por marcoechevarria | 24 agosto, 2009
La Liturgia propone, cuando no existe la obligación de oficiar la Santa Misa bajo un determinado «formulario litúrgico», para el caso de Solemnidades, Fiestas o Memorias Obligatorias, la llamada Misa «Ad Libitum», es decir, a criterio del Sacerdote, para lo cual propone diversos formularios, algunos festivos, así como también algunos de intercesión para diversas ocasiones.
Claramente es un recurso importante para cuando se desea oficiar la Santa Misa por alguna necesidad o intención urgente y muy particular, como por ejemplo, para pedir la misericordia y la protección de Dios ante alguna catástrofe, para pedir la conversión de los no creyentes, o bien, para el sufragio por los difuntos.
Otro ejemplo es el Saludo de la Paz, entendido como el gesto de paz (que en nuestros días varía de un simple apretón de manos a sonoros besos y abrazos, junto con algunos saludos y las preguntas de rigor [Tu familia, tus niños, etc.]), el cual no es obligatorio, e incluso, es deseable que se omita en la Santa Misa con asistencia numerosa de fieles, para no provocar un quiebre en la debida preparación a la Sagrada Comunión.
Sin Embargo, el problema del recurso «Ad Libitum» tiene lugar cuando se utiliza injustificadamente y como excusa, ya sea rompiendo el esquema obligatorio del Año Litúrgico, o bien, haciendo modificaciones en diversos momentos de la Santa Misa, momentos los cuales están debidamente reglamentados en la Instrucción General del Misal Romano (en sus sucesivas ediciones desde 1970 hasta la actualidad). Bajo el argumento «Ad Libitum» se introducen en la Liturgia abusos y prácticas externas, aún cuando éstas están denunciadas y prohibidas explícitamente por Instrucciones de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos.
Es grande el problema derivado de los abusos litúrgicos, ya que atacan directamente a una dimensión fundamental de la acción litúrgica, que es su solemnidad, sobriedad y sacralidad, así como también, a su carácter universal, en comunión con la Iglesia entera.
Para ejemplificar un buen y un mal uso del recurso «Ad Libitum», proponemos los siguientes dos casos:
Caso 1: Un Sacerdote, ante una catástrofe natural, decide oficiar la Santa Misa, pidiendo la protección de Dios para con su pueblo.
Caso 2: Un Sacerdote, ante la baja asistencia de los fieles a la parroquia, obliga a un «Ayuno Eucarístico», es decir, no oficiar Misas por un período de tiempo (15 días – 1 mes, por ejemplo).
En el primer caso, vemos que existe una adecuada, legítima y válida aplicación del recurso «Ad Libitum», procurando siempre la salvación de las almas, siempre y cuando no exista una Solemnidad Mayor o fiesta obligatoria, para lo cual pueden utilizarse formas alternativas (Como por ejemplo, la «Doble Oración Colecta»).
En el segundo caso, vemos claramente que existe una utilización totalmente inadecuada del recurso «Ad Libitum», perjudicando a los fieles, y con ello, a toda la Santa Iglesia. De hecho, va en contra de la Instrucción Redemptionis Sacramentum, que lo prohíbe explícitamente:
R.S. [115.] Se reprueba el abuso de que sea suspendida de forma arbitraria la celebración de la santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover el «ayuno de la Eucaristía», contra las normas del Misal Romano y la sana tradición del Rito romano.
Como podemos observar, una utilización a menudo desmesurada y sin sentido, causa un grave daño a la feligresía, a la Iglesia entera, y generalmente al mismo Oficiante.
La gravedad de este daño dependerá del nivel de imperfección de lo realizado, o de lo que se dejó de realizar. Por ejemplo:
– Un cambio leve en la fórmula de la absolución del rito penitencial en la Santa Misa: «Dios Todopoderoso, Ten misericordia de nosotros, perdona nuestros pecados y llévanos a la Vida Eterna».
– Un cambio en las palabras de la consagración: «Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Todas las veces que ustedes hagan esto, háganlo en recuerdo mío«
Como vemos, la gravedad del segundo acto (que puede llegar a ser comparado con un Graviora Delicta, por su afán de atentar contra el Santo Sacrificio) es muchísimo mayor que el primero.
Esto nos da varios puntos donde se necesita una adecuada reforma. En primer lugar, que en los Seminarios se enseñe la Liturgia de manera ordenada y completa, en sus dos formas (rito latino-romano), adicionando las diversas prácticas de piedad, que son un verdadero tesoro litúrgico para la Iglesia. Así mismo, es importante una adecuada formación de los fieles en materia litúrgica, para que puedan vivir más perfectamente el Santo Sacrificio de la Misa. Todas estas acciones tienen el común objetivo de erradicar y remediar los abusos litúrgicos que han sido introducidos numerosamente en los años del post-concilio, a causa de una superficialización de la Fe.
Ahora bien, lo anteriormente presentado no tendrá un impacto real y permanente en la Iglesia si no existe una profundidad en la espiritualidad litúrgica de los creyentes, y más específicamente, en el verdadero Espíritu de la Liturgia (No el falso espiritu litúrgico que hoy en día busca la desacralización y la adaptación de la liturgia católica a los rituales neopaganos y las prácticas extraeclesiales).
La Lex Orandi («lo que oramos») es una manera descriptiva muy clara de la Lex Credendi («lo que creemos»). Y Bajo este prisma, podemos distinguir, a la vista de los numerosos abusos, que la liturgia de hoy en día es muy superficial (hablando en la generalidad), muy centrada en los hombres y no en Dios, y muy lejana de estar a la altura de tan gran misterio que se hace presente en ella. Ésta es, lamentablemente, una visión que está presente en no pocas parroquias alrededor del orbe entero.
Si bien, y como una especia de efecto «Rebote», se ha producido una reconducción de los fieles y las nuevas generaciones de Sacerdotes, hacia la Resacralización Litúrgica y la apreciación de la verdadera y milenaria Tradición de la Iglesia, estos esfuerzos, que son muy destacables, son escasos e insuficientes para dar la batalla contra la tendencia desacralizante que ha tomado protagonismo, no solo en el mundo, sino que también en la Iglesia, y de manos de sus fieles y del mismo clero, que en muchas ocasiones, actúan por Ignorancia.
La clave es, como versa el lema del Papa San Pío X, «Instaurare Omnia in Christo», es decir, Instaurar todas las cosas en Cristo, de manera de que toda la vida del Cristiano gire en torno a Dios. Cuando podamos lograr esto, aunque sea de manera muy rudimentaria, estaremos sentando las bases para el renacer espiritual de la Iglesia, y con ello, con una profundización en los misterios de la Fe, lo que asegurará para la Iglesia una verdadera «Primavera Eclesial», donde florecerán nuevos Santos para Dios. S.S. Benedicto XVI está poniendo en marcha este proceso, tan necesario para la Iglesia. Esperemos estar siempre dispuestos y la altura de las circunstancias, para servir a Dios en todo lugar. Ut in Omnibus Glorificetur Dei.
Instaurare Sacra!