Nos embarcamos en Barajas en un vuelo a Tel Aviv, después de una odisea de seguridad, interrogatorio sobre nuestras intenciones y antecedentes incluido. Llegando a nuestro destino los pasajeros del avión comienzan a mesar sus barbas, sacan sus sombreros y kipás y se visten como judíos ortodoxos. Llegamos a Tierra Santa. Al aterrizar nos espera de nuevo un control de seguridad, más preguntas inquisitoriales y miradas suspicaces. Superados los obstáculos fronterizos nos recibe nuestro guía, Musa, en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, que toma su nombre del primer presidente del Estado de Israel, más conocido entre los españoles por la película Éxodo, una película que Musa nos reconoce no haber visto: “yo vivo en la película”. Nos dirigimos en autobús a la casa de religiosos donde nos hospedaremos en esta primera parte de nuestro viaje, a orillas del Mar de Galilea. En la resurrección, Cristo le dijo a la Magdalena: “diles que me esperen en Galilea”. Eso hacemos, nos dirigimos a Galilea, el lugar del primer encuentro, el lugar donde todo empezó, el lugar de la vocación de Pedro, del “Ven y Verás”, del rema mar adentro… El viaje nos lleva por una autopista en la que cada 15 metros, y entre los eucaliptos que regaló Australia cuando se constituyó el Estado de Israel, ondea la Degel Israel, una bandera blanca, que representa la pureza, con dos franjas azules que representan dos ríos. ¿Dos ríos? ¡Si sólo hay uno en esta tierra, el Jordán! Pues son dos ríos los de la bandera, el Eúfrates y el Nilo, por eso entendemos que falta mucho para que esta tierra encuentre la paz… Resulta estremecedor pensar que estamos en el lugar, de entre todos los posibles de la tierra, que Dios eligió para entrar en el mundo. Mirando por la ventana los paisajes la mente te lleva, inevitablemente, a la Sagrada Familia huyendo a Egipto por estos mismos caminos aunque, a decir verdad, mucho ha cambiado el paisaje: Hoy no habrían podido salir ya que un muro de casi 10 metros de alto les habría cortado el paso. Un muro electrificado que sólo con tocarlo te puede causar la muerte marca el territorio que aún les queda a los palestinos. “Me preguntáis por el muro -dice Musa– nos lo han puesto gratis, y sin haberlo pedido. Es un regalo que nos han hecho por Navidad”, responde irónico. “Los palestinos sólo podemos salir cuando cumplimos tres condiciones: Ser mayores de 30 años, estar casado y tener hijos. ¿Y si tengo mujer e hijos pero tengo 28 años, cómo trabajo para dar de comer a mi familia? – Tranquilo, Dios te enviará la comida.” Dios envía la comida, y lo hace a través de las ayudas de la Unión Europea a los palestinos, que ya no tienen campo para cultivar sus propios alimentos, y así pueden comprarlos al estado de Israel. Y todos contentos. Estamos llegando a nuestro alojamiento, a muy pocos kilómetros de la frontera con Siria y los Altos del Golán. Es mejor que nos acostemos pronto para aprovechar lo más que podamos estos privilegiados días en este viaje, que no es de turismo, al Evangelio, al Quinto Evangelio que es Tierra Santa, testigo y fedatario de los otros cuatro.
Un viaje a Tierra Santa. Primer día
| 06 mayo, 2014
No tuve problemas para entrar y salir de Israel en mi peregrinación a Tierra Santa en vuelos directos Sevilla-Tel Aviv-Sevilla.
Pocas preguntas y no me registraron la maleta al salir como a muchos compañeros.
Gracias por contar estas experiencias, únicas en la vida de un cristiano.
Fantástica experiencia!! Espero próximas entregas 😉