Por ahora nadie se podrá quejar de que estoy cumpliendo mi palabra…aquí va la 4 meditación.
La maldición de la Higuera
En ese lunes en la que Jesús ha expulsado a los mercaderes del templo ha sucedido otro hecho que a los apóstoles les ha llamado profundamente la atención. El lunes vuelve Jesús a la Ciudad Santa y en el camino de Betania a Jerusalén Jesús siente hambre. Gracias Jesús por ser tan hombre, por tener sueño cuando estás cansado, por llorar cuando tus amigos sufren; por tener unos padres como hemos tenido nosotros, por jugar con tus amigos cuando eras niño. Gracias Jesús por ser Dios y por ser hombre. Volviendo a la escena que nos hemos desviado del tema, Jesús se da cuenta que en el camino hay una higuera que está embellecida por un espeso follaje y eso es lo que le llama la atención a Jesús. Se acerca Jesús con la esperanza de poder coger alguno de sus esplendidos frutos y cuando aparta las hojas de las ramas no encuentra nada en la planta. Es verdad que no era época de higos ya que en Jerusalén los primeros frutos aparecen a finales de marzo y comienzos de abril, aunque maduros están en agosto, pero las hojas de ese árbol engañaban a cualquiera. Vamos a pararnos un momento en ver quién esa higuera y no podemos salirnos del contexto en el que nos encontramos los días previos a la Pasión del Señor. Es decir, Jesús durante tres años ha estado peregrinando por su tierra predicando la Buena Nueva y después de tres años donde a su Palabra le han acompañado unos signos más que palpables que, como mínimo, deberían cuestionar a los suyos lo que han visto y oído, Jesús sabe que lo que se encuentra es envidia, indiferencia y odio. Y es que Jesús a su Pueblo les había dado mucho: vino a los suyos pero los suyos no le recibieron. Más que a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser Hijos de Dios pero a los que no le recibieron no quiero ni imaginarme lo que ha podido ser de ellos aunque hay una imagen que siempre me ha conmovido mucho por la dureza del hecho. En la primera aparición de la Virgen a los pastores de Fátima, unos niños que no superan los 12 años, la Señora les dice queréis ofreceros a Dios para sorportar todos los sufrimientos que El quisiera enviaros. Y los niños con gran inocencia empiezan a hacer unas penitencias tan generosas que la Señora tiene que pararlas. Señor, me gustaría tener estos días ese espíritu de reparación que tuvieron esos niños. Volviendo a la escena que estamos meditando nos preguntamos, ¿Qué frutos esperaba Jesús de la higuera?, para eso debemos acordarnos que el mismo Jesús nos dijo en una ocasión: todo árbol bueno da frutos buenos, mientras que el árbol malo da frutos malos. No puede un árbol bueno dar frutos malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. Por sus frutos los reconoceréis. Por consiguiente el árbol bueno debe dar frutos buenos y el primero de ellos es una vida en Gracia. Si el sarmiento no está unido a la vid no pude dar fruto. Es decir lo que Dios busca cuando va a la Higuera es, que cuando es tiempo y cuando no, haya fruto. Es decir que viva en Gracia, que viva junto a Jesús. En el plano de nuestra existencia a lo que se refiere es que tanto cuando vamos al templo como cuando estamos en nuestra casa, en nuestro trabajo tenemos que vivir como Hijos de Dios. Por consiguiente que el pecado viva fuera de los muros de nuestra ciudad amurallada, que la maldad no viva en nuestra casa. Sería una incongruencia que alguno dijera yo acudo a Misa los domingos pero en mi casa o en mi trabajo hago lo que me da la gana. Dios quiere morar en tu casa en todo momento y en toda circunstancia no sólo los domingos por la mañana. Otro gran fruto que espera Dios de la Higuera es su vida de oración; y es que nadie se imagina un cristiano que no rece porque nadie comprende a una persona que se declare seguidor de Jesucristo y no quiera conocerlo ni tratarlo y rezar no es más que eso conocer y tratar a Jesús. Hay más frutos pero uno del que no me quería olvidar y es que los cristianos tenemos que tener un amor filial y delicado con la Virgen María que es la madre de Jesús pero también es la nuestra y ¿Qué hijo no ama a una madre?, no se entendería que uno se denominara cristiano y no quisiera a la Virgen. De hecho no hay pueblo que no tenga por devoción a la Virgen Santísima su madre y la nuestra.