Tengo un amigo que no se quiere convertir por mucho que le insista. Su mujer, de vez en cuando me llama, y me dice…no le dejes…tu sigue…, espero que alguna vez se convierta pero el ateo recalcitrante o mejor dicho el ateo cabezón sólo tiene una solución: cariño y a veces…mucho.
Hace años nos fuimos un grupo de la universidad a hacer un viaje de estudios a una ciudad de Europa y cuando llego el domingo anuncie a mis amigos que iba a ir a Misa. Todos, menos uno, mi mejor amigo, dijeron que ellos también irían.
Me quede muy preocupado pero decidí hablar con él esa misma tarde. La conversación fue muy tensa y me dijo que no pensaba cambiar que no pensaba ir a Misa más porque no veía su sentido. Esa misma noche otro amigo que sabía de mi preocupación me dijo: tratalé con más cariño…no lo desprecies ahora.
El día siguiente teníamos que visitar un museo de esa ciudad pero ya estaba harto de ver cosas y dije que me quedaba en el hotel….los demás les pareció bien mi idea y se sumaron a mi plan pero él dijo que quería ir. En un primer momento pensé: este se va ir sólo por cabezón pero luego…te acompaño. Nos fuimos los dos solos
La visita fue un rollo y estuve no muy hablador pero…al domingo siguiente, ya en España, recibí una llamada de teléfono a primera hora de la mañana: a que hora vas a ir hoy a Misa…quiero ir contigo…era mi amigo del museo.
Ante el ateo recalcitrante…cariño.

| 26 febrero, 2013