NOSOTROS SACERDOTES, CÉLIBES COMO CRISTO
«Cuando pensamos que a los sacerdotes nos han hecho un convenio laboral ‘ad tempus’»
Por José Antonio García Romero
Sacerdote de Jaén
El hecho de que el Papa Francisco conceda una entrevista a Scalfari –periodista y fundador del periódico “La Repubblica” y representante del pensamiento laico italiano-, para hablar sobre el celibato en la Iglesia; el hecho de que el mismo periodista omita opiniones que el Papa ha dicho, porque no le interesa y publique otras entrecomilladas que no ha dicho, porque sí le rinde pingues beneficios; el hecho de que una vez más se levante la polémica sobre palabras dichas por el Papa Francisco y desmentidas una y otra vez por el portavoz del Vaticano, el Padre Federico Lombardi… No vayamos a creer que todo esto se queda a ese nivel superior, al que solo tiene acceso una minoría de los mortales. Son simples “estaciones de inicio”, porque si siguiéramos los pasos del tren, seguramente éste terminaría en la siguiente escena: “Un cura en una parroquia rural, en una situación tan normal como estar tomando un café con un feligrés, y que alguien llega y te dice: ¡Padre, ha oído usted lo que ha dicho el Papa, que ya os podéis casar los curas”.
No deseo repetir cosas que se han escrito y que he podido leer estos días sobre el tema. Uno de ellos, que me parece interesantísimo y que recomiendo vivamente su lectura, es la carta que le escribe a este periodista el Cardenal Walter Brandmüller, Presidente que fue durante veinte años del Pontificio Comité de Ciencias Históricas, titulado: “Nosotros sacerdotes, célibes como Cristo”.
Una de las máximas o principios sobre la comunicación que he podido aprender últimamente es que la mayoría de la gente no se acuerda de lo que le has dicho, pero sí lo que le has hecho sentir con tus palabras. Por eso, no pretendo resumir ni aclarar ningún párrafo de esa carta, pero sí de permitirme el atrevimiento de escribir sobre lo que me ha hecho sentir un par de cosas que he podido leer y que me han hecho pensar.
Lo primero es que cuando hablamos de temas relacionados con el sacerdote es pensar que todo es “a tiempo” –ad tempus-, como de un convenio laboral se tratara. Ficho a tal hora, mi tiempo para el descanso, pliego a tal hora y hasta el día siguiente, que me voy a esa otra vida sea familiar, social, de ocio o de diversión. Hay quienes piensan que los curas nos mantenemos célibes mientras realizamos la misión de predicar en las horas convenidas –homilías, catequesis, clases de religión…-, pero que después llevamos una “doble vida” y que eso de renunciar a una familia o a la vida conyugal es imposible para un hombre. Sí, piensan que lo “dejamos todo” mientras dura el viaje de anuncio del Evangelio de Cristo y que una vez terminada la tarea, los curas volvemos con nuestras familias.
Absurdo como la vida misma. También está demostrado que en la mayoría de las defecciones sacerdotales empezaron por dejar de rezar el breviario, de celebrar la misa diaria y terminaban llevando una doble vida. ¡Tan claro como la vida misma!. Es lógico que afirme que los sacerdotes que conozco, ninguno de ellos presentan al “Obispo-Gerente de Recursos humanos de la empresa”, el cartón con las horas dadas en esa semana para reclamar su sueldo. ¡Absurdo!, ¿verdad? Aun así hay quien se empeña en ver negro lo que no lo es.
Un segundo punto que no me resisto a dejar en el tintero: “Es interesante observar que la contestación al precepto del celibato surge siempre en concomitancia con señales de decadencia en la Iglesia”. Otra verdad aplastante. Ahora, cuando se van sumando seminarios vacíos, cuando hay una crisis palpable de vocaciones sacerdotales, cuando el ámbito religioso cae más que los índices de los mercados…, vamos y le echamos la culpa a que los “curas no se pueden casar”. “Que si muchos que fueron sacerdotes y que hoy están casados felizmente o no, si esto hubiese estado permitido hace unos años, hoy no estaríamos hablando de falta de sacerdotes”. ¡Claro! Y, digo yo: Cuando la Iglesia entra en una etapa de crisis, como la que estamos viviendo, en lugar de plantearnos el tema del celibato, ¿si nos planteásemos la obligación del precepto dominical, de la misa de los domingos o de otros sacramentos? Se tendría que realizar un Concilio para abolir la fiesta del domingo porque, si queremos ser escrupulosos, más fundamentado está el celibato en la Sagrada Escritura que la asistencia a misa los domingos.
Termino, no abriendo más la discusión, sino haciendo una invitación recogiendo palabras textuales de la misma carta: “La disputa actual sobre el celibato será superada por un conocimiento más profundo de lo que significa ser sacerdote”. Animo al lector a que se acerque a conocer y a estudiar lo que significa ser sacerdote, estar todo el tiempo a disposición de los demás y, como se publicó hace un tiempo, pertenecer a la profesión de los más felices del mundo.