San Buenaventura añade algunos detalles sobre esta noche cuando relata que «Son convocados los hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita, esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne…. El varón de Dios estaba lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne en la que Francisco levita de Cristo, canta el santo Evangelio. Predica después al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama Niño de Bethlehem«. Aquella prédica de San Francisco debió ser, sin duda, inolvidable. Los testimonios de Celano y San Buenaventura, se basan, como hemos visto, en el testimonio de Juan de Greccio, quien «por su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el pesebre a un niño extraordinariamente hermoso al que, estrechando entre sus brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño. Esta visión de Juan de Greccio es digna de crédito por la santidad del testigo y también porque «El ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar a otras clases de pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración», algo sobre lo que hablaré brevemente al final del artículo. De momento sólo un inciso. Hoy para el mundo, para los paganos, parece que esta noche quien viene es un tipo barbudo y gordo al que llaman Papá Noel. No les hagáis caso, escuchad el despertador que San Francisco ha programado para hoy, tanto en Greccio como en nuestras vidas. Quién realmente viene es Jesucristo, viene el Niño Dios, debemos acogerle en nuestra alma. Sería trágico para un cristiano que diésemos entrada en nuestras vidas a un símbolo pagano mientras dejamos de lado al Niño Jesús, quien realmente nos puede salvar. Papá Noel no salva, Jesucristo sí ¿Con quién te quedas? ¡DESPIERTA! Lo ocurrido en el Greccio de 1223 también nos muestra otra bella y gran enseñanza. La Encarnación no sólo aconteció en el Belén de hace dos mil años. Se produce día tras día en todo lugar donde un sacerdote celebra la Eucaristía y/o donde hay un Sagrario con el Señor dentro. Sin embargo en aquella noche inolvidable se estaba produciendo, probablemente, lo que más llenaba de gozo a Francisco de Asís. Sobre el mismo pesebre se celebraba el sacrificio eucarístico. Al Poverello, tanto la Eucaristía como la Encarnación le recordaban la elección hecha por un Dios que se humilla para salvar al hombre. El propio Francisco decía «Ved que
diariamente se humilla, como cuando desde el trono real vino al seno de la Virgen; diariamente él mismo viene a nosotros, en humilde apariencia; diariamente desciende desde el seno del Padre al altar en manos del Sacerdote«. Por otra parte, tal cómo decía El Principito, lo esencial es invisible a los ojos, sólo puede verse con el corazón. Es razonable pensar que si Juan de Greccio era, como se decía de él, un varón lleno de Dios, el Señor le regalase esa visión que, por otra parte, quizá estaba realmente produciéndose. Por otra parte, recordemos que el propio San Francisco tuvo al principio de su conversión un sueño que le produjo lágrimas de dolor y tristeza pues «El Amor no es amado«. Había tenido un sueño en el que veía una iglesia llena de fieles rezando a Dios pero ninguno de ellos le amaba realmente, le pedían egoistamente a Dios pero no le amaban de verdad. Por otra parte, si hubo un santo que realmente supo nacer de nuevo, supo ver a Jesús con la sencillez de los niños, ese fue San Francisco de Asís ¿Cómo no iba a venir de nuevo, entre sus brazos? Sólo quien tiene la humildad y la mirada limpia y pura de un niño puede comprender la realidad de un hecho así. Quizá en nuestro tiempo, con el materialismo imperante, no nos damos cuenta de lo que realmente significa la Navidad. Para San Francisco, Santa Clara y sus coetáneos tenía un profundo sentido cristiano, eran verdaderamente conscientes de que en aquella noche todo el protagonismo debía ser para aquel niño, Jesús de Nazareth, que nació en Belén. Ellos veían, de forma clara y meridiana, la trascendencia de aquel acontecimiento donde todo un Dios, el Creador de cielo y tierra, el Rey del Universo, aquel que es el principio y fin de todo lo que existe… aparecía ante los hombres con su propia humanidad, se rebajaba a nuestra imperfección y compartía con nosotros todo lo que a nuestra humanidad concierne, exceptuando el pecado. Aquel Niño que lloraba, reía, jugaba, tenía frío, sentía calor… ese Niño que años después daría la vida para salvarnos. San Francisco de Asís quedaba transfigurado cuando meditaba, en la soledad de la cueva o en una iglesia, sobre lo que significaba la Encarnación del Hijo de Dios. Según Giovanni Miccoli, quien ha estudiado los escritos de Francisco «La Encarnación encuentra su cumplimiento en la Pascua: En la cena, con el ofrecimiento del pan y el vino -que se perpetúan en forma de sacramento, hasta el final de los tiempos-, en la pasión y muerte, con la total sumisión del Hijo a la voluntad del Padre«. Si, eso lo comprendía muy bien un Francisco que años después se iba a configurar plenamente a Jesucristo al recibir, en el Alvernia, las Huellas de la Pasión, aquellas llagas de dolorosa bendición que le vinieron hacía el final de su vida, momento en el que comprendió que «La cruz desvela el sentido profundo de la Encarnación«, como decía el propio Miccoli. Pero para la Pasión faltaba aún mucho en aquel Belén de hace dos mil años, dejemos al Niño Jesús dormir tranquilo en manos de su bendita Madre mientras tanto. Para San Francisco aunque el Señor realizó la Salvación en otras solemnidades (Semana Santa y Pascua), esta en realidad comenzó con su Nacimiento. Hablemos, por ello, de la luz, contaba Tomás de Celano que «hombres y mujeres de la comarca, rebosando de gozo, prepararon, según sus posibilidades, cirios y teas para iluminar aquella noche que, con su estrella centelleante, ilumina todos los días y años«. Según cuenta Fray Hipólito Barriguín, en aquella época era costumbre reforzar la iluminación de los templos durante la noche de Navidad para presentar de forma fulgurante aquel acontecimiento. Menciona este fraile el Liber usuum Ecclesiae Cusentinae, escrito por Luca de Casamari (Arzobispo de Consenza) quien reseña la iluminación, en aquella catedral, del altar de San Juan Bautista, donde se celebraba la «Misa del Gallo». Para ello se añadían candelabros de hierro, antorchas y se encendían velas en las ventanas mostrando la alegría luminosa que envolvió en la noche de Belén a los pastores.
Sigamos pues, queridos hermanos, el ejemplo de San Francisco de Asís y dejemos que en esta bendita y mágica noche Jesús nazca de nuevo en nuestros corazones, que él transforme nuestras vidas llenándonos de paz, de sencillez, de humildad y nos santifique. Recordemos las palabras de Benedicto XVI, quien decía que «La Pascua había concentrado la atención sobre el poder de Dios que vence la muerte, inaugura una nueva vida y enseña a esperar en el mundo futuro. Con San Francisco y su belén se ponían de relieve el amor inerme de Dios, su humildad y su benignidad, que en la Encarnación del Verbo se manifiesta a los hombres para enseñar un modo nuevo de vivir y de amar«. En definitiva, San Francisco nos enseñó el amor a la humanidad de Cristo y la certeza de que Él nos sale al encuentro como un niño recién nacido. Salgamos al encuentro de Jesucristo en esta bendita noche. Debemos arroparlo con el calor de nuestra alma, dejarle entrar en ella para que nos colme de bendiciones y nos ayude a poner toda nuestra vida en sus manos. Jesús, aquel Niño que nació hace dos mil años en Belén, Hijo de Dios, nacido en el seno de la Virgen María e hijo adoptivo de San José es, y debemos ser conscientes de ello, el Amigo que nunca falla. Os deseo que paséis una santa nochebuena y una muy feliz Navidad de nuestro Señor. Termino con la Bendición de San Francisco: El Señor os bendiga y os guarde; ilumine su rostro sobre vosotros y tenga misericordia de vosotros.Vuelva a vosotros su rostro y os conceda la paz.El Señor os bendiga, hermanos míos, PAX ET BONUM Fuentes documentales: http://www.franciscanos.es/index.php/ofm-santiago/san-francisco/44-vida-y-carisma/308-francisco-de-asis-y-el-belen-de-greccio http://www.franciscanos.org/enciclopedia/navidad1223.html http://www.fratefrancesco.org/esp/navid.htm http://paradagamez.blogspot.com.es/2011_12_01_archive.html http://agolpesdecincel.blogspot.com.es/2010/12/san-francisco-de-asis-y-la-tradicion-de.html
El Niño Jesús fue acunado por San Francisco de Asís (Greccio 1223)

| 24 diciembre, 2014
Igualmente!
Que el Señor te bendiga!
Feliz Navidad !