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CUANDO EL ADVERSARIO ES INOPORTUNO

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«En alguna ocasión hemos dicho aquellos de cuando las ofensas se cometieran en una mezquita, si son capaces de desnudarse delante de los islámicos…»

Adversario inoportuno
No se puede utilizar el odio contra nadie ni contra todos

                  La alcaldesa de Barcelona, cuyo nombre creo es Colau, -o algo así-, cuya hoja de ruta al frente del Ayuntamiento parece ser la de reavivar el odio y volver a reescribir la historia de un pasado ya muy lejano, donde las nuevas generaciones confunden a los lejanos contendientes con figuras mediáticas de su equipo de futbol favorito, ha pinchado en hueso y se le ha doblado la mano. Ha tenido que agarrar el micrófono y, ahora sí, dar explicaciones, porque el adversario no es el que ella esperaba.

         Me explico y doy motivo de mi asombro. Según los medios de comunicación, esta señora alcaldesa de extrema izquierda, antisistema…, todas las semanas tiene que salir a la palestra, porque ya no se puede decir “a la plaza de toros”, que la tiene vetada, a lidiar con algún toro. Unas veces con los empresarios…, y se oyen y se leen las críticas que no hacen mella en la imagen política de esta alcaldesa; a los pocos días sonríe –más bien con carcajadas, de esas que se le ven hasta la campanilla-, cuando escucha el padrenuestro blasfemo de una de sus correligionarias. Al día siguiente se nos unen algunos colectivos para apoyarnos –a la Iglesia Católica ofendida- en sus rotativas y Colau ni se inmuta.

         A las pocas semanas, no mide bien la espada y arremete contra los militares. Les dice que no son bienvenidos al Salón de “su” Enseñanza delante de los medios de comunicación. Eso sí, sin olvidar su media sonrisa, por no decir falsa e hipócrita. Pero, a las pocas horas, tiene que agarrar un micrófono de su prensa afín para justificar su desmedido ataque a esta institución. “Es que…; lo que quería decir…; no ha habido intención de…”

         Ahora sí. Cuando se trata de la Iglesia Católica, que se aguanten, que para eso tienen un código de la otra mejilla. Gracias a que Colau sabe muy bien que tenemos mejillas para rato.

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