El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente:«Si el marido, tras haberse separado de su mujer, se une a otra mujer, es adúltero, porque hace cometer un adulterio a esta mujer; y la mujer que habita con él es adúltera, porque ha atraído a sí al marido de otra” (San Basilio, moral. regla 73).CEC 2384
Como podemos ver, se deja claramente establecido que, al ser el matrimonio un vinculo sacramental aceptado en Libertad, su rompimiento consiste en un pecado grave. Sin embargo, el pecado de agrava mucho más cuando se contrae una nueva unión (inclusive, de facto).
El divorcio adquiere también su carácter inmoral a causa del desorden que introduce en la célula familiar y en la sociedad. Este desorden entraña daños graves: para el cónyuge, que se ve abandonado; para los hijos, traumatizados por la separación de los padres, y a menudo viviendo en tensión a causa de sus padres; por su efecto contagioso, que hace de él una verdadera plaga social.CEC 2385
El artículo precedente explica el porqué el divorcio se constituye en una falta grave. Además, el siguiente número indica algunas precisiones respecto a la parte “afectada” por el divorcio:
Puede ocurrir que uno de los cónyuges sea la víctima inocente del divorcio dictado en conformidad con la ley civil; entonces no contradice el precepto moral. Existe una diferencia considerable entre el cónyuge que se ha esforzado con sinceridad por ser fiel al sacramento del Matrimonio y se ve injustamente abandonado y el que, por una falta grave de su parte, destruye un matrimonio canónicamente válido (cf. Familiaris consortio, número 84).
CEC 2386
Debemos notar que para este cónyuge “inocente” no existe una contradicción con el precepto moral, y por ende, no habría un “estado de pecado”. Sin embargo, lo anterior no es válido si este cónyuge “inocente” se vuelve a casar.
Por otro lado:
Existen situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf. Familiaris consortio, número 83 y el Código de Derecho Canónico, cánones 1151-1155).
CEC 1649
Como vemos, el Código de Derecho Canónico establece claramente que la Iglesia admite la separación física de los esposos cuando existen situaciones donde la vida matrimonial se hace imposible. Sin embargo, deja claramente establecido que, pese a los agravantes, el matrimonio sigue siendo indisoluble, lo que implica que ambos cónyuges serán marido y mujer frente a Dios, y por ende, cualquier intento de vuelta a casar es una infidelidad al vínculo sagrado, y por ende, se transforma en Adulterio.
También se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de divorcio.» Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión ilegítima, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la mujer divorciada, cometerá adulterio.Mateo 5, 31-32.-
En eso llegaron unos (fariseos que querían ponerle a prueba,) y le preguntaron: «¿Puede un marido despedir a su esposa?» Les respondió: «¿Qué les ha ordenado Moisés?»
Contestaron: «Moisés ha permitido firmar un acta de separación y después divorciarse.»
Jesús les dijo: «Moisés, al escribir esta ley, tomó en cuenta lo tercos que eran ustedes. Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer; por eso dejará el hombre a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Pues bien, lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe.»Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo, y él les dijo: «El que se separa de su esposa y se casa con otra mujer, comete adulterio contra su esposa; y si la esposa abandona a su marido para casarse con otro hombre, también ésta comete adulterio.»Marcos 10, 2-12.-
El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.Lucas 16, 18.-
Y San Pablo no hace más que reafirmar lo que dice el Señor:
A los casados, en cambio, les ordeno, y esto no es mandamiento mío, sino del Señor, que la esposa no se separe de su marido. Si se separa, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su esposo. Y que tampoco el marido abandone a su mujer.1° Corintios 7, 10-11.-
En vista de todos los anteriores argumentos, siendo los más concretos e indestructibles las citas de la Sagrada Escritura, dichas por nuestro Señor Jesucristo. Por ende, el divorciado que se vuelve a casar (o establece cualquier vínculo de infidelidad para con el matrimonio) comete adulterio. Y por ende, comete un pecado Mortal.
Pues bien: ¿Qué tiene que ver esto con la Sagrada Comunión?. Esta pregunta la resuelve el mismo catecismo:
291. ¿Qué se requiere para recibir la Sagrada Comunión?
Para recibir la Sagrada Comunión se debe estar plenamente incorporado a la Iglesia Católica y hallarse en gracia de Dios, es decir, sin conciencia de pecado mortal. Quien es consciente de haber cometido un pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.Compendio Catecismo de la Iglesia Católica Cf. CEC 1385-1389, CEC 1415
R: NO, pues está en pecado grave.
¿Acaso Mons. Zollitsch y toda la Conferencia de obispos alemanes no conocen la doctrina de la Iglesia y las (clarísimas) palabras del Señor respecto al matrimonio y el adulterio? ¿Por qué insisten en que la Iglesia autorice el adulterio como algo lícito?
Los obispos y cardenales que quieren cambiar esta doctrina con la excusa de que tales personas están en un matrimonio inválido. No parece que se den cuenta de que son ellos los responsables de la catequesis prematrimonial gracias a la cual los novios deberían llegar al altar comprendiendo lo que es un matrimonio cristiano. Si han fracasado en este deber, deberían de buscar los medios necesarios para remediar este mal y no intentar cambiar una doctrina tan importante. Recientemente el Cardenal Madariaga de Honduras, en una entrevista en un medio alemán, arremetió contra Mons, Muller, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe por ser «inflexible». Dice que la doctrina ha de mantenerse, pero hay que buscar una «solución pastoral». ¿Qué quiere su Eminencia? ¿Una pastoral desligada de una una teología solvente y de la la doctrina del Magisterio, una suerte de esquizofrenia pastoral? Hoy en día privan las entrevistas sobre los documentos serios y bien fundamentados.