Nuevos Sacerdotes en Madrid. La Generación de don Pablo Domínguez

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«Crecer sucede en un latido…un día estás en pañales, y al día siguiente te vas, pero los recuerdos de la niñez permanecen contigo todo el camino…recuerdo un lugar, un suburbio, una casa, una casa como muchas casas, un patio como muchos otros patios, y una calle como muchas otras calles…pero lo curioso es que, después de todos estos años, aún lo recuerdo, maravillado«.

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Don Carlos Osoro, durante las Ordenaciones Sacerdotales de 2015
Esta frase de la serie «Aquellos Maravillosos Años», que aparentemente no tiene mucho que ver con las Ordenaciones Sacerdotales, resume a la perfección el torente de recuerdos que recorre mi cabeza en las últimas 48 horas. Se han ordenado catorce nuevos sacerdotes en Madrid, el sábado pasado. He asistido, a lo largo de estos años, a numerosas Ordenaciones. Pero en esta ocasión ha sido verdaderamente especial para mi, pues entre estos nuevos presbíteros no sólo se encuentran grandes amigos míos. Todos han sido compañeros de clase o, al menos, de la de la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Como digo, aparentemente, la frase con la que comienzo este artículo, no tiene que ver con lo que son las Ordenaciones Sacerdotales. O quizá sí, pues ¿Qué son los años del Seminario sino un crecimiento? Uno entra allí siendo apenas un niño y, si Dios quiere, sale transformado en Sacerdote de Dios. Son siete años en los que uno pasa de ser un mozalbete a hacerse un hombre de Dios. Yo no me ordené, pues el Señor me llevó por otros caminos y hoy soy franciscano seglar. Pertenezco a la Orden Franciscana Seglar. Tampoco estuve en el Seminario de Madrid, sino en el de Getafe. Pero, cuando echo la mirada atrás, como decía Kevin Arnold en esa frase que inicia el artículo, recuerdo una casa (el Seminario, San Dámaso…), un patio, una calle (San Buenaventura, en Madrid) y recuerdo maravillado los años que compartí con los nuevos Sacerdotes en San Dámaso, la Misa de los martes, acompañada por la Adoración al Santísimo. También cuando iba a la parroquia donde estaba de pastoral alguno de mis amigos seminaristas o, simplemente, cuando quedaba con ellos para tomar algo y conversar. Cuando recuerdo estas y otras cosas, como Kevin Arnold, me maravillo. Son amigos. Mi padre decía que «Quién tiene un amigo sacerdote, tiene dos veces un amigo«. Por eso creo que puedo sentirme orgulloso de tener grandes amigos. Recuerdo sobre todo el principio de mi amistad con Juanjo, a quién conocí en verano de 2007, un año antes de entrar al Seminario, y con quien compartí inquietudes vocacionales y nuestro cariño a San Francisco de Asís. Espero que no se me enfaden los demás si digo que Juanjo es, de los nuevos presbíteros, mi amigo más apreciado. Al fin y al cabo, a todos les tengo por buenos amigos y, recordando la frase de mi padre, todos y cada uno son dos veces un amigo. Recuerdo nuestro primer día de clase en San Dámaso. Nuestra primera clase fue con don Pablo Domínguez. Nos dio Lógica, fuimos la última generación de san Dámaso que tuvo esa asignatura con él. En clase estabamos gente de varios seminarios, congregaciones y también laicos de diferentes movimientos e institutos. Palencia (por cierto, en diciembre se ordenó allí un buen amigo, Abel), Getafe, Alcalá de Henares (se ordenaron el año pasado, Jaime y Samuel, muy apreciados también) y Madrid. Enseguida hice buenas migas con todos, pero especialmente con los de Madrid. Recuerdo también con cariño a Andrés y Juan, que por diferentes razones aún no se han ordenado. También a Arturo y Jorge, a quienes alguna visité en la parroquia donde estaban de pastoral. He titulado este artículo «la generación de don Pablo Domínguez». Fuimos, posiblemente, los últimos en examinarnos con él, antes de que se fuera a los ejercicios espirituales en Tarazona, aquel mes de febrero de 2009. Nunca se me olvidarán las clases con aquel gran Sacerdote. De la asignatura en sí recuerdo más o menos algo. Pero nunca se me olvidará la sonrisa y bondad que emanaba don Pablo Domínguez. Tampoco se me olvidará nunca lo vivido aquel 16 de febrero de 2009. Los seminaristas de Getafe habíamos estado en Roma ese fin de semana. Cuando llegamos a Madrid encendí el móvil y tenía varias llamadas perdidas de Juanjo. Pensaba que llamaba porque, quizá, le había extrañado que los de Getafe no fuéramos a clase ese día. Pero pronto comencé a ver cosas en el avión que me indicaron que algo estaba pasando. Recuerdo al por entonces rector del Seminario de Getafe, don Rafael Zornoza, con la cabeza tumbada en el asiento delantero, un compañero vino y me dijo que había muerto un profesor nuestro. Era don Pablo. Recuerdo el día siguiente, en el Seminario de Madrid, sobre todo el olor a rosas que desprendía su casulla, puesta sobre el ataud. Estoy convencido de que don Pablo Domínguez fue un verdadero santo. Por ese motivo considero que mis compañeros de clase en San Dámaso, los que se han ordenado sacerdotes y los que quedan por ordenarse, son la generación de Don Pablo Domínguez. Son los Sacerdotes de Don Pablo. Tiempo después dejé el Seminario de Getafe, pues veía que no tenía vocación sacerdotal. Sin embargo, seguí yendo un par de cursos más a San Dámaso. También a Eucaristía y la Adoración al Santísimo de los martes en el Seminario. Personalmente, el periodo entre marzo de 2009 y junio de 2012 fue duro, pues por razones que no vienen al caso, tuve una depresión bastante fuerte, de la que salí fortalecido. De nuevo me gustaría citar una frase relacionada con la serie «Aquellos Maravillosos Años», concretamente de su canción de cabecera: «(¿Te preocupa estar solo?) ¿Cómo me siento al final del día?, (¿Te sientes triste porque estás solo?) No, me las voy a arreglar con un poco de ayuda de mis amigos…Mm…, llego realmente a lo mas alto con un poco de ayuda de mis amigos…Mm…, voy a intentarlo con un poco de ayuda de mis amigos«. Durante aquellos tres años y tres meses nunca me sentí solo, y fue en gran parte gracias a estos queridos amigos que se han ordenado Sacerdotes en Madrid. Si me veían flaquear en algún momento, siempre me tendían una mano amiga. Siempre dispuestos a escucharme cuando necesitaba hablar con alguien. Me encantaba sentarme durante la Adoración junto a ellos, para cantar. Esos eran de mis momentos más felices en aquellos años. En septiembre de 2009 comencé mi discernimiento para ser franciscano seglar, y me ayudaron mucho con su cariño y oración. Sobre todo recuerdo el día de mi profesión como nuevo miembro de la Orden Franciscana Seglar, en 2012. Profesábamos un chico llamado Juan y yo. Juan por entonces era seminarista. Recuerdo con gran cariño cuando terminó la Eucaristía y allí estaban ellos, cantando y acompañándonos en aquel momento tan feliz. Les estoy eternamente agradecido por todo lo que me ayudaron en aquellos años, que fueron dificiles para mi. Sobre todo muy agradecido por su amistad. La amistad es, para mi, de las cosas más importantes que hay en la vida. Sobre todo cuando son amigos que Dios ha puesto en tu camino. Ahora ya son Sacerdotes de Dios, y mi alma rebosa felicidad. Decía ayer Juanjo, en su Primera Misa, que necesitaba la oración y el apoyo de todos para poder ser buen Sacerdote. Con mi oración y apoyo, desde luego, cuenta desde el primer momento. Pero no solo Juanjo. También Álvaro, Ángel, Antonio, David, Guillermo, Israel, Jesús, Lucas, Mark, Pablo, Pedro, Rafa y Sergio cuentan con mi oración y apoyo. También Juan y Andrés, que pronto se ordenarán, Dios mediante. También los de Getafe y los demás Sacerdotes con los que compartí horas de clase y nuestros años en San Dámaso. De ellos solo espero aquello que tanto impresionó a Juanjo, ayer lo recordaba: «Sacerdote de Cristo: celebra tu Misa como si fuera la primera; como si fuera la única; como si fuera la última«. Todo ha sucedido como en un latido. Parece que fue ayer cuando comencé a hablar con Juanjo. Parece que fue ayer aquel primer día de clase en San Dámaso, con don Pablo Domínguez. Han pasado casi seis años de aquello y todo ha transcurrido como en un latido, en un suspiro. Pero la historia no ha acabado, sino que acaba de comenzar para todos. Para quienes os habéis ordenado sacerdotes en Madrid. También para los demás compañeros de San Dámaso que sois o seréis sacerdotes. También para este franciscano seglar que escribe. Todo acaba de comenzar y, como nos enseñaba don Pablo Domínguez, hemos de llevar la alegría de ser cristianos al mundo entero. Cada uno según el carisma y servicio al que Dios le ha llamado. Todo ha sucedido como en un suspiro, pero todo acaba de comenzar. Como diría San Francisco de Asís: comencemos, hermanos. Si, comencemos a ganar almas para el Reino de Dios. Seamos luz y esperanza para la humanidad. Rezo por vosotros, amigos neopresbíteros, para que así sea. Que el Señor os bendiga y os guarde, os conceda la paz y os haga santos. Mientras tanto, sigo maravillandome. Recuerdo una Facultad, los seminarios de Madrid y Getafe, la casa de los seminaristas de Palencia en Madrid, un patio, unas aulas, una capilla, recuerdo personas que hoy son amigos y hermanos míos, recuerdo conversaciones… y me sigo maravillando.

Comentarios
0 comentarios en “Nuevos Sacerdotes en Madrid. La Generación de don Pablo Domínguez
  1. no conocí a este cura, Pablo Dominguez Prieto QEPD+
    vi su película, hasta la cima, de la cima al cielo… en la web.
    después hice un blog donde puse todas las imagenes que encontré de él, y su video sobre la verdad, que escuché y transcribí, con harta dificultad, gracias a google porque tenía demasiados términos matemáticos que desconozco. Para enviárselo a mi ex que es ateo y que igual lo encontró interesante. Nunca había escuchado algo tan verdadero, al blog le puse «descansar en la verdad». Después lo eliminé porque estaba sin «derechos de autor». Pero se me quedó este cura que nunca conocí, como alma compañera. A él ahora puedo llorar y saber, que no estoy sola. Y aunque me carga la iglesia de derecha, con el Papa Juan Pablo II, por una foto en que sale él rozando los dedos del Papa. Es la imagen que me regaló desde el cielo donde está. Entonces no sabía cosas del opus dei, que si no tal vez ni la película habría visto. Creo que fue un cura precioso, demasiado bueno para este mundo. Ya no creo en la iglesia en la tierra ni en la de mi país, pero este blog me hizo llorar, y recordar cuando (casi) cada cura que veía me inspiraba respeto y gratitud. Los tiempos cambian, pero las almas no se cansan de buscar. Aunque ya esté lejos de las devociones de antes, este blog, el recuerdo de este cura que me acompaña aunque nunca conocí, me hizo llorar. Ojalá estos nuevos curas traten de ser buenos hombres, solo eso. Solo eso, ya sería algo muy lindo. Y si no tienen vocación, si un día se encuentran con esa terrible verdad en su vida, lo asuman con cariño, y sepan que su verdad sembrará más bien en este mundo que todas sus misas y rosarios. Curas como Pablo Dominguez Prieto hacen querer seguir sus huellas, y a veces eso se confunde con vocación.

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