Hoy en día estamos asistiendo a una fenomenal campaña de degradación de la vida humana, llevada a cabo en nombre de un supuesto progreso cultural e ideológico, basado en la promoción de iniciativas jurídicas que tienen como finalidad última producir una auténtica mutación política y axiológica de la sociedad que deje de lado y abandone para siempre la tradición humanística y cristiana que caracterizó el desarrollo de la historia humana en la mayoría de los países del planeta. Paradójicamente, este supuesto progreso cultural está profundamente vinculado a un proceso social y económico que bien se puede caracterizar de impresionante concentración de la riqueza (2% de la población adulta del mundo tiene en sus manos el 52% de la riqueza producida en el mundo, según datos oficiales de Naciones Unidas) que ha llevado a una no menos impresionante pauperización de la población mundial (57% de las personas en el mundo perciben 1 ó 2 dólares por día, también datos oficiales de Naciones Unidas). ¿Cuál es el vínculo entre ambos acontecimientos –concentración económica y mutación política-axiológica? El ultraminoritario poder financiero transnacional, de origen angloamericano, que desde mediados de los años ’60 ha diseñado, planificado y ejecutado en paralelo ambos procesos: para concentrar “en paz” la riqueza, se ve obligada a impedir el crecimiento demográfico en todo el mundo, a través de una política “progresista con rostro humano”, política aplicada desde los organismos internacionales y por gobiernos en general de raíz social-demócrata. Esta dependencia ideológica y financiera es lo que explica que desde hace 50 años ese progresismo cultural promueva frenéticamente “ahora” una desorbitada mentalidad anticonceptiva (fruto de un visceral odio a los niños como “causantes de la pobreza familiar”) e institucionalice la pena de muerte contra los niños por nacer, inocentes e indefensos, mientras que al mismo tiempo remite a un “futuro remoto” la promoción y ejecución de una auténtica Justicia Social, que mitigue y ponga fin a la miseria, a la pobreza extrema y al hambre que afecta a la mayor parte de las poblaciones. En otras palabras: la supuesta “civilización” contemporánea diseñada por la ultraminoritaria plutocracia financiera internacional que se ha adueñado del mundo y de sus riquezas con la ejecución de políticas de signo liberal financia y sostiene al mismo tiempo la eliminación de la población con políticas de izquierda, las cuales aniquilan la vida humana naciente y reivindican sólo oralmente la Justicia Social. En este sentido, hoy el Derecho a la Vida Humana no es el valor absoluto y primordial que debe ser defendido y amparado oficialmente, sino que es un derecho sistemáticamente violentado y violado a través de eufemismos: entre otras cosas, se denomina salud y derechos reproductivos a lo que en esencia es anticoncepción y antinatalidad; se denomina muerte digna a lo que en esencia es eliminación impiadosa de toda vida “improductiva”; se denomina derecho a controlar la propia fertilidad a lo que en esencia es asesinato del propio hijo. De la misma manera, la auténtica Justicia Social que promueve los derechos de los que trabajan y de los humildes es diluida y rebajada a meras reivindicaciones ideológicas, sustentadas en un formidable individualismo y sectarismo burgués: se denomina identidad de género a lo que en realidad es comportamiento sexual heterodoxo; se denomina inclusión social a lo que en esencia es limosna clientelar; se denomina progreso democrático a lo que en esencia es promoción de reivindicaciones sectoriales disolventes de la comunidad socio-política; se denomina progreso cultural a lo que en realidad es relativismo moral anárquico y salvaje, en el que se impone el “derecho” del más fuerte. Así, la concentración política-económica a favor del poder financiero internacional está “necesariamente” acompañada por el relativismo ideológico-moral y la fragmentación social, para que ese proceso de concentración pueda ser llevado a cabo “en paz”. Ante este panorama, ¿cuál es la respuesta que este momento presente debemos dar quienes nos proclamamos discípulos de Jesús y seguidores del Señor y Dador de la vida? Por un lado, oponer una inteligente, planificada y permanente resistencia doctrinal, ideológica, científica, espiritual y moral contra este ataque sistemático e integral contra los pueblos y las naciones del mundo, en especial en defensa de los seres humanos más desprotegidos y desamparados. Por otro lado, como lo ha enseñado san Juan Pablo II, es fundamental llevar a cabo una “efectiva, real y responsable participación activa” en la vida política nacional, ejerciendo una verdadera presencia en defensa de la vida, la justicia social y el bien común (Christifidelis laici, n. 42).
ATAQUES CONTRA LA VIDA HUMANA y COMPROMISO POLÍTICO

| 14 octubre, 2014