Si alguno pensaba que el Sínodo de los Obispos en curso iba a cambiar la doctrina católica en materia de matrimonio y familia, se equivocaba. Ningún padre sinodal propuso tal cosa. En eso están de acuerdo todos, de una y otra orientación eclesiástica. Entonces, ¿qué va a pasar con la asamblea episcopal? ¿Cómo ese encuentro podrá ofrecer respuestas nuevas a problemas viejos desde la verdad del evangelio y la doctrina católica vigente (que no se puede cambiar)? En la respuesta a esa pregunta está la clave y justamente los obispos están debatiendo eso, desde sus muy variados puntos de vista.
Uno de ellos tiene un enfoque por demás interesante. Se trata de Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina y cercano colaborador de Jorge Mario Bergoglio, en especial durante la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de 2007 en Aparecida (Brasil), cuando el arzobispo de Buenos Aires presidió la comisión de redacción del texto final de la asamblea.
Porque abordó asuntos neurálgicos sobre el Sínodo y para comprender hacia dónde puede dirigirse la discusión, compartimos algunos pasajes de la intervención de “Tucho” (como le conocen sus amigos) ante los periodistas, ayer miércoles en la sala de prensa del Vaticano. Como aporte a los necesarios análisis posteriores.
Significado del concepto “gradualidad” de la doctrina católica en materia de familia, como se planteó en el pleno del Sínodo.
Existe la realidad concreta de personas que a veces no pueden llegar aún a ese ideal de perfección (cristiana sobre la familia), pero tienen la posibilidad de avanzar hacia un bien posible. El Papa insistió que nosotros los pastores debemos favorecer este bien posible aunque corramos el riesgo de “ensuciarnos con el fango del camino”. Entonces nosotros no podemos olvidar nunca estos niveles de gradualidad, por las diversas situaciones que encontramos en las familias.
En el pleno un obispo sostuvo que la Iglesia no es tanto un faro que ilumina pero se mantiene estático, sino –más bien- es como un antorcha que ilumina pero camina con el pueblo.
Nosotros queremos una capilaridad, que el evangelio llegue a todas partes, que no exista ningún lugar donde no llegue la luz del evangelio porque sino el evangelio se queda como una luz para unos pocos. Esa no era la idea de nuestro señor Jesucristo. La luz del evangelio debe llegar incluso donde están las prostitutas, donde están los pobres, donde están los más sucios, los peores pecadores. Si uno lee el evangelio se da cuenta que decían que Jesús era un borracho y un comilón, porque comía con los pecadores. No quiero olvidar este evangelio, el ejemplo de Jesús. Yo a veces escapé de ciertas personas, porque pensaba: ‘que no me vean, si un periodista me hace una foto con esta personas estoy terminado, si me ven hablando con esta mujer qué dirán ellos’. Pero ¿yo tengo el derecho de actuar así cuando Jesús me dio otro ejemplo, con su modo de vivir?
También está la imagen del pastor en el antiguo testamento, en la Biblia, es un hombre sucio, que no se peina jamás, porque está junto a las ovejas de día y de noche. Es un hombre lleno de olor, no es agradable estar cerca de él o mirarlo, ese es el buen pastor del cual Jesús hablaba.
En Argentina, por ejemplo, hay curas en los barrios más pobres porque así lo había querido el cardenal (Jorge Mario) Bergoglio, pero aún hoy algunos sacerdotes dicen: La Iglesia no debería estar ahí, porque muchos de ellos han robado aquella tierra donde habitan. Entonces la Iglesia no debe estar ahí porque está justificando una cosa inmoral. Al contrario, lo que decidió hacer el cardenal Bergoglio es que ahí vivan los curas, ahí donde muchos tienen miedo a entrar, no quieren ni siquiera estar cerca, ahí viven los sacerdotes, en medio a las personas. Ahí está la antorcha, que se mueve.
Sobre el amor en las familias.
A veces pensamos que las parejas más comprometidas son las que hacen una apologética de la doctrina de la Iglesia, cuando en realidad las parejas mejores son las que viven, con tanto amor, que buscan de crecer en este amor, se perdonan una y otra vez, comienzan una y otra vez, entienden a los hijos incluso con sus defectos, los acompañan con mucho amor y ese ejemplo tiene dentro de sí el mejor mensaje del magisterio.
En la asamblea un obispo sostuvo que el Concilio Vaticano II profundizó en la doctrina hasta encontrar un camino para la libertad religiosa, de la misma manera el Sínodo podría descubrir nuevos senderos para las situaciones particulares en materia de familia.
Antes del Concilio se decía: es necesario defender la verdad, si a los demás les gusta o no, problema de ellos, nosotros defendemos la verdad. Al contrario, el Concilio con mucha valentía dio un paso adelante al decir: existe la verdad, pero se debe respetar la libertad religiosa. Quien respondiendo a su conciencia sigue otra religión, debe hacerlo así, porque está convencido. Eso, para algunos era imposible, no se podía decir jamás. Pero el Concilio Vaticano II encontró un camino nuevo. Este obispo (en su discurso) se hacía esta pregunta: ¿Podría este sínodo encontrar una nueva síntesis de las situaciones particulares, de los divorciados y vueltos a casar, de otras situaciones?
Ninguno quiere quitar la indisolubilidad matrimonial, no es posible. Ninguno quiere debilitar el vínculo conyugal, todos queremos que los esposos sean fieles hasta la muerte, es un ideal bellísimo y la sociedad tiene mucha necesidad de este mensaje, porque de otra manera terminaremos por destruirnos a nosotros mismos y entre nosotros. Eso es clarísimo. La mayor parte de los padres sinodales insisten en esto, piden no debilitar la fuerza y la belleza de esa propuesta cristiana, que no debe volverse “light”.
Pero otros insisten en el realismo comprensivo que debe acompañar los sufrimientos de los demás, aunque podemos llegar a ensuciarnos un poco, pero el maestro Jesús estaba cercano a todos, no se alejaba de ninguno. Incluso en situaciones extremas como la poligamia hay que reflexionar. No la podremos aceptar jamás; ¿por qué? Por la dignidad de la mujer; un hombre con tantas mujeres que no saben qué derechos tienen. Al mismo tiempo comprendemos las situaciones particulares, como cuando un polígamo se convierte y después debe decir: tengo una sola mujer, las otras se tienen que ir y morirse de hambre. Incluso en este punto donde es clarísima la doctrina y no se puede cambiar, existe una situación particular en la cual uno dice: ¿Qué hacemos? Existe un sufrimiento, un problema, se tiene que pensar al respecto.
Sobre la petición del Papa de hablar claramente y con franqueza durante el Sínodo.
El Papa dijo eso: hablen con claridad, no se debe esconder nada, no tienen que temer que el cardenal (Gerhard) Muller, (prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe) les caiga encima. Hablen con claridad porque, de otra manera, no llegaremos nunca a una síntesis, a lo que el señor nos pide. Pero también escuchen con mucha humildad, porque los demás tienen algo que enseñar. La idea es esta, hablar con claridad porque si yo estoy convencido que si el señor me muestra algo, a través de mi experiencia, yo no debo esconder eso a mis hermanos. Por eso no se pelea, se dice lo que uno cree pero sin pelear y al final seguimos todos como amigos.
Sobre la posibilidad que se debata la doctrina en el Sínodo.
El Sínodo es pastoral, pero eso no quiere decir –para nada- que uno no pueda profundizar en la doctrina, porque si no la pastoral es como si fuese una realidad de segunda categoría, sin cabeza. Esa no es la pastoral, la pastoral involucra todo, inclusive el desarrollo del pensamiento. Es verdad que se debe profundizar mucho más la doctrina de la familia, no es cerrada. Si nosotros venimos aquí a repetir todo lo que dijimos siempre, la Iglesia no crece. La Iglesia, por ejemplo, en algunos siglos aceptaba pacíficamente la esclavitud y después cambió de idea, porque hubo un desarrollo en la doctrina. Eso continúa ocurriendo y no es que hubo un desarrollo en los siglos pasados y ahora no es más posible que haya.
Al mismo tiempo no es necesario pensar que ahora requerimos desesperadamente encontrar algunas novedades para decir, porque este crecimiento exige tiempo para pensar tranquilos. Por otra parte, siempre se tiene que decir lo que no les gusta a los demás. Si yo hablo de los derechos de las mujeres y la violencia familiar, los violentos no escucharán este discurso con alegría, pero se requiere decir lo mismo, así con otras cosas.
Su relación con Bergoglio, su trabajo con él en la conferencia de obispos latinoamericanos de Aparecida, el estilo del Papa y su influencia en el Sínodo.
Decir que somos amigos es decir demasiado, sí he trabajado con él en diversas ocasiones y nos hemos entendido bien. En el Celam me produjo mucha admiración el modo de trabajar del entonces cardenal Bergoglio, él estaba preocupado porque quería que hubiese un ambiente de mucha participación allí en Aparecida. Muchos decían que la anterior conferencia, en Santo Domingo (1992), ya se habían establecido una serie de líneas que bajaban desde arriba, que se debió seguir esas líneas y no se podía hablar demasiado. Entonces se reclamaba una especie de “renacimiento” de la Iglesia latinoamericana en su libertad de trabajo, de producción. Por eso el entonces cardenal Bergoglio no quería que se partiera de algún texto previo, sino que todos hablaran con absoluta libertad en las comisiones y que, poco a poco, se fueran encontrando los consensos. Y él decía: “Si no hay tiempo de redactar un documento, no se hará. Pero tenemos que trabajar así”.
En esos grupos y comisiones se debatía con mucha libertad, de ellas fueron surgiendo textos. Después tuvimos muy poquito tiempo para realizar el documento de Aparecida, por eso se trata de un texto muy heterogéneo, literariamente hay que disculparle muchos defectos; pero la grandeza de ese documento es que se trata del resultado de un debate real, de discusiones reales donde se recogieron los consensos que se fueron logrando poco a poco.
Si usted me pregunta qué luz nos aporta eso para saber cómo actúa el Papa hoy, es posible que él no esté muy preocupado si este Sínodo no produce nada de extraordinario o que todo el mundo aplauda. Él siempre piensa que el tiempo es superior al espacio, que las cosas se van gestando lentamente, que lo que interesa es iniciar procesos, más que querer forzar decisiones, y esos procesos producirán frutos en el momento adecuado.