| 20 octubre, 2014
Nunca vi un Sínodo tan interesante, tan agitado, tan abierto y que haya captado tanto la atención de la prensa internacional. Este exacerbado interés mediático por un debate “intraeclesial” y la manifestación pública de no pocos desacuerdos entre sus principales protagonistas pareció sembrar la desolación en diversos sectores católicos, algunos de los cuales alertaron casi de inmediato con el “cisma inminente” y la casi inevitable “ruina de la Iglesia”. Pero la realidad del Sínodo era otra muy distinta: nada de cisma, ni de ruptura y, mucho menos, ruina. Al contrario. Los hechos demuestran que el debate animado y vivaz era condición irrenunciable de una verdadera asamblea sinodal. Característica intrínseca de una discusión real, no falseada ni preconcebida. Justo como quería el Papa.
Este fenómeno lo captaron los medios. No sólo lo captaron, a muchos periodistas les pareció apasionante. Me inscribo entre ellos. Es cierto, la atención creció también porque en el Sínodo se trataron temas delicados, polémicos, que la Iglesia no había debatido antes en este nivel. A saber, los dos asuntos más controvertidos: la atención pastoral a las personas homosexuales y la posibilidad o no de admitir a los sacramentos (confesión-eucaristía) a los divorciados y vueltos a casar. Pero se equivocan quienes piensan que toda la atención de la prensa deriva de esos únicos aspectos. En realidad mucho del interés viene, también, de la veracidad del debate cómo fue planteado gracias a los cambios al sistema del Sínodo introducidos gracias al Papa Francisco. A todos les quedó claro la veracidad de las diferentes opiniones expresadas por los obispos en la palestra pública. Opiniones incluso contradictorias, que generaron “cortocircuitos” y hasta visiones diversas sobre la misma asamblea. Ya tocará proponer algunas consideraciones meditadas y más profundas sobre lo vivido en los pasados 15 días. Este post busca sólo ofrecer una información sumaria sobre la “Relatio Synodi”, el mensaje final del Sínodo aprobado por la asamblea la tarde de este sábado y dado a conocer inmediatamente después. En este espacio habíamos anticipado que la “Relatio post disceptationem” iba a ser cambiada, simplemente porque tenía pasajes inaceptables (en su concepción y su redacción). Se trataba del documento presentado el lunes pasado por el relator general de la reunión, el cardenal húngaro Peter Erdö, y que resumió los trabajos de la primera mitad de la asamblea sinodal. Al mismo tiempo ofrecimos no pocos testimonios que decían claramente que ese texto era una “fotografía honesta” de los discursos pronunciados en el aula por los “padres sinodales”. Un reporte fiel, pero con sus limitaciones. Todos con quienes hablamos coincidían en que el texto se iba a enriquecer gracias a las discusiones de los “círculos menores”, los grupos lingüísticos que sesionaron entre el lunes y el jueves. Así debía ser y así fue. Un núcleo minoritario dentro del mismo Sínodo pensó que la “Relatio post disceptationem” era insalvable y que debía ser dejada de lado. Algunos de sus exponentes (incluidos varios cardenales) llegaron a sugerir a la prensa que la mayoría pensaba como ellos y que ese texto era inaceptable. Sus dichos reforzaron aún más la confusión y la alarma injustificada entre los “opinionistas” apocalípticos. Los reportes de los “círculos menores” dejaron en claro que las enmiendas al texto de Erdö iban a ser muchas. Al mismo tiempo demostraron que no eran ni mayoría, ni un número consistente los que se oponían por completo al documento. Finalmente prevaleció la corriente que proponía respetar la “arquitectura” de la “Relatio post” cambiando la redacción de casi todos los apartados. Un enriquecimiento necesario, producto de un debate verdadero. Fueron 470 las enmiendas presentadas por los círculos. Como dijo el portavoz Vaticano, Federico Lombardi, la comisión redactora de la “Relatio Synodi” se empeñó hasta el final para incluir la mayor cantidad posible de observaciones, hasta llegar a un escrito definitivo aceptable para todas las partes. Ese se leyó en el aula y ese mismo votaron los “padres sinodales”. Según el reglamento del Sínodo las declaratorias oficiales de la asamblea deben ser aprobadas por una mayoría calificada de los participantes, es decir dos tercios de los votantes. En este caso se decidió, para mayor justicia, que la “Relatio Synodi” fuese votada párrafo por párrafo en cada uno de sus 62 puntos. Además -en una jugada magistral- el Papa Francisco decidió transparentar los resultados de todas y cada una de las votaciones, incluso de aquellos puntos que más sufragios contrarios tuvieron. Tras la lectura de cada párrafo, los 183 padres sinodales con derecho a voto tenían la opción de expresar su acuerdo o desacuerdo apretando botones de “placet”, “non placet” o abstención. Revisando los números de cada una de los escrutinios salta a la vista que la totalidad los párrafos obtuvieron una mayoría simple (más de la mitad a favor), cosechando en todos los casos más de 100 sufragios. Sólo tres apartados no alcanzaron a sumar los 123 consensos necesarios para ser aceptados como “aprobados”. Son los famosos tres párrafos delicados: los números 52, 53 y 55. La oposición a estos alcanzó sólo para bloquear su aprobación definitiva, pero lejos estuvo de imponerse. ¿Qué decían esos párrafos y qué votos obtuvieron? Aquí los detalles: Apartado 52: 104 a favor, 74 en contra, cinco abstenciones.“Se reflexionó sobre la posibilidad que los divorciados y vueltos a casar accedan a los sacramentos de la penitencia y la eucaristía. Diversos padres sinodales han insistido a favor de la disciplina actual, en fuerza de la relación constitutiva entre la participación en la eucaristía y la comunión con la Iglesia y su enseñanza sobre el matrimonio indisoluble. Otros se expresaron por una acogida no generalizada a la mesa eucarística, en algunas situaciones particulares y a condiciones bien precisas, sobre todo cuando se trata de casos irreversibles y ligados a obligaciones morales hacia los hijos que padecerían injustos sufrimientos. El eventual acceso a los sacramentos debería estar presidido por un camino penitencial bajo la responsabilidad del obispo diocesano. Debe ser profundizada la cuestión, teniendo bien en cuenta la distinción entre situación objetiva de pecado y circunstancias atenuantes, dado que ‘la imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden ser disminuidas o anuladas’ por diversos ‘factores psicológicos o sociales’ (Catecismo de la Iglesia Católica, 1735)”. Apartado 53: 112 a favor, 64 en contra, siete abstenciones.“Algunos padres han sostenidos que las personas divorciadas y vueltas a casar o que conviven pueden recurrir fructíferamente a la comunión espiritual. Otros padres se preguntaron por qué, entonces, no pueden acceder a la sacramental. Se solicita entonces una profundización de la temática para hacer emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del matrimonio”. Apartado 55: 118 a favor, 62 en contra, tres abstenciones.“Algunas familias viven la experiencia de tener en su interior personas con orientación homosexual. Al respecto se cuestiona sobre cuál atención pastoral sea oportuna ante esta situación refiriéndose a cuanto enseña la Iglesia: ‘No existe fundamento alguno para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el diseño de Dios sobre el matrimonio y la familia’. Sin embargo, los hombres y las mujeres con tendencias homosexuales deben ser escuchados con respeto y delicadeza. ‘Sobre ellos se evitará toda marca de injusta discriminación’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones sobre los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 4)”. Dos detalles significativos: Estos puntos no consiguieron los dos tercios de los votos aunque sus redacciones son muy pero muy distintas a las que proponía la “Relatio post disceptationem” y eso que incluyen citas abiertas del actual magisterio de la Iglesia: del Catecismo de la Iglesia Católica y de una declaración de la Doctrina de la Fe. Por lo pronto, en una movida audaz, el Papa no sólo pidió que se dieran a conocer los tres párrafos mencionados, también dio instrucciones para que los mismos sean parte de la “Relatio Synodi”, aunque bajo la categoría de “no aprobados formalmente”. Así, de hecho, dejó abierto el debate sobre los mismos. La discusión se extenderá durante un año más, involucrará a todas las diócesis del mundo y concluirá con otra asamblea del Sínodo, en octubre de 2015. Si estos puntos no deben pasar no pasarán, el tiempo lo dirá. Pero, tratándose de asuntos sobre los cuales existe –en curso- una evidente “disputatio”, cerrar cualquier tipo de reflexión común sobre ellos no resultaría demasiado sabio. Sería, de hecho, una ocasión perdida. Sobre todo cuando la mayoría expresó claramente la voluntad de seguir adelante y profundizar.
