Primero escuché el argumento casi en voz baja, durante un debate callejero con otros periodistas. Después lo leí como hipótesis casual, en algún blog tradicionalista. Pero a medida que avanzaba el pontificado de Francisco, en ciertos círculos la idea fue tomando más fuerza. Era cuestión de tiempo antes para que terminase en un libro. Me refiero a la peregrina idea según la cual la elección de Jorge Mario Bergoglio es inválida y su autoridad sobre la Iglesia católica ilegítima. El libro que pretende recetarnos tal argumentación ya existe, se llama “No es Francisco” y acaba de salir a la venta en Italia.
No resulta extraño que el autor de tal volúmen sea el escritor Antonio Socci, de públicamente conocidas relaciones con “Comunión y Liberación”, aunque -según me refieren- ese movimiento católico no apoya sus dichos y sus escritos. Desde hace meses, él mismo se ha empeñado en cuestionar el actual papado (con una hostilidad “in crescendo”) desde las columnas del diario italiano “Libero”. Cuando una vez los corresponsales extranjeros le preguntaron que opinaba de Socci a Eugenio Scalfari, el fundador del diario La Repubblica, él respondió con una interrogante: “¿Quién?”. “Socci”, le contestaron. “Escribe para Libero”, dijeron. “Para qué… Libero”, rebatió. “Si, Libero, un diario…”, indicó uno de los presetes. “Ahhh Libero… la verdad ni idea, no hablo de diarios que no existen”, remató Scalfari.
No es que el fundador de La Repubblica sea santo de mi devoción, pero lo que dijo de Socci y Libero es verdad. Se trata de un medio menor y de un escritor que ni es vaticanista, ni es periodista. Parte de su presencia en las librerías se debe a un libro en el cual, sin aportar prueba contundente alguna y con una argumentación bastante creativa, sostiene que el Vaticano sigue escondiendo el cuarto secreto de Fátima. De todas maneras, resulta interesante revisar su tesis (para lo cual no creo sea necesario comprar su libro).
Abajo reportamos algunos extractos de un adelanto-presentación escrito por el propio autor apenas ayer en Libero. El mismo demuestra que la argumentación se basa en un compilado de objeciones que ya se han lanzado contra Francisco desde diversos foros, muchos de ellos ligados al mundo conocido como “tradicionalista”. Acusaciones de supuestos silencios en material de moral, señalamientos por una “rendición” del Papa ante los dictados del mundo moderno, denuncias por su “debilidad” ante la corrupción dentro de la Iglesia y una pretendida suavidad suya a la hora de alzar la voz contra los crímenes del Estado Islámico (Isis) en el norte de Irak.
Todos y cada uno de estos “delitos” imputables a Jorge Mario Bergoglio están basados en información retaceada y parcial. Para muestra basta sólo un botón: Por ejemplo, apenas si se realiza una simple búsqueda en Google se pueden encontrar numerosas condenas públicas del Papa a la violencia en Medio Oriente. No sólo, en este caso incluso llegó a considerar un viaje relámpago a la zona y cómo no pudo hacerlo, envió a un delegado personal, el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y cardenal, Fernando Filoni.
Pero la acusación de tibieza en la condena del Papa al Isis parece tener un objetivo velado: cuestionar su decidida opción por el diálogo interreligioso, incluso con los musulmanes. Es bastante fácil comprender por qué Francisco no partió con un discurso inflexible y de mano dura desde el principio de sus intervenciones sobre este tema. No se requiere ser un iluminado para entender que es lo que quieren los terroristas. Ellos utilizan la provocación para llevar a la comunidad internacional a su territorio. No caer en su juego, de entrada, es lo mínino indispensable en geopolítica. Aunque, al exterior, una prudencia inicial pueda acarrear críticas feroces.
Así pasó varias veces con Benedicto XVI. En 2008, cuando tuvo lugar la represión de los monjes budistas en el Tíbet. Recuerdo bien los duros señalamientos públicos que se alzaron desde varios sectores de la prensa contra el Papa, que tardó más de 10 días en tomar una postura pública (aquí se puede leer algo al respecto).
Hasta ahí un brevísimo comentaria a uno de los puntos de controversia avanzados por Socci. De la misma manera se puede comentar el resto, aunque no es el objetivo de este post. Ocurre que un seguimiento intermitente e incompleto de las actividades y discursos del Papa podrían inducir en el error a cualquiera, incluso si este es fino escritor. Pero la cosa se complica cuando quien escribe, y cuyas opiniones son totalmente respetables, lo hace a través del prisma de quienes al Papa no quieren verlo ni en pinturita.
NO ES FRANCISCO (Non è Francesco) Antonio Socci / Libero, 1 de octubre de 2014
Diversos cardenales habían votado a Bergoglio con la esperanza que él continuase la obra de renovación y purificación emprendida por Benedicto XVI, que irrumpiese en la Curia vaticana y (metafóricamente) la ‘diese vuelta’ como a una media, casi con el fuego de Juan el bautista.
Al contrario, se debe reconocer amargamente que poco o nada ha sido realizado (sólo algunas remociones, en ciertos casos injustas). Está bien ir a vivir en la residencia de Santa Marta, puede ser también esa una señal positiva, aunque no se trata de una pobre celda monástica.
Se esperaba un viento de rigor moral ante la suciedad (también de la clase eclesiástica) denunciada y combatida por el gran Joseph Ratzinger. Pero, ¿cómo debemos interpretar la señal dada al mundo del laxismo y de rendición hacia los nuevos hábitos sexuales de la sociedad y de la desbandada de los principios morales y las familias?
¿Cómo interpretar el rechazo del Papa Bergoglio de oponerse a cuestiones éticas, como hicieron heroicamente sus predecesores, o también sólo de juzgarlas, es decir de contrastar culturalmente esa revolución de las relaciones afectivas que destruye todo serio vínculo y ha dejado a todos más solos e infelices, esclavos del instinto? San Pablo afirmaba: “el hombre espiritual juzga cada cosa” y no “quién soy yo para juzgar”.
¿Y por qué no oponerse a esa cultura de la muerte que no reconoce más ninguna sacralidad al ser humano o a aquella onda de anticristianismo y antihumanismo que, bajo diversas banderas, impregna todo el mundo?
Se tenía que confutar aquellos que, en la Iglesia, tiran a las ortigas la recta doctrina católica y que –incluso de cátedras poderosas- demuelen el corazón de la fe; al contrario vieron golpear a los buenos católicos, aquellos ortodoxos que vivían verdaderamente la pobreza, la castidad, la oración y la caridad.
No sólo, el papa Bergoglio arremete justamente contra quien usa ‘un lenguaje completamente ortodoxo’ porque así no correspondería al evangelio. Una cosa jamás vista y nunca escuchada en la historia de la Iglesia.
Por no decir cuánto el mismo Bergoglio se aventura en sus desconcertantes afirmaciones, como “si uno no peca no es hombre”, una tesis sorprendente que ni siquiera se da cuenta que con ella se niega la humanidad de Jesús y María, los cuales fueron exentos del pecado y justamente por esto son el modelo supremo del hombre y de la mujer.
Se esperaba de verdad que se socorriese a las víctimas más indefensas e inermes en las periferias más perdidas del mundo, al contrario –lo recuerdo con dolor- el papa Bergoglio ha obstinadamente ha evitado alzar su voz, en el verano de 2014, en apoyo a los cristianos masacrados del Califato islámico en el norte de Irak, limitándose a pocas declaraciones, sin jamás pronunciar una vibrante invectiva (como aquellas que ha realizado sobre argumentos políticamente correctos) o un vigoroso llamado a la comunidad internacional para que interviniese a desarmar a los victimarios y defender a los inermes masacrados.
Bergoglio, siempre tan crítico con los católicos, no se contrapone nunca ni siquiera a las lobby laicistas sobre temas de la vida, el género, de los principios no negociables que el papa Benedicto identificó como las bases de la dictadura del relativismo.
Existe una gran necesidad de llevar la caricia del nazareno a quien está solo, enfermo, sufriente o desesperado y es muy doloroso ver “saltar” a último momento la visita del papa al hospital Gemelli con los enfermos esperando bajo el sol (ellos, cuyas llagas son las llagas de Cristo), mientras se encuentran fácilmente horas para dedicar a (Eugenio) Scalfari, (fundador del diario italiano La Repubblica), o se encuentra el tiempo para llamar por teléfono a Marco Pannella o a Maradona e ir personalmente a Caserta sólo para visitar a un amigo pastor protestante.
Bergoglio –según sus fan más convencidos- sería un revolucionario que pretende subvertir la Iglesia católica, eliminando los dogmas de la fe y tirando a las ortigas siglos de magisterio.
¿Qué significaría y qué comportaría todo esto? Si fuese verdad, la Iglesia estaría en la vigilia de una dramática explosión. ¿Y así? ¿Querrá evitarlo, padre Bergoglio? ¿Querrá volver al camino donde un día, cómo joven (lo ha contado una vez y me conmovió), encontró los ojos de Jesús? ¿Querrá buscar su mirada y en él, encontrar a todos nosotros?