La relajación de las costumbres en la vida religiosa.

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Un excelente análisis de la crisis en la vida religiosa, provocada por el relajo de las costumbres, introducido por una incorrecta interpretación del Concilio Vaticano II. Tomado del excelente blog «Divinas Vocaciones Religiosas«.
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Respecto a la Vida Religiosa y la Iglesia

– Falta de sentido sobrenatural respecto a la Regla y las Constituciones. Éstas no obligan, mucho menos bajo pecado. Son orientaciones para la vida, sin más. No hay reparos en saltarse números de la Regla y Constituciones. La Iglesia enseña que el religioso se santifica en la medida en que observa fielmente y encarna los principios normativos de su Instituto: vivir el Evangelio de Jesucristo según el carisma propio.
– Débil observancia o reformulación del voto de obediencia. Interpretación, según los gustos personales, de la obediencia dialogada. No se ve en el Superior a aquél que hace las veces de Cristo. Individualismo exagerado en aras a una interpretación no católica de la libertad.
– Negativa a vestir el hábito religioso o el vestido talar. Tampoco aceptan el alzacuellos. Visten según la moda del mundo, muchos según la imperante en los años 70. Las religiosas se niegan a vestir según la tradición de sus Institutos por considerarlo un símbolo de la dominación patriarcal de la Iglesia. Religiosas que visten como varones. Religiosos que visten de manera estrafalaria o como si fueran ejecutivos de empresa con chaqueta, corbata, etc.
– Alergia a darse el tratamiento clásico de Padre, Hermano, Madre, Hermana, etc. Se tutean e incluso se ponen motes. No respetan a aquellos que quieren ser tratados según su dignidad religiosa.
– Violación encubierta del voto de pobreza. Bajo la interpretación de que “la verdadera pobreza es la del corazón” no viven las formas tradicionales de pobreza religiosa: comida abundante, personal contratado para su servicio, trajes caros, buenos coches, ordenadores personales, complementos superfluos, etc. Eso sí, se llenan la boca hablando de la justicia social y el compromiso con los pobres, pero viven como burgueses.
– Descontrol en el uso de los medios de comunicación: lectura de cualquier tipo de prensa, televisión, equipos electrónicos personales, abuso del teléfono, acceso ilimitado a Internet. Horas perdidas que pasan delante del televisor y del ordenador. Hay que decir que algunos de estos medios pueden ser motivo grave y comprobado de tentación por sus contenidos y posibilidades.
– Ausencia general del silencio en las comunidades. Ni silencio mayor ni silencio relativo. Verborrea crónica en cualquier lugar y a todas horas. Comidas y cenas en las que se habla y a las que le siguen, “otra vez”, una recreación con charla. Si es norma general la recreación, para compartir con los hermanos después de las comidas, da qué pensar que a un momento de charla le siga otro. Es absurdo. La recreación comunitaria pierde todo su sentido.
– Celebraciones litúrgicas pobres, con abusos y al margen de las rúbricas del Misal Romano. Ley del mínimo esfuerzo en el culto divino. Oficio Divino en comunidad, rezado, mal y deprisa. Sin cantos, exceptuando los de índole profana, sin ceremonial ni progresión solemne. No hay Misa conventual «normalmente». Los frailes, debido a sus compromisos no pueden, y las religiosas van donde les apetezca.
– Formas extravagantes de oración, en ocasiones abiertamente de espiritualidad oriental: oración en corro con cojines en el suelo, sagrarios en el suelo, método yoga, etc.
– Apuesta por el individualismo y la independencia respecto de la comunidad y el Superior. Salen del convento o casa cuando les viene en gana, no dan cuenta de sus gastos (excepto los notables, faltaría más), faltan a los actos comunitarios sin dar satisfacción, etc.
– Confusión respecto a su identidad como religiosos/as y el ser mismo de su Orden. Pretenden que el consagrado sea como el seglar. Eso sí, sin sus obligaciones y deberes, como el tener que vérselas para sustentar una familia, pagar una hipoteca, etc.
– Muchos/as entraron siendo niños entregados por sus padres, debido a los problemas económicos. Religiosos/as que ingresaron para alcanzar cierto status social en «tiempos pasados», de los que hoy echan pestes. Ingresos por desengaños amorosos o por ocultar ciertas desviaciones. De aquellos lodos, estos fangos.
– Exigen sus espacios y tiempos de libertad personal y ocio para salir con sus amistades, frecuentar bares, teatros, cines, actividades deportivas (no para realizarlas sino para acudir a los estadios), ir a la peluquería (caso de muchas religiosas), etc.
– Obsesión por reformular constantemente la vida religiosa conforme a las novedades del momento: abandono de los conventos por pisos, primacía de las actividades externas frente a la vida fraterna común, comunidades reducidas al mínimo, religiosos/as obreras, etc.

– «Titulitis»: obsesión por conseguir títulos académicos.

– Actitud contestataria al Magisterio de la Iglesia y apoyo explícito o encubierto a teólogos disidentes o sospechosos como Pagola, Sobrino, Kung, Boff, etc. Gusto por la teología enfrentada al Magisterio oficial.
– Crítica a la figura del Romano Pontífice. Cuestionan la legitimidad de su autoridad y competencias de gobierno sobre toda la Iglesia, incluidos ellos. Relativizan las enseñanzas del Papa, cuando no hacen caso omiso de éstas. Todo lo que viene de Roma les produce sarpullidos. No aman al Papa como a un Padre, ni ven en él al Vicario de Cristo. Lo toleran o lo ignoran, cuando no lo atacan abiertamente, tildándolo de conservador, aliado del poder, etc.
– Se escudan mil y una veces en eso que ellos llaman “espíritu del Concilio Vaticano II”. Sin poner en práctica las disposiciones conciliares, van más allá de la letra del Concilio (que sólo ellos interpretan correctamente) y se escudan en dicho espíritu para innovar, recrear, actuar y pensar como les venga en gana. Interpretaron la “Perfectae Caritatis” (sobre la renovación de la vida religiosa) como quisieron.
– Creen que el Concilio Vaticano II ya está desfasado. Quieren una nueva Iglesia reformada según lo que el «Espíritu» les inspira a ellos: negación de la soberanía suprema del Papa, colegialidad como forma de gobierno, acceso de las mujeres al sacerdocio, aceptación de los protestantes a la comunión eucarística, democracia, etc.
– Relativizan los Dogmas de la Iglesia y ponen en tela de juicio la institución divina de la Iglesia. Lo único infalible son los métodos históricos- críticos que les enseñan que: Jesucristo no tenía conciencia divina, no fundó la Iglesia, no instituyó los Sacramentos, la estructura jerárquica de la Iglesia es fruto de la adopción de las formas mundanas del momento, la Virginidad de María es un mito, la veneración de los Santos una forma supersticiosa y encubierta de paganismo, etc. Todo es relativo.
– La Liturgia no es para Dios sino para los hombres. Se inventan los ritos, las fórmulas de los rituales, hacen y deshacen, según gustos personales, lo que quieren en la Santa Misa y demás oficios litúrgicos. Violan a sabiendas y con plena conciencia las normas de la Iglesia en materia litúrgica. Normas repetidas hasta la saciedad por los Papas y la Sagrada Congregación para el Culto Divino. El abuso litúrgico está a la orden del día. Lo que siguen fielmente según la “tradición” es “pasar el cepillo para la limosna”. Eso no lo infringen.
– Abandono de la confesión individual y sustitución por las absoluciones generales.
– Alergia a las formas clásicas de arte sagrado. Prefieren las imágenes abstractas, los ornamentos simplones (si es que se los ponen para oficiar), los vasos sagrados de materiales innobles, las bancas sin reclinatorio, las mesas (no les gusta llamarlos altares) de formas geométricas extravagantes, el uso de la guitarra y la música profana, etc.
– Alergia al latín litúrgico, al órgano, al canto gregoriano y la música sagrada.
– Abandono de los apostolados tradicionales y dedicación a otros que son ajenos a la tradición de sus Institutos. Todo parece tener cabida en “su retorno a las fuentes”. Obsesión por los pobres y marginados, con los que actúan prácticamente como agentes sociales. No hay predicación del Evangelio, ni enseñanza de la doctrina. Es una labor muy loable y necesaria pero ya hay otros entes en la sociedad especializados en eso. Los religiosos/as no son miembros de una ONG, ni funcionarios de un departamento de asuntos sociales.
– Inexistencia de la instrucción religiosa en sus colegios. ¿Cómo es posible que al terminar el colegio la mayor parte de sus alumnos “pasen de la religión”? Quisieron ser “modernos” para acercarse a la juventud pero la juventud no estaba por la labor. Su nueva pedagogía ha sido un absoluto fracaso. De estos colegios religiosos, ni salen vocaciones, ni cristianos comprometidos. ¿Para qué están entonces? Quizá porque son económicamente rentables… menos capillas y más canchas de baloncesto. Muchas congregaciones viven de estas fábricas de hacer dinero pero cuando no tienen personal religioso, no las suelen dejar a las asociaciones de padres o grupos interesados, no. Lo que prima es vender, que así se hace caja.
– Crítica, calumnia y difamación para los que ellos consideran “antiguos”, “conservadores”, “carcas”, “papistas”, “pre- conciliares”, etc. Los ningunean y los eximen de sus reuniones, congresos, jornadas y demás actividades, a las que son muy propensos, para intentar solucionar el mundo y los problemas de la Iglesia. Entre comilonas y dinámicas infantiles, imponen su modelo eclesial como medio para superar la crisis vocacional, que por otro lado sólo parece afectar a los que se caracterizan por estas notas que estamos señalando.
¿Qué les queda?

– Noviciados vacíos.
– Comunidades envejecidas.
– Cuentas bancarias bien dotadas.
– Innumerables bienes con los que especular.
– Ganas de seguir guerreando y desobedeciendo.
– Orgullo. Mucho orgullo propio para aceptar con humildad que se han equivocado y aprender de aquellos Institutos que con verdadero espíritu religioso perpetúan, hasta que Dios quiera, la obra que les encomendó.
Observación: No todas estas características las presentan todos los Institutos. Algunos cumplen la mayoría, otros algunas, otros casi ninguna, otros se alejan cada vez más de ellas y retornan a la observancia… Para los que creen que esto falta a la caridad: no hay caridad sin verdad. No nuestra verdad, sino la verdad de la Iglesia. Pero si no se sabe quién gobierna la Iglesia, o se suspira por otro modelo distinto de Iglesia, la casa se derrumba. Lo que hemos dicho, lo hemos visto con nuestros ojos, escuchado con nuestros oídos, leído en muchos testimonios. La verdad ofende.
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En realidad, es un análisis muy concluyente, donde vemos que el relajo de las costumbres religiosas ha provocado, mayoritariamente, el descenso de las vocaciones, ya que, bajo estas condiciones, la vida religiosa no se ve atractiva para la juventud.
¿Qué opina usted?.

In Christo +
MARCVM
Comentarios
2 comentarios en “La relajación de las costumbres en la vida religiosa.
  1. En un todo de acuerdo con Leonardo.
    Y agrego, que el Concilio Vaticano ll dejó a la Iglesia en un verdadero caos: dada su ambiguedad, se fomentaron todos los desastres que están ocurriendo.
    Recomiendo leer «¿Quien fué el padre Luigi Villa?» y «Pablo Vl beato», que aclara muchísimas cosas.

  2. Opino que este «espíritu conciliar» es una gran mentira. Es un gran golazo que se le ha hecho a la Iglesia desde su mismo interior. Por eso me encantaría que se pongan los puntos sobre las ies en cada texto del Concilio que pueda tener una interpretación ambigua. Además me gustaría ver de la jerarquía una mano más dura sobre todos estos pseudocatólicos que me parecen protestantes disfrazados de católicos.

    Nota: No me creo más católico que nadie, pues soy un miserable. Sólo pido que como a nosotros se nos recuerda que cada vez que pecamos le hacemos un daño al cuerpo místico de Cristo: la Iglesia, también a todos estos pseudocatólicos se les haga ver que sus posiciones y actitudes contrarias al Magisterio le hacen un daño tremendo a la barca de Pedro, principalmente a esas almas sencillas, que por culpa de ellos asimilan una forma falseada de cristianismo.

    Si ser progresista es confrontar la autoridad de la Iglesia y predicar un Evangelio que no le caiga mal a nadie, prefiero ser tradicionalista.

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