27 de Octubre, aparentemente una noche más en la parroquia de Santa María Magdalena de Garciotum, se abre la puerta y entra alguien, se acerca a los primeros bancos del templo y en la oscuridad de la noche, como prendieron al Señor en el Huerto de los Olivos, se lleva el sagrario, que alberga el Santísimo en su interior, y huyen rápidamente.
¿Qué motivación lleva al hombre a cometer semejante barbaridad? ¿Hasta qué punto sois conscientes del Amor del que por nosotros se hizo hombre y murió crucificado, que en su infinita bondad se ha quedado bajo las especies del Pan y el Vino, para estar con Nosotros hasta el fin del mundo, cumpliendo su palabra?
Resulta conmovedora la foto de la Iglesia, esa balda desnuda, sacudida de esa manera por el pecado, el hueco que deja el sagrario, centro de la vida de los cristianos, desfalcado, con violencia, odio y resquemor.
Comprendemos así en gran medida el pánico de María Magdalena, la misma que da nombre al templo parroquial, al descubrir el Santo Sepulcro vacío «Mujer, ¿por qué lloras?» «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.» Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
Algo así sentimos todos cuando leemos estas noticias. Urge un acto de desagravio, con el objetivo de consolar al Corazón de Jesús, dañado por las burlas como en el Sanedrín, probablemente escupido y abofeteado como en la Noche de la Pasión, hasta derramar por Amor hasta la última gota de su Preciosísima Sangre.
En esos momentos irremediablemente venían a la memoria todas nuestras faltas de Amor hacia la Eucaristía, las comuniones desganadas, todas las Misas vividas sin fervor, todos los retrasos injustificados, las distracciones anodinas… Todas las veces en las que hemos visto pasar por delante de nuestra vista el acontecimiento más grande de la humanidad, y nos hemos comportado como simios.
La lección que hay que extraer es la lección del Amor: No dejarnos vencer por el Mal, por los sentimientos de venganza, sino ahogar el mal en abundancia de Bien, y por eso pide el párroco rezar por el alma de los que han cometido este crimen, por su arrepentimiento, por su conversión, porque bien sabemos que en la Iglesia se les recibiría con los brazos abiertos, como al Hijo Pródigo, y como a tantos a lo largo de la historia, con sólo arrepentirse de su barbaridad y pedir perdón a Dios, como se nos recibe a nosotros, pecadores en grado sumo, cada vez que pedimos perdón a Cristo y a la Iglesia por medio del sacerdote en el sacramento de la confesión, por todas las veces que con nuestros pecados y nuestras debilidades crucificamos de nuevo a Nuestro Señor.
Estoy rezando mucho xa desagraviar. Por otro lado, he enviado a mis amigas un mensaje xa q lo extiendan y recen xa desagraviar tambien.