“A todas estas realidades la Iglesia quiere dar una respuesta adecuada a los tiempos de hoy”. Palabras simples, pero que reflejan el ánimo que se respira dentro del Sínodo de los Obispos. Las pronunció el cardenal brasileño Raymundo Damasceno Assis, arzobispo de Aparecida y presidente delegado, al abrir la mañana de este miércoles la tercera jornada de trabajos de la asamblea episcopal.
“En una Iglesia que el santo padre no dudó en comparar con un hospital de campaña después de la batalla, queremos salir como pastores al encuentro de tantas familias en crisis para dar una respuesta inspirada en el evangelio de la misericordia”, afirmó el purpurado, hablando en italiano y en un discurso que fue al centro de los problemas a abordar.
De hecho, este día los obispos analizarán el capítulo 2 del “Instrumentum laboris” (Instrumento de trabajo), el escrito que guía los debates sinodales. El mismo contempla cuatro temas bien definidos: “La crisis de la fe y la vida familiar”, “Situaciones críticas internas en la familia”, “Presiones externas a la familia” y “Algunas situaciones particulares”.
Al respecto, Damasceno advirtió que no se pueden ignorar las tantas situaciones críticas de la vida familiar, debida sea a factores internos como externos. Entonces pasó a enumerar parte de estos desafíos, incluidos en el Instrumentum.
“La dificultad de relación y de comunicación entre los miembros de la familia, entre los cónyuges, entre los padres y los hijos, entre los hermanos, la fragmentación y disgregación provocadas sea por el divorcio o por la separación de los esposos, sea por otras situaciones críticas, que van desde realidades familiares alargadas con múltiples relaciones invasivas a las uniones de hecho”, sostuvo.
“Tantas otras situaciones exigen nuestra atención y caridad pastoral, las diversas formas de violencia y abuso a nivel psicológico, físico y sexual, en detrimento de las mujeres y –sobre todo- de los niños, que interpelan fuertemente no sólo la sociedad sino también la Iglesia misma, las diversas dependencias a la droga, alcohol, juegos de azar, los medios y las redes sociales”, ponderó.
Además sostuvo que la Iglesia no quiere que se apague la alegría de vivir por la falta de respeto y por la violencia, provocadas por esas presiones externas a la familia como la incidencia de la actividad laboral, el fenómeno migratorio, la pobreza y la lucha por la subsistencia, el consumismo y el individualismo, los anti-testimonios católicos.
Pidió no olvidarse de otras situaciones particulares, entre las cuales se cuentan el peso de las expectativas sociales sobre el individuo, el impacto de las guerras, la disparidad de culto y otras realidades.
Tras la presentación del presidente delegado Damasceno, los trabajos continuaron con el testimonio de Jeannette Touré, presidente nacional de la Asociación de Mujeres Católicas de Costa de Marfil, casada con un musulmán y presente en el Sínodo como oyente.