OBRAR MILAGROS DESDE LA DISTANCIA
«No creo que fuera una práctica habitual en Cristo, curar desde la distancia, pero al menos en una ocasión así lo hizo a petición de un funcionario real que le pidió que bajara con él a su pueblo para curar a su hijo».
Ya ha saltado la noticia sobre la proclamación del “Año de la Misericordia” que el papa ha anunciado recientemente a todos los rotativos del mundo. Ya han puesto la marca a este pontificado (“El Papa de la misericordia”). Es verdad que hemos tardado un poco, pero por fin ya tenemos “marca” para Francisco. Un Año que va desde Diciembre de este año a Noviembre del siguiente. A medida que vaya pasando el tiempo y se vaya acercando la fecha, se irán conociendo más detalles sobre los objetivos de este Año Santo propuesto por el Papa.
Pero mi primera impresión –que no sé si será la acertada, ya que no pretendo ser más papista que el Papa- sobre la convocatoria de este Año es que la Iglesia quiere seguir siendo la que obre milagros en todo el mundo sin importarle las distancias, porque como decía San Agustín, refiriéndose a las palabras del Evangelio y, por tanto, a palabras de Cristo, que lo que sale del corazón –únicamente el amor y la misericordia-, traspasa todas las fronteras que el hombre quiera construir.
Por estas fechas ya próxima la Semana Santa, con el mismo espíritu que en Navidad, muchos agentes de pastoral en la Iglesia se ponen manos a la obra para “curar”, aliviar y dar vida allende fronteras, allende donde una persona sufre sin que sea un obstáculo el no poder estar allí físicamente presente. Esto se parece a los Donantes de Sangre, que acuden hasta el Centro de Salud para dar sangre y no preguntan a quién beneficiará tal donación. Saben que nunca se tirará a la basura y que siempre se le dará a quien más lo necesite.
Esto es lo que hace la gente de Iglesia. Sabemos que siempre hay una persona que en nombre de la Iglesia aplica directamente lo que ha sido donado en las antípodas de esa necesidad. Que en un barrio de un pueblo perdido de la geografía del sur acuden a un comedor social para recoger su plato de comida repartido por voluntarios, es porque en no se sabe dónde alguien ha dado un kilo de alimentos para tal fin. Que un equipo de Cáritas hace el reparto de alimentos entre los preferentes más paupérrimos de su entorno, es porque unos costaleros han recorrido muchas calles aguantando el peso tremendo de la solidaridad y la generosidad. Que en un poblado de África se comienza a construir una escuela para doscientos niños y creación de puestos de trabajo para cientos de personas, y todo comenzó con una cena del hambre en la casa de una cofradía, en la parroquia de un pueblo pequeño.
Esto es hacer milagros desde la distancia. Esto es romper y tirar muros y fronteras gracias a nuestra misericordia. Esto es lo que el Papa quiere –o, mejor dicho, “querrá” porque es simplemente una opinión personal-, con la proclamación del Año de la Misericordia: Arreglar este mundo desde la distancia, sabiendo que nuestra generosidad llega a quien está a pie de calle, a pie de donde está la necesidad.
¡Qué gran esperanza la que vivimos los cristianos y los hombres y mujeres de buena voluntad!