GRITOS Y SILENCIO

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«Cuando sólo se grita con las palabras y se silencia con las obras. Es, posiblemente, nuestro ‘talón de Aquiles’ de la sociedad occidental ante los ataques de los radicales islamistas».

gritos y silencios
Lo que decimos en voz alta lo silenciamos con nuestras obras

         La administración de Obras Públicas se preocupa por la peligrosidad de una curva cuando el índice de sinestralidad es demasiado elevado y se ha avisado con antelación; se limita la circulación de vehículos y el límite de velocidad cuando la polución de una ciudad supera los índice permitidos por la Organización Mundial de la Salud y desde los servicios sanitarios se ha alertado; se eleva el nivel de seguridad cuando se produce un atentado terrorista y hay hasta cardenales españoles que lo denuncian ante las críticas de los mismos en la Iglesia… Es la ley de siempre: Acción, reacción.

         Seguimos sobrecogidos por las noticias y las imágenes grabadas por móviles de particulares sobre los atentados del mal llamado Estado Islámico en suelo francés. 129 víctimas inocentes asesinadas por terroristas sin escrúpulos, en venganza por las intervenciones militares de la comunidad internacional para evitar que se imponga la eliminación total del derecho a la libertad al que tenemos legítimamente derecho todo ser humano. Son normas que nos hemos dado los seres humanos civilizados y que algunos –unos pocos, apenas un puñado de personas sin escrúpulos- quieren eliminar para imponer su estado de terror y miedo, simplemente porque quieren su cuota de poder por encima del Dios al que dicen servir.

         Dicho esto y con la más enérgica y contundente condena sin lugar a dudas injustificadas, reflexiono sobre el error y la equivocación que los que estamos en el lado de las víctimas cometemos. Hemos también de analizar nuestra cuota de equivocación que da margen a que estos vándalos vayan sumando razones para justificar su terribles atentados. Y es que gritamos mucho, hacemos mucho ruido con las palabras. Son muchos los manifiestos y las proclamas; grandiosas todas las palabras que enarbolan a favor de la libertad y de la dignidad del ser humano; aplausos para los grandes discursos proféticos que denuncian estas banderías que ponen en peligro el estilo de vida que, dicen, nos hemos puesto para una civilización en desarrollo… Pero cuando llega la hora de las obras, del actuar, de poner en práctica las obras de misericordia, guardamos silencio, acallamos las palabras y permitimos situaciones y programas políticos que atentan contra la dignidad de la persona.

         Nunca se justificará la muerte de un inocente, ni con un segundo de vida en el seno de la madre ni con 101 años postrado en la cama de un hospital. En muchas ocasiones silenciamos con nuestras obras lo que nos gusta proclamar con las palabras. Por eso desde aquí, y con una actitud humilde y cristiana, invito y me incluyo el primero, en hacer hablar a las obras. Amar la libertad del ser humano, amar y desear la felicidad de toda persona es defenderla con las obras y no fundamentarlo tanto con las palabras. El combate de los de nuestro bando se libra desde las obras coherentes que nos definen con seres humanos.

            Que callen las armas, la guerra, las palabras…, y hablen las obras. Necesitamos una sociedad cristiana, que Europa vuelva a sus raíces cristianas. No funciona el ‘ojo por ojo y diente por diente’. Funciona el mensaje de Jesucristo testimoniado por los que nos llamamos y somos, por nuestras obras, cristianos.

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