceptationem” hecha pública a mitad del sínodo del 2014 sobre la familia.

Cuando el 13 de octubre de 2014 se presentó a la prensa la “Relatio”, el cardenal delegado Péter Erdõ – quien figuraba formalmente como el autor del documento – se disoció de esos tres parágrafos y atribuyó la redacción subrepticia a Bruno Forte, nombrado por el Papa secretario especial del sínodo. Y al día siguiente otro cardenal de primer nivel, el sudafricano Wilfrid Napier, denunció el daño irreparable que se había hecho con ese golpe de mano: “El mensaje ya partió: esto es lo que dice el sínodo, esto es lo que dice la Iglesia. En este punto no hay corrección que valga”.

En efecto, ¿qué se había escrito en esos tres parágrafos? Que “se aceptan” los comportamientos homosexuales y que “el mutuo apoyo hasta el sacrificio constituye un apoyo precioso para la vida de parejas del mismo sexo”, mejor todavía si es llenada con la presencia de niños.

Comenta dom Meiattini:

“Estas expresiones suscitaron consistentes y comprensibles reacciones en la asamblea sinodal, tanto que en el sínodo del 2015 y por último en ‘Amoris laetitia’ se conformó con pocas frases mucho más sobrias y problemáticas. Pero es claro que las palabras utilizadas en esos parágrafos representaron de todos modos un intento de legitimación indirecta, aunque demasiado velado, de la homosexualidad y también de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales”.

En la vigilia del sínodo del 2018 sobre los jóvenes era entonces alta la expectativa sobre lo que la jerarquía diría en materia de homosexualidad, después que en su documento base, el ”Instrumentum laboris”, había asomado – por primera vez en un texto oficial de la Iglesia – el para nada inocente acrónimo LGBT.

Pero después, en el documento final – en cuya redacción se comunicó que había “tomado parte personalmente también el papa Francisco” – a la homosexualidad se le dedicó solamente una breve alusión genérica en el parágrafo 150.

A propósito del cual observa dom Meiattini:

“En la primera lectura parece tratarse de un parágrafo en el fondo inocuo. Se habla de respeto de las personas homosexuales, de iniciativas pastorales para su integración. Es claro que nadie querría discriminar a estas personas ni tampoco faltarles el respeto. Pero lo que impacta, en estas frases, no es tanto lo que se dice, sino más bien el silencio. El silencio en torno a la doctrina común y de siempre, según la cual la inclinación homosexual representa un desorden y secundarla un pecado. El silencio, como se ve, parece haberse convertido en un método para ablandar las conciencias y las inteligencias. Al callar se abre la puerta al olvido”.

Y llegamos a la cumbre del 21-24 de febrero de 2019, de la cual desaparece del todo no sólo la noción, sino también la palabra homosexualidad. Y a quien en conferencia de prensa pregunta el por qué, el cardenal Blase Cupich y el obispo Charles Scicluna – los dos mayores pilotos del evento por mandato del Papa – responden que la “homosexualidad” no tiene nada que ver con el abuso sexual”, a pesar de que la evidencia de los hechos dice lo contrario.

Atención. La palabra homosexualidad no aparece ni siquiera allí donde debería haber sido prácticamente inevitable, si no obligatorio, pronunciarla. Hay un pasaje, en la exposición más aplaudida de las nueve pronunciadas en el aula, en la que la hermana nigeriana Veronica Openibo detalla los “otros problemas referidos a la sexualidad”, además del problema del abuso contra menores que es el objeto de la cumbre. Este es el detalle: “el abuso de poder, el dinero, el clericalismo, la discriminación de género, el rol de las mujeres y de los laicos”. Punto. La homosexualidad no existe. Ha sido sustituida por su contrario, la discriminación de género, que implica la homofobia.

Este es un silencio – advierte dom Meiattini –, que hace que ahora en varias partes del mundo haya “sacerdotes y obispos que reconocen en la práctica la convivencia homosexual, incluso la bendicen, auspician su reglamentación civil y evitan cuidadosamente llamarla por lo que es: un desorden moral, un pecado que requiere arrepentimiento, conversión y perdón”.

*

Queda por entender si esta doble estrategia del silencio, sobre el adulterio y la homosexualidad, adoptada por la Iglesia del papa Francisco, forme parte de un diseño coordinado y finalizado.

La respuesta de dom Meiattini es afirmativa. Y la explica así:

“Entre la desclasificación de la infidelidad conyugal y de las uniones ilegítimas entre el hombre y la mujer como pecado de adulterio a simple imperfección o fragilidad, por una parte, y el comienzo de una sutil legitimación de las relaciones homosexuales, sobre todo si son ‘fieles’, por la otra, existe una clara relación de causa-consecuencia.

“En efecto, si a las uniones entre el hombre y la mujer ‘llamadas irregulares’ (como las llama ‘Amoris laetitia’) ya no se las llama adulterio, más aún, ni siquiera representan ‘verdaderas’ irregularidades, sino que son solamente ‘fragilidades’ o ‘imperfecciones’ respecto a ideal conyugal evangélico (siempre según el lenguaje utilizado por ‘Amoris laetitia’), desaparece el primer obstáculo para un reconocimiento del uso de la sexualidad más allá del matrimonio, al menos como no condenable. Si a esto agregamos la pastoral colateral del ‘laissez-faire’ (come el confiar cargos pastorales a homosexuales que conviven públicamente, etc.), entonces el camino a una admisión tácita y de hecho de las parejas del mismo sexo más allá del matrimonio queda al menos entreabierta.

“Así se pueden entender mejor las palabras del cardenal Walter Kasper en las vísperas de la publicación de ‘Amoris laetitia’: que ella habría de ser sólo el primero de una serie de cambios epocales en la historia de la Iglesia”.

Comentarios
4 comentarios en “Adulterio y homosexualidad. Las dos palabras desaparecidas
  1. Está muy claro Magister : Las redes de la homosexualidad y las económicas con los adulterios para separaciones y divorcios van unidas, Ha dado en el clavo.

  2. No se puede tapar el cielo con un dedo y tampoco cambiar las enseñanzas de Dios.
    En función de la falta de catequesis sencilla y de reducir la misión a una administración se ha abandonado la evangelización, las oraciones del día, la lectura de la palabra, el catecismo y -para empeorar- se ha generado una ola pastoral vacía, dejando de lado que lo moral es esencialmente sacramental y personal concreta (por ejemplo la castidad es necesaria para cualquier sacramento).
    El siguiente paso es quedarse en las categorías académicas («adulterio» «homosexualidad») de forma tal de separar el concepto académico del hecho de la realidad.
    Lo que sucede es el caso concreto, el adulterio de A con B (ambos casados con otra persona) que les guste o les disguste sigue siendo pecado concreto, también el acto homosexual de C con D (creados varón y mujer y que actúan un acto contrario al sexto mandamiento) que también sigue siendo pecado concreto.
    Esto no es casuísmo, es la función del sacramento de la confesión que no tiene por objeto perdonar cuestiones académicas sino casos individuales concretos que separan de Dios y cuyo cese es imprescindible para pasar al Reino.
    Al que hay que salvar es la persona no la categoría, se ingresa al Reino de la mano de Dios en la forma dispuesta por Dios y hay que pasar por la puerta estrecha, dejemos las categorías académicas y regresemos a las bienaventuranzas.

  3. Enhorabuena por el artículo, Sandro.

    (Italia 1 – España 0; min. 45). _ _

    Éste sí es un riesgo al que hay que estar muy atentos en la forma de predicar del Papa Francisco, yo creo. Los matices.

    Por éso te comenté que me parecía un error de cálculo el no incluir un capítulo expreso sobre la homosexualidad y sus consecuencias en las conclusiones de la cumbre, también.

    Ahora bien, yo no creo que Francisco lo haga con mala intención, ésto de disimular, enterrar u omitir en la predicación ciertas palabras o acusaciones explícitas para intentar cambiar poco a poco el pensamiento o el Magisterio de la Iglesia; si no que, simplemente, le pase como a nosotros cuando intentamos exponer o denunciar algo en la predicación:

    Damos muchas cosas por sabidas en el receptor o, (para no imponer nuestra figura en la predición a la del Espíritu Santo, que es el que actúa al predicar), incluso tratamos de no querer hacer un discurso «resonante» (morboso, escandaloso, aún con buena intención); ésto es un riesgo muy a tener en cuenta a la hora de tratar de predicar la misericordia de Dios: el que lleguemos a omitir o solapar las cosas dentro del mal general a la hora de denunciarlo, sin ver que el propio mal es más astuto que nadie y le va a dar la «vuelta a la tortilla», incluso con nuestros propios argumentos.

    Muy sencilla y astútamente:

    «Si la ciencia no puede demostrar que Dios no existe, fijo que existe».
    «Si el Papa no condena explícitamente la homosexualidad y el adulterio, fijo que no es pecado».

    Claro, el problema es que el que se acerca a la Iglesia buscando respuestas en medio del sufrimiento, normalmente no se pone a leer a los Padres de la Iglesia en el Breviario, porque no sabe ni quiénes son; y si rematamos la faena con que muchos sacerdotes tampoco lo hacen (creo que pecado mortal en su caso), pues es normal que, desde antes de Francisco ya, andemos todos un poco «como ovejas sin pastor».

    Pero como el Señor se conmovió cuando vió las gentes que le seguían, (cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor), y tuvo a bien hacer el milagro de los panes y los peces, pues algún milagro fuerte le dará por hacer, supongo, en estos tiempos de zozobra de la Iglesia también; seguro.

    PD: Y no, no va a ser cambiar de Papa de momento (1-1, y de contragolpe, min. 57). ^^

    Enhorabuena otra vez por el artículo.

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