Sus más acérrimos defensores no querían creerlo. Negaban la realidad. Optaron por la reacción más fácil, por el más antiguo (y absurdo) de los trucos: “Matar al mensajero”. Pretendían -a la mala- imponer su unilateral punto de vista, su versión de la verdad. Pero la verdad era otra. Todo cae por su propio peso. Y cayó, este jueves 25 de septiembre. Me refiero a la situación en la diócesis paraguaya de Ciudad del Este, cuyo obispo, Ricardo Livieres Plano, acaba de ser cesado en su puesto. Era cuestión de tiempo. Lo anticipamos en su momento, se cumplió hoy.
“Grave situación” escribimos en su momentoen este espacio. En el seminario y, en general, en la administración de la diócesis. No por capricho, sino porque eso se desprendía de la visita apostólica que había ordenado el Papa Francisco que condujo el cardenal español Santos Abril y Castelló junto con el obispo uruguayo Milton Luis Tróccoli. Pero esas dos palabras desataron la furia de los valedores de Livieres, que afilaron sus dagas no contra la realidad que les explotaba en la cara, sino contra quien constataba tal percance. Y acusaron al autor de estas líneas de mala fe, de distorsionador y de personaje indigno para ejercer el periodismo.
Apenas debieron pasar dos meses para que cada cosa quedara en su lugar. El comunicado que zanjó el cese del obispo de Ciudad del Este lo puso más claro y refirió las “serias razones pastorales” que orillaron al Papa Francisco a alejar al clérigo de su puesto.
Es verdad, la nota vaticana no entró en detalles. Pero el nuncio apostólico en Asunción tendrá una conferencia de prensa este mismo día y -quizás- ofrezca algunas explicaciones. La Santa Sede no ha dado muchos detalles. El asunto es explosivo. Todo tiene visos de la mayor gravedad, desde el tenor de la visita apostólica, la suspensión de las ordenaciones sacerdotales y diaconales, la convocatoria de Livieres a Roma y el cese de hoy, que ni siquiera consideró dejar al propio obispo como administrador apostólico mientras se elige a su sucesor (eso ha ocurrido en casos similares).
Es imposible ignorar las materias tan delicadas que tocó investigar a Abril y Castelló. Asuntos que nada tienen que ver con una diatriba ideológica, teológica, litúrgica, ni con una supuesta venganza personal de parte del Papa. Como reportamos en el artículo de abajo, las denuncias eran muchas, variadas y diversas. Un cóctel explosivo al cual Livieres pareció echar más gasolina. Especialmente cuando acusó públicamente al arzobispo de Asunción, Pastor Cuquejo, de homosexual y sostuvo que, por ello, cometió un delito.
“La homosexualidad demostrada en un clérigo es un delito”, dijo. Pero esa afirmación es no sólo una inexactitud, es una falsedad. No existe en el Código de Derecho Canónico, la ley fundamental de la Iglesia, el delito de “homosexualidad demostrada”. Lo que sí está penado por la normatividad eclesiástica son los abusos contra menores. Nada más. Ojo: personalmente considero que los homosexuales que buscan refugio en el sacerdocio para vivir su condición no sólo caen en la hipocresía, a menudo también usan (y abusan) de la institución. Un hecho deplorable. No por eso puedo afirmar lo imposible. No cometen crímen alguno si rompen el voto de castidad con personas mayores de edad, simplemente porque la ley no lo considera.
Esto lo sabe Livieres. O debería saberlo. Pero si él conocía un abuso de menor imputable a Cuquejo, debió directamente reportarlo a la Santa Sede y no cejar en su intento porque la Congregación para la Doctrina de la Fe tomase el caso. Si es así, más que llamarle homosexual debió indicarlo como abusador o pederasta.
Como podrá constatar el lector, es evidente que el caso llegó a extremos tan nauseabundos y que complicaron aún más la posición del obispo de Ciudad del Este (ahora ya depuesto). En su momento le ofrecimos a él, a través de uno de sus colaboradores, este espacio para una entrevista en la cual pudiese abordar ampliamente todas y cada una de las acusaciones en su contra. Él optó por guardar silencio. Vale aclarar, por eso del derecho a réplica, que este espacio sigue abierto.
PARAGUAY: EL PAPA REMUEVE AL OBISPO DE CIUDAD DEL ESTE Del Vatican Insider
“Serias razones pastorales”. Problemas graves que obligaron al papa Francisco a remover definitivamente al obispo local, nombrando en su lugar a un administrador apostólico. Se trata de la diócesis de Ciudad del Este y la decisión del pontífice de alejar a su pastor, Ricardo Livieres Plano, fue dada a conocer este jueves por la sala de prensa de la Santa Sede.
Apenas tres líneas bastaron para informar de la “ardua decisión”. “El santo padre Francisco proveyó a la remoción del obispo de Ciudad del Este (Paraguay), monseñor Ricardo Livieres Plano, y nombró administrador apostólico sede vacante de la misma diócesis a Ricardo Jorge Valenzuela, obispo de Villarrica del Espíritu Santo”, indicó la nota.
Ese comunicado fue acompañado por un breve texto explicativo, el cual ofreció escasos detalles para una situación por demás delicada. El mismo estableció que la “sucesión” de Livieres fue determinada “después de un cuidadoso examen de las conclusiones de las visitas apostólicas efectuadas por la Congregación para los Obispos y la Congregación para el Clero, al obispo, la diócesis y los Seminarios de Ciudad del Este”.
Agregó que la medida tomada por la Santa Sede fue definida por “serias razones pastorales” y obedece al “bien mayor” de la unidad de la Iglesia Ciudad del Este y de la comunión episcopal en Paraguay.
“El santo padre, en el ejercicio de su ministerio de fundamento perpetuo y visible de unidad así de los Obispos como de la multitud de los fieles pide al clero y a todo el pueblo de Dios de Ciudad del Este que acoja la decisión de la Santa Sede con espíritu de obediencia, docilidad y sin desavenencias, guiado por la fe”, indicó.
“Por otra parte, se invita a toda la Iglesia de Paraguay, guiada por sus pastores, a un serio proceso de reconciliación y superación de cualquier sectarismo y discordia, para no herir el rostro de la única Iglesia adquirida con la sangre de su hijo y para que el rebaño de Cristo no se vea privado de la alegría del evangelio”, añadió.
Hasta ahí la información oficial. Del anuncio realizado este día ya estaba enterado Livieres, quien se encuentra estos días en Roma, donde se entrevistó con el prefecto de la Congregación para los Obispos, Marc Ouellet. Según informó la oficina de prensa de la diócesis de Ciudad del Este, el clérigo sería recibido por el Papa aquí, pero la sala de prensa vaticana no pudo confirmar este dato. La agenda pública de Jorge Mario Bergoglio tampoco incluyó tal audiencia.
La remoción del obispo llegó apenas dos meses después de que concluyesen las investigaciones “in loco” realizadas por los enviados del Papa: el cardenal español Santos Abril y Castelló y Milton Luis Tróccoli, obispo auxiliar de Montevideo (Uruguay). Ellos realizaron pesquisas durante una semana y concluyeron su trabajo el sábado 26 de julio. Ese día anunciaron una medida cautelar inmediata y contundente: Por orden de Francisco se suspendieron todas las ordenaciones sacerdotales y diaconales en la demarcación eclesiástica.
Esa suspensión era ya una luz roja que podía hacer intuir la gravedad del caso, aunque muchos defensores de Livieres, integrante del Opus Dei, se negaron entonces a aceptar las circunstancias y se empeñaron en denunciar una especie de complot contra él. Ante todo porque el conflicto entre su obispo y otros miembros del episcopado paraguayo es de dominio público desde hace varios años atrás.
Las denuncias por gestión deficiente contra Livieres tocan diversos sectores. Públicamente lo han acusado de malversación de fondos, de haber roto la unidad episcopal, de haber ordenado sacerdotes sin la suficiente preparación (acortando su tiempo de formación) y de haber encubierto a Carlos Urrutigoity, presbítero argentino señalado por supuestos abusos sexuales contra menores en los Estados Unidos. A todo esto se suman episodios desagradables como cuando acusó abiertamente de homosexual a Pastor Cuquejo, arzobispo de Asunción.
Él, por su parte, se ha defendido argumentando que algunos obispos y sacerdotes lo tienen en punto de mira por denunciar irregularidades y haberse opuesto de manera férrea a la candidatura presidencial del ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo (quien dejó el episcopado con el permiso del Papa Benedicto XVI y finalmente elegido). Por su parte, la diócesis de Ciudad del Este respondió con un exhaustivo documento en el cual rechazó cada una de las imputaciones mencionadas.